¿Cómo un cantante de trap y reggaetón pasa de cantar en discotecas de barrio (como en Lince) a ser un fenómeno mundial y tener a miles de peruanos al pendiente de conseguir una entrada para su concierto?
No sé si estoy madurando, pero hay discusiones en las redes sociales que ya me dan demasiada flojera. Ejemplo: la rivalidad entre Alianza Lima y Universitario; si la pizza va con piña o sin piña; si los morados tibios son mejores que los verolovers tóxicos; si la sitcom Friends da risa o no da risa. En fin: “debates” de toda índole en donde desconocidos se esconden tras sus dispositivos para pelearse entre ellos y sentir el placebo de que tienen la razón.
Pero la disputa que lleva décadas replicándose en las redes sociales que MÁS ME ABURRE es este de rock vs. reggaetón; esta supuesta disyuntiva en la que existen bandos que se odian entre sí y que se replica en salir a despreciar la música que escuchan otros porque no te gusta a ti. O peor aún, la postura de que porque te gusta determinada música eres mejor. Ese tufillo esnob desde donde califican los gustos musicales de las personas como si esto fuera condicionante de su capacidad intelectual o de su valía como persona.
Es el año 2022 y todavía me encuentro con este grupo de personas (que creía ingenuamente en extinción) que se meten dónde no los llaman para decirle a otros qué música es digna de escucharse y qué otras no. Acaba de pasar, hace apenas unos días, cuando el artista más famoso del momento, Bad Bunny, (no lo digo yo, no por algo fue el artista masculino más escuchado del mundo en la plataforma Spotify) abrió una fecha en el Estadio Nacional y medio Perú enloqueció para conseguir cómo sea una entrada.
¿Quién es este conejo malo?
Si uno se pasea por las listas mainstreams de las canciones más escuchadas como los rankings de Billboard 100, el top de Itunes o el de Spotify (ambas son las plataformas líderes de streaming de música), uno se topa que los artistas estadounidenses y europeos ya no lideran las listas. o qué al menos, que ya no son los únicos. En cambio, se ha abierto una nueva realidad: la variante latina está de moda en la escena musical globalizada actual.
Y no solo es el reggaetón. Está también el trap español y el llamado género urbano que mezcla todo tipo de ritmos latinos con beats de electrónica o herencias de hip-hop y electrónica. Del otro lado, también están las bandas de K-pop que han demostrado que el idioma ya no es una barrera para conquistar mercados de todo tipo de nacionalidades.
En esta diversificación de idiomas y géneros, linde o no con nuestros gustos musicales, está Bad Bunny. Hace dos décadas, para que un artista latino conquistara los mayores espacios de la industria musical tenía que pasar por una suerte de alineación. Shakira, por ejemplo, llegó a Billboard y a los escenarios gringos lanzando versiones paralelas de sus discos en inglés. Jennifer López, puertorriqueña que creció en The Bronx, Nueva York, caló en el público latino con su pop en español, pero para llegar a los tops tenía que utilizar el idioma anglasajón.
Hoy Bad Bunny conquista los ranking mainstream cantando enteramente en español. Como cuenta el reportaje de Los Angeles Times, “Cómo Bad Bunny rompió cada una de las reglas del latín pop y se convirtió en el estrella más grande y reluciente”: “En pocos años, Bad Bunny ha rehecho el reggaetón con su política inclusiva, su moda freaky y sus ritmos trap malhumorados, desafiando las normas estilísticas y sociales profundamente arraigadas del género, al tiempo que se ha convertido en uno de los artistas con mayor número de reproducciones en streaming del planeta.”
¿Pruebas de que Bad Bunny domina la industria que siempre ha privilegiado a los estadounidenses y europeos? En plena pandemia, Bad Bunny se montó en un bus a dar un concierto por todo Manhattan en Nueva York. Hace menos de un mes lanzó un videoclip en colaboración con Los Simpsons. Fue portada de The Rolling Stones, quizás aún hoy la revista más prestigiosa de música y fue el primer artista latino en hacer una colaboración mundial con su propia línea en la marca Adidas.
Actualmente, la entrada más cara a su concierto en Miami o Los Ángeles bordea los US$ 3,000 dólares, un precio que el público estadounidense paga sólo para estrellas como el rapero Drake, la diva Beyoncé o quizás Adele en Las Vegas.
Ya, ¿pero es buen artista?
