Una parte de la sociedad ha elegido dejar la empatía del lado y apostar con agresividad por una brutal defensa ideológica basada, dicen, en la fe.
Conocemos el caso: Mila, una niña loretana de once años, salió embarazada tras ser sistemáticamente violada por su padrastro. El asunto se hizo público cuando se dio a conocer que una junta médica en Loreto había concluido que el aborto terapéutico no era aplicable en este caso. Por suerte —porque así funciona este país, con suerte— el Ministerio de la Mujer trasladó a Mila a Lima, donde otra junta médica decidió que el aborto terapéutico sí procedía. Y procedió.
No es mi propósito analizar el caso a nivel legal. Eso ya lo hizo Josefina Miró Quesada. Quiero usar este espacio para reflexionar sobre la poca empatía de la que han hecho gala sectores conservadores. Sobre todo, los sectores conservadores con poder. Si no, miremos a quien preside la Comisión de la Mujer en el Congreso de la República.
Las alarmas conservadoras suenan siempre que se propone el aborto legal, seguro y gratuito en nuestro país. Sin embargo, esta vez dichas alarmas se activaron por un aborto terapéutico, legal en el Perú desde 1924 en situaciones en las que la vida de la madre o su salud estén en riesgo.
Sinceramente, espero que en estos días Mila y su familia no vean televisión, no escuchen radio, no lean portales de noticias y mucho menos redes sociales. Que no se vean expuestos a la crueldad social, a la falta de empatía.
Además de las hordas virulentas de usuarios de redes sociales que aparecieron a pontificar sobre algo que a todas luces desconocen, se hicieron tristemente célebres las acciones desproporcionadas e ilegales del congresista Jorge Montoya y el comunicado de la Conferencia Episcopal: no solo intentaron desconocer la legalidad de la aplicación del procedimiento, también han revictimizado a una niña de once años al poner en tela de juicio que su vida estuviera realmente en riesgo y acusándola de haber cometido un “asesinato” con el que, como señala la congresista Aguayo, “cargará”.
La empatía es la capacidad para ponerse en los zapatos del otrx. Implica hacer un esfuerzo para entender esa otra forma de pensar, de sentir, de ver y entender el mundo. Y también, por supuesto, ser sensible a su dolor. Una parte de la sociedad ha elegido dejar la empatía del lado y apostar con agresividad por una brutal defensa ideológica basada, dicen, en la fe.
Podemos responder a esos discursos con datos de la OMS: “las madres adolescentes —de 10 a 19 años— tienen mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas que las mujeres de 20 a 24 años, y los bebés de madres adolescentes tienen un mayor riesgo de padecer bajo peso al nacer, nacimiento prematuro y afección neonatal grave”.
En el 2021, la Defensoría del Pueblo también recogió más hallazgos en el “Informe sobre la supervisión de la atención integral en niñas y adolescentes embarazadas producto de violación sexual, en establecimientos de salud”. Este da cuenta de los daños en la salud mental y en el proyecto de vida de niñas y adolescentes abusadas y obligadas a sostener el embarazo. La conclusión número seis señala que: “El embarazo en niñas y adolescentes es una violación a sus derechos fundamentales. Su impacto tiene múltiples repercusiones, tanto a nivel individual (salud física y mental) como social, en tanto limita el ejercicio de sus derechos y oportunidades y la transición a la vida adulta e incluso perpetúa la transmisión intergeneracional de la pobreza”.
Y podemos responder también desde la experiencia de las mujeres agredidas sexualmente en su niñez. Mujeres que también se han sentido revictimizadas al ver que la preocupación pública por ¿salvar? a un embrión, que aún no es un feto viable, ha primado sobre la preocupación por salvar a una niña de once años, un ser humano cuya presencia en el mundo es indiscutible y cuya vida pudo verse truncada no solo biológicamente, sino también educativa, económica, afectiva y socialmente.
El Estado está haciendo su trabajo a trompicones, pero lo está haciendo. La captura del padrastro de Mila es la prioridad en este momento. Ya la habíamos fallado a Camila. Mila tiene otra oportunidad. No se la estropeemos.