Pocas veces ha sido más preciso eso de que los periodistas tenemos un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad.
En los últimos días, algunos medios han empezado a difundir las versiones de unos veleristas sobre el estado del mar el día del derrame de Repsol. La hipótesis que se desprende de sus testimonios es que «el incidente» no habría tenido nada que ver con el volcán Hunga Tonga-Hunga Haʻapai.
¿Por qué? Porque, explican, no había vientos.
En sus testimonios se repite una y otra vez que no había vientos y, los propios entrevistados, además, inciden bastante en que no habría existido alerta internacional de tsunami para el Perú, según las agencias gringas (uno, incluso, cita un inexistente «Pacific Tsunami Warning Center»).
Como ya deberíamos haber aprendido en esta pandemia, apoyarte solo en un testimonio es garantía de terminar perdido.
Quizás, entonces, deberíamos retroceder un poco y empezar por lo básico.
¿Si no hay vientos, no hay tsunamis?
Aquí es cuando le ruego a todo el mundo que recurra a algo que tendríamos que haber consultado todos hace rato: el Glosario de Tsunamis de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la ONU. Sí, aunque no lo crean, un documento tan útil y necesario existe, en español, y está al alcance de un clic. El Glosario no puede ser más claro:
Contrariamente a las olas del océano causadas por el viento que son sólo una perturbación de la superficie del mar, la energía de las ola de tsunami se extiende hasta el fondo del océano.
El documento explica que los tsunamis no guardan relación con las mareas y que están vinculados a eventos externos: normalmente un terremoto, pero también erupciones volcánicas o meteoritos. Es decir, el término existe –precisamente– para distinguir un «tsunami» de un «oleaje».
Entonces, los vientos y los tsunamis no tienen nada que ver.
¡Pero los veleristas dicen que el mar estaba plano!
No solo no había vientos, sino tampoco olas, dicen. Si ven la definición de la COI, la energía de las olas del tsunami se extiende hasta el fondo del océano. Como me recuerda el geólogo Ricardo Bohl, una «ola» es, en realidad, una onda marina. Y hay ondas que no se ven. En determinado momento, puede haber mucha agitación en el piso marino y no sentirse nada arriba
¿Hubo o no hubo tsunami?
Creo que todos hemos caído en el error de pensar que un tsunami es como en Interestelar o Impacto Profundo o la referencia hollywoodense que se te venga a la mente.
Un tsunami puede elevarse, perfectamente, solo unos centímetros sobre el nivel del mar y, aún así, ser bastante dañino. Eso, precisamente, porque un tsunami no es una ola. Es un bloque de agua que se ha elevado.
Regresemos al muy útil Glosario y veamos cómo clasifica los tsunamis por su nivel de ameneza:
Entonces, sí, hubo tsunami y sí, la Marina debió alertar, por lo menos, de su existencia. Si pensaban que era un tsunami sin peligro, pues era eso «un tsunami que no entraña peligro». Pero, como veremos en el siguiente ítem, en realidad se trataba de «Peligro Potencial«.
Cuando la Marina dice que hubo un «oleaje anómalo«, eso es, según los estándares internacionales, mentira.
¡Pero la NOAA y otros sistemas gringos no emitieron alertas para el Perú!
Esto es algo que el sentido común desmiente. Hubo alertas emitidas por los sistemas nacionales de Chile y de Ecuador, como está más que visto. También en Japón y en México y en todos los países de la cuenca del Pacífico. No necesitaron de confirmaciones internacionales.
Que, por cierto, sí existieron:
Pueden revisar ustedes mismos esta Alerta de Peligro Potencial, emitida a las 15:12 (hora peruana) por la NOAA misma. Los veleristas o se equivocaron o le mintieron a los periodistas que no fueron capaces de cruzar esta información.
¿Por qué este afán de decir que no hubo vientos ni tsunami?
Debería estar más que claro…
La Marina claramente quiere zafar cuerpo acerca de su rol en este desastre. Que no solo es el de Repsol, sino el de las bañistas Heyner Quiroz (46) y Wendy Altamirano (23) que murieron en Naylamp por culpa de la falta de prevención.
Con ellas, el Perú se une a un exclusivo club: el de los pocos eventos registrados de muertes ocasionadas por tsunamis cuya fuente se encontraba a más de mil kilómetros. Hacía diez años que no ocurría nada así en el mundo.
La propia revista Sudor, que tuvo la primicia del testimonio del velerista Alec Hughes, destaca su cercanía con la Marina de Guerra.
Ojo con algo: la principal responsable sigue siendo Repsol. Recordemos lo que el exministro de Ambiente Manuel Pulgar Vidal le dijo a nuestro editor general Jonathan Castro: existe algo llamado «responsabilidad objetiva«, que se da cuando ejerces una actividad ambientalmente peligrosa.
Aquí no hay más vuelta que darle: Repsol tiene que pagar, legal, ambiental y económicamente. Es la principal responsable.
Lo que no significa que no necesitemos evaluar con exactitud cada paso de lo que ocurrió.
¿Estamos seguros que el tsunami fue el origen del derrame?
Sería una coincidencia demasiado extrema. De todas formas, según los horarios reportados por Repsol y lo que indica el mareógrafo de La Punta, pues parece el escenario más factible.
[ACTUALIZACIÓN: Imagen corregida con el huso horario peruano.]
Esta imagen, por cierto, convierte en inútiles los testimonios de los veleristas que tuvieron que cancelar su competencia por falta de olas. Seguramente en la superficie no se notaba nada, pero los instrumentos ya estaban detectando algo, por lo menos, inusual desde las 11 horas.
El velerista Hughes es el autor de la imagen al inicio de este texto. En el video de donde la saqué, se ve que el sol está a punto de ponerse, lo que indica que fue grabado a eso de las seis de la tarde (hoy, por ejemplo, el sol se pondrá a las 18:40). Debe ser la primera imagen del derrame que exista.
La versión de Hughes para Sudor es que «desde las tres de la tarde, en adelante vimos la mancha”. Para El Comercio no menciona nada visual sino que «entre las 3 y las 5 de la tarde, sintió un ruido estridente, muy fuerte, que provenía del buque».
La versión de Repsol es que el derrame se inició a las 17:45 y que, como luego anocheció, no pudieron ver la extensión del desastre. Parece muy conveniente que el derrame se haya iniciado justo cuando caía la noche y por eso ellos, pobrecitos, no pudieron ver nada.
La palabra de Repsol vale menos que las canastas con las que quisieron compensar a los pescadores. Si queremos reconstruir lo que pasó, no podemos fiarnos de ningún testimonio.
Se necesita el registro de las comunicaciones entre la empresa y cada entidad pública con la que se hayan contactado ese sábado fatal. Se necesitan los logs internos de sus actividades, auditados y validados. Se necesitan las alertas emitidas por el monitoreo científico nacional e internacional. Y, sobre todo, se necesita voluntad de saber qué pasó, y no de preocuparnos por limpiar reputaciones en vez del medio ambiente.