Este 16 de marzo La Encerrona cumplió dos años de existencia. ¿Cómo hacer periodismo en medio del caos político y una pandemia? Aquí un poco de cómo hacemos nuestro programa (y el porqué creo que funciona).
Yo aprendí a nadar de un empujón. Me pararon al filo de la piscina olímpica, y de un tirón, el profesor de natación me aventó al agua.
Atiné a cerrar los ojos, aguantar la respiración y esperar que todo pasara rápido. Intenté no desesperarme. Solito, mi cuerpo regresó a la superficie. Ya flotando, moví las piernas, tirando mi mentón hacia arriba. El cuerpo se movió por instinto. A pesar del miedo, estaba ahí, en esa enorme piscina. Había que aventarse para aprender en el intento.
Crecemos entre líquidos por nueve meses hasta que somos expulsados del vientre materno. Luego, si queremos ser acuáticos (aunque sea por ratos en nuestras vidas), hay que volver a aprender a nadar.
Así recuerdo ese segundo intento: con gritos tan fuertes que podías escucharlos cuando estabas bajo el agua y con un olor a cloro intoxicante. Todo caliente, lleno de vapor, en una piscina temperada y techada de Pueblo Libre.
Me gusta recordar la anécdota de cómo aprendí a nadar cuando me preguntan por La Encerrona. O cuando me preguntan sobre cómo es ser periodista. Me ayuda a trasladar este sentimiento de tener que lidiar con el miedo cuando eres alguien tan hiperactiva y ansiosa como yo. Ejemplifica bien el cómo hago lo que hago todos los días: saltó a la piscina.
¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo produces el programa? ¿No te da miedo que te comparen con Marco? ¿Cómo te animaste a conducir? Ya, pero ¿Cómo conociste a Marco?
Un día, casi de casualidad, había que lanzarse a la piscina. Eso es hacer periodismo: hay que aventurarse a hacerlo. Todos los días volver a empezar.
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Por muchos meses, La Encerrona fue Marco y yo contra el mundo. Dos personas tratando de ordenar y resumir la administración caótica (y en creces ineficiente) del Estado peruano ante la pandemia y la lluvia de cuchillazos que nuestros políticos intercambiaban entre sí, con efectos colaterales en todo tipo de institución.
¿Qué clase de masoquismo practicamos los periodistas para soplarnos estas dinámicas todos los días y a cada hora? Tendrán que preguntarle a cada uno; estoy segura cada periodista tiene una historia detrás. Pero, en general, (mis colegas no me dejarán mentir) creo que es una dinámica que implica un cierto tipo de testarudez. Ay, la vocación. Mis colegas pesimistas me dirán que nuestra profesión tiene un ritmo enfermizo, agotante, mal pagado, seducido por el poder, lleno de egos y maltratador; pero no he conocido periodista que reniegue de lo rico de esta locura de seguir (y vivir) la noticia.
Pero tiene un precio. Es muchas veces desgastante y desordenado. Es cierto que luego de salir de la facultad de periodismo te enfrentas a que lo que decía García Márquez, “se sufre como un perro, pero el periodismo es el mejor oficio del mundo”, y descubres en carne propia que esa cita es falsa. El periodismo es muchas cosas; cautivador para mi testarudez. En lo personal, es el mayor compromiso que asumo.
Entre estas personalidades caóticas que son común denominador entre periodistas, estaban dos locos como nosotros, encontrados de casualidad, porque de verdad fue casualidad, que termináramos aquí donde hoy estamos.
Hay que ser loco para ser periodista, eso lo saben todos mis colegas, y mi familia y amigos que conviven con nosotros. Hay que serlo aún más en un país como el Perú dónde siempre están pasando cositas. Pero ahora que nuestro programa cumple dos años, pienso, c*arajo hay que ser aún más loco para intentar llevar, cinco veces a la semana, un programa entero entre dos personas (hoy, gracias a Dios, somos cuatro).
Fue en noviembre la saturación máxima. Con una represión policial violenta en las marchas, ministros que iban y venían, una pandemia…caos. Trabajábamos todo el día. Así no tuviéramos oficina, todo el día pendiente del teléfono, llamando, recibiendo denuncias, prendiendo el canal del Congreso.
