A propósito de los Facebook Papers, una reflexión sobre la influencia de Instagram en la mirada que tienen los jóvenes sobre ellos mismos.
Con la llegada de la pandemia, se hizo notorio que las barreras entre el mundo virtual y el mundo “real” son cada vez más difusas. Las redes sociales que todos conocemos-Facebook, Twitter, YouTube, TikTok, Instagram- nos fueron presentadas como un espacio paralelo. Un mundo virtual apartado de nuestras vidas, y al cual accedíamos para conectarnos con otras personas o para escapar de nuestra mundanidad.
Esto cambió: el mundo virtual ahora está entretejido con nuestra vida real. Las diferencias entre uno y otro, peligrosamente, ya no existen. ¿Y por qué cambió? La influencia de las redes sociales en nuestra vida fuera de los aparatos tecnológicos y espacios virtuales se extienden a muchos aspectos, pero en este espacio quiero hacer hincapié en uno en especial: nos importa demasiado la imagen que proyectamos en ellos, a tal punto que erosiona nuestra libertad y nuestra autoestima.
Hace tan solo unas semanas, una nueva mega filtración puso-ooootra vez- sobre la mesa la discusión sobre qué tan dañinas son las redes sociales. Se trata de los “Facebook Papers”, una serie de informes que una docena de medios de comunicación estadounidenses- como The Wall Steet Journal, The Washington Post y The New York Times– están publicando sobre las más de 10,000 páginas de documentos internos de Facebook que han sido presentados en el Congreso estadounidense para dar mayor impulso a la iniciativa de regular la actividad de la red social.
Esta serie de documentos que han sido entregados por una exempleada de Facebook, Frances Haugen, destacan el enorme problema de la red social con los discursos de odio, con su incapacidad para filtrar la desinformación y con cómo ha ocultado el daño que perpetran en la salud mental de sus usuarios, sobre todo, en la forma en la que afectan la manera en que los jóvenes se ven y se describen a sí mismos.
Instagram, el verdadero tóxico
Entre estas filtraciones se hizo público un informe interno que señala que los miembros de la compañía contaban con evidencia de que Instagram, que es propiedad de Facebook, es tóxico para los adolescentes. «El 32% de las adolescentes dijo que cuando se sentían mal con su cuerpo, Instagram las hacía sentir peor», dijeron los investigadores en una presentación de diapositivas de marzo de 2020 publicada en el tablero de mensajes interno de Facebook, según dio a conocer The Wall Street Journal.
Peor aún, en este mismo informe, Facebook reconoció que saben que aproximadamente el 6% de adolescentes en Estados Unidos han pensado en el suicidio por las fotos y publicaciones que han visto en esta red social. Si revisamos el último censo elaborado por la Oficina de Censos de los EE.UU., en el 2020 se estimó que existen 41.852,838 adolescentes entre 10 a 19 años en este país. Es decir, aproximadamente 2.511,170 adolescentes en EE.UU. han querido matarse por lo que han visto en Instagram. DOS MILLONES.
Esta impactante y trágica cifra asusta, teniendo en cuenta que Instagram es la plataforma social más popular entre los adolescentes, solo eclipsada en ocasiones por TikTok-que es igual de problemática-. La particularidad de Instagram es que se centra en el cuerpo y en el estilo de vida. En Instagram, lo que importa es la imagen que compartimos: la felicidad constante, los cuerpos retocados con filtros, la salida con amigos, fiestas y viajes. En Instagram estamos siempre felices y todo es perfecto.
Pero la vida, por supuesto, no es esta pantalla de felicidad. Y mucho menos, todos quepamos en estos canones de bellezas que la publicidad y televisión nos han influido desde hace décadas con el boom de los mass media.
De hecho, el «body shamming», es decir, el avergonzar a alguien por su cuerpo, es una constante en nuestra sociedad que se ha visto exponenciada por el mundo virtual extremadamente visual en el que vivimos.
¿Han revisado las cuentas de Instagram de los adolescentes que conocen? Más allá de quienes tienen sus publicaciones como influencers, ¿han notado que existe también un gran grupo que siempre borra sus fotos de improvisto? ¿O qué vive las 24 horas en Instagram pero no publica fotos? ¿Qué sube un selfie y a los dos días se arrepiente?
El otro día, le pregunté a una amiga de 19 años porque su generación siempre borraba sus publicaciones, o archivaban sus fotografías para que ya no sean públicas. Su respuesta me dejó pensando varios días: “Ese día me sentí bonita y ahora veo esa foto y ya no. Hay días que me da bajones y borro todo”.
De hecho, y estoy segura no es sorpresa para ninguno de nosotros que vivimos en estas redes, en plataformas como Instagram abundan las imágenes corporales inalcanzables, las palabras hirientes y burlonas, que pueden crear un entorno bastante incómodo y tóxico, sobre todo para los adolescentes.
El «Body Positive» y «Body Neutrality»
Si desde hace décadas vivimos comentando sobre el cuerpo de alguien sin que sea de nuestra incumbencia-de si está más gordo o flaco, o qué ropa viste-, ahora con tantas fotografías es aún peor. Como ha explicado la artista visual y feminista Yolanda Domínguez, autora del libro «Maldito Estereotipo», las redes sociales propagan físicos imposibles, una “dictadura del cuerpo” que genera trastornos de autoestima.
Pero no todo está perdido, porque si hay algo en que destacan los jóvenes de estas nuevas generaciones es que se hacen escuchar. Estas plataformas también son utilizadas por ellos para expresar sus ideas, para aceptar sus distintas identidades y decir lo que no les parece.
Primero, en las redes sociales llegó el movimiento de «Body Positive» o cuerpo positivo, el cual busca señalar la belleza en todos los cuerpos, denunciando la proyección de estereotipos inalcanzables. Este movimiento invita a millones de personas en el mundo a aprender a aceptar y amar nuestros cuerpos tal y como son.
Luego surgió otro movimiento en las redes: el «Body Neutrality» o la neutralidad corporal, que busca percibir el cuerpo como algo neutro, “aceptarlo como es, pero sin esa necesidad imperativa de amarlo a toda costa”. Quizás lo más bonito del movimiento del «Body Neutrality» es leer a varias voces jóvenes señalando que uno no se puede gustar todos los días.
Este movimiento va en búsqueda de que tomemos conciencia que las personas somos más que cuerpos. Claro está, sin embargo, que amar tu cuerpo tal y como es sin que te afecte toda la influencia exterior es algo sumamente complejo, que requiere de un proceso largo de aceptación. De hecho, el «Body Neutrality» parte de la idea de que nunca estaremos totalmente satisfechos con nuestro cuerpo, más allá del físico, y que esto es natural.
Pero creo que cambiar de paradigma también implica promover actos pequeños, pero significativos. Desterrar el constante: ¿Y por qué borras tus fotos? En vez de preguntarle a un adolescente por qué, es importante hacerle comentarios que los hagan sentir cómodos, explicarles que todos los cuerpos son diferentes e importantes. Y que, al fin al cabo, siempre hay más belleza que lo proyectada, que la que se edita para una pantalla.