Pero vayamos a lo que se preguntan muchos que no lo conocen ¿Qué tiene Bad Bunny de especial? ¿Qué lo diferencia de los otros reggaetoneros mega famosos? No hay que ser un gran analista para notar el impacto que tiene. Que el domingo a las 9:00 am tenía al menos 450 mil personas “haciendo cola” virtual para conseguir una entrada es alucinante. Bad Bunny es todo un fenómeno cultural y los peruanos también somos parte. Despreciar este alcance porque no te guste su género es ser mezquino.
Para empezar, como cientos de cantantes latinos, Bad Bunny ha crecido desde abajo. Benito Martínez (Bad Bunny) es el hijo mayor de un conductor de camión y una profesora. Creció escuchando a iconos puertorriqueños del género urbano como Vico C, el mismo Daddy Yankee (con quien ya tiene varías exitosas y millonarias colaboraciones), como también Héctor Lavoe y Juan Luis Guerra.
¿Su toque especial? Su personalidad, y su empuje para estar dando todo el tiempo de qué hablar.
En plena pandemia, sacó tres álbumes (nivel de workalcholic Taylor Swift), el primero de estos llamado “YHLQMDLG” aka Yo Hago Lo Que me Da La Gana. Y sí, lo que toca Benito, lo hace trendy, cool, interesante, porque apuesta por cosas diferentes y porque se nota su libertad en la gama de géneros que se mueve. “Su nuevo álbum, El Último Tour del Mundo, muestra su gama musical, utilizando el chasquido asimétrico del trap latino y la síncopa ondulante del reggaetón (sus dos estilos principales) junto con el ska-punk, el alt-rock e incluso una especie de balada britpop en Trellas”, escribió el editor de la sección de música del diario británico The Guardian.
«Tiene un poco de todo. Sus chistes son fantásticos: es un escritor muy bueno. Puede ser muy profundo, pero también es el tipo que quieres escuchar en medio de la noche en un club, bailando hasta abajo. Y hace muchas canciones de amor, y eso a las chicas les encanta», explicó por su lado José Luis Seijas, editor musical de la revista británica Latino Life.
Su propuesta diferente también traspasa la música y replantea, aunque sea un poco, discursos que, en el mundo machista del reggaetón, brillaban por su ausencia. Cuando fue nombrado mejor artista latino del año 2020 en los Billboard Music Awards, Benito se mandó un discurso contra la violencia contra la mujer: «Quiero dedicar este premio a las mujeres de todo el mundo, especialmente a las mujeres latinas y puertorriqueñas. Sin vosotras, nada existiría. Nada. Ni la música, ni el reggaetón. Basta de violencia sexista, basta de violencia contra las mujeres. Eduquemos ahora mismo, en el presente, para tener un futuro mejor».
También se ha manifestado en contra de la homofobia y la transfobia: en febrero del 2020 actuó en la televisión estadounidense con una camiseta que condenaba el asesinato de la transexual puertorriqueña Alexa Negrón Luciano.
En gustos y colores…
«De gustibus non est disputandum», un viejo refrán latín que puede traducirse como «sobre gustos no hay nada escrito». Ser tolerante con los gustos de otras personas no es difícil. Aquí no quiero discutir si te gusta o no, porque la música es extremadamente subjetiva o como me enseñaron hace mucho, son gustos adquiridos, aprehendidos a través del tiempo. Una suma de todo tipo de aspectos culturales puede dictar qué tipo de música pones en tu playlist, pero lo aún más bello, es que aún así nazcas en un barrio de cantantes de jazz, esto no va a condicionar a que te guste el jazz.
He crecido pensando que la vida que se nos da es tan corta, tan impredecible, que está hecha para ser vivida a nuestra manera, con nuestros propios gustos. No quiero saber cómo sería una vida sin estas pasiones como cantar tu canción favorita, sin ver películas, sin gritar un gol, sin leer libros.
“No pues, Romina es que cómo vas a comparar a Bad Bunny que habla de sexo y balbucea con compositores como los The Beatles o cualquier grupo de rock”. Pero, ¿quién los está comparando, sino tú? ¿Tan frágiles son tus gustos? ¿O sea no puedo escuchar a Pink Floyd y también a Bad Bunny? ¿O ponerme a bailar las canciones de Armonía 10 y luego ir a sinfonía de Bach?
¿Por qué limitarnos en esta vida de esa manera? Los humanos vienen haciendo música por lo menos desde hace 40,000 años. Hay espacio para todos, ¿qué les pica tanto?
Bad Bunny dice que es el artista que hace lo que le dá la gana. Y a quién no le guste, no pongan su música y escuchen otra cosa tranquilos. Lo menos que necesitamos es que vengan a fastidiarnos más.