Fue ahí que buscamos a Claudia. Nos era ya imposible responder todos los mensajes, estar atentos a los cientos de inbox AL DÍA de Facebook, el Whatsapp. Sin su conexión, no habríamos sobrevivido. De ahí vino Jonathan, conectadísimo a lo que sucede en la política; con tremendo olfato periodístico que te hace sentir que el periodismo es fácil, cómo nadar en la piscina una tarde de verano.
¿Qué hacemos para que La Encerrona siga funcionando? Porque si hace cuatro años me decías que iba a trabajar en un programa periodísticamente independiente y libre, financiado por casi dos mil mecenas, con la libertad de elegir nuestros anunciantes, hubiera dicho: ¿Ya, pero eso existe? ¿Se puede trabajar así?
Aquí no hay fórmula mágica de la Coca-Cola, pero voy a dar un insight que siempre comento, con honestidad: en mi opinión La Encerrona funciona porque la hacemos para que todas las personas, de todas las edades, entiendan de manera muy sencilla lo que está pasando. Y funcionara mientras estemos a la altura de ser didácticos, concisos, claros y honestos.
¿Por qué fallan otros medios o los más tradicionales? En mi opinión, porque las personas no los entienden. Escriben periodistas para periodistas. Asumen que sus lectores entienden todo. Contextualizan mal. En mi opinión, el periodismo que no busca ser lo más claro posible, no es periodismo.
Hay una frase que me fascina: inteligente es quién explica lo difícil de la manera más sencilla. Creo realmente que existe un desprecio en muchos de nuestros medios porque no se preocupan por quienes los vean y los escuchan REALMENTE los entiendan.
¿Cómo hacer periodismo en una pandemia y en YouTube?El periodismo siempre será el mismo, mientras su preocupación sea hacer más seguros e informados a una comunidad. Mientras cite, mientras dé balance de fuentes, mientras no busque su beneficio y sea honesto.
No creo que seamos especiales, ni hagamos algo que no se haya hecho antes. Creo que aún existe muy buen periodismo en medios que nadie les da bola o que cada vez tienen menos suscriptores, pero que se pierde en un mar de información porque no es discernido ni enfocado.
Repito: no somos especiales. Y funcionamos porque hay aún mucho periodismo en las calles, muchos periodistas haciendo su chamba, que siempre tratamos de compartir con ustedes. Del buen trabajo de muchos periodistas a quiénes siempre intramos citar y dar crédito y que lo conozcan también ustedes.
Son dos años de La Encerrona y, pese a todo, al borde de un colapso de nervios, es cierto: se siente muy gratificante trabajar en lo que siempre quise cuando decidí ser comunicadora: explicar lo difícil en fácil. Eso intentamos todos los días en La Encerrona. Con nuestros sesgos, con nuestros errores también. Pero es seguir nadando. Es seguir intentándolo.
¿Hasta cuándo valdrá la pena este desgaste y ritmo? Es increíble la cantidad de personas que ahora me reconocen y se acercan a saludarme cómo si me conocieran de toda la vida, tan solo porque nos eligen, nos ponen cada mañana frente a su desayuno.
¿Cómo seguir haciendo esta chamba? No tengo la respuesta. Por ahora, solo mucho agradecimiento a la gente que nos apoya, que ha llegado hasta el final de esta columna y siempre nos escuchar y lee. Por todos ustedes que se preocupan por lo que tengamos que decir, así no siempre coincidían con nuestras ideas. Qué lindo es poder conocerlos y saber qué algo de lo que hacemos los informa, los consuela o los ordena en su día a día.
Cuando nos escriben los emprendimientos porque agotaron todo su stock porque salieron en el programa; cuando visibilizamos un tema del cual nadie más le da la gana de explicar y hablar; o cuando se sienten escuchados por nosotros, vale la pena cada esfuerzo invertido en este proyecto.
En medio de tantos trolls, de verdad emociona que haya gente que aprecie esto que hacemos aquí. Gracias por no pensar igual a nosotros, por cuestionarnos, y aún así apoyarnos. Gracias por meterse a la piscina junto a nosotros.
Feliz aniversario, Encerroners.