En marzo de 1999, ocurrió uno de los incidentes más bochornosos y humillantes de nuestra historia reciente, lo que ya es decir bastante.
Ese día, centenares de altos oficiales de las tres Fuerzas Armadas se agacharon ante Vladimiro Montesinos y firmaron lo que ahora se conoce como el Acta de Sujeción.
Parece un mito, pero ocurrió. Ante una mesa desde la cual los observaba Montesinos –que, formalmente era un simple asesor del servicio de inteligencia–, pasaron, uno por uno, cientos de capitanes, coroneles, almirantes, generales y demás oficiales. Rubricaron un documento sometiéndose, con un «compromiso de honor insoslayable» a la «decisión» tomada el 5 de abril de 1992. Es decir, refrendando nuestro último golpe militar.
Se suponía que el Acta que firmaban quedaría «en secreto», pero a la vez, una cámara se encargó de grabar, uno por uno, los rostros (¡y las firmas!) de cada uno de los asistentes. Pensaba enlazar aquí algunos de los videos de ese momento pero resulta que son muchos.
Pueden verlos todos en si dan clic aquí. Pasen un rato explorándolos y entenderán por qué son tantos. Aprecien la puesta en escena, qué es lo que poncha la cámara, dónde se coloca, cómo recorre, una y otra vez, las caras de todos los asistentes, como encargándose de recordarles que, por si acaso, todo está quedando grabado. Pasen su domingo saboreando la indignación que genera cada uno de estos videos.
Hay un dato que siempre vuelve a mí: cómo los obligaron a inclinar la cerviz. Montesinos siempre pensaba en imágenes. El atrio de las firmas fue colocado estratégicamente para que cada firmante tenga que agacharse notoriamente ante la cámara. Uno por uno por uno. Inclinándose. Ante el Doc.
Pensaba en esto mientras leía Firmas reincidentes, publicado en IDL-Reporteros por Gustavo Gorriti y César Prado.
Volvamos al 2021. Resulta que más de una veintena de los firmantes de la carta abiertamente sediciosa –básicamente pidiendo un golpe para desconocer el último resultado electoral– firmaron también, hace 22 años, el Acta de Sujeción. De ese grupo, un total de 13 –más de la mitad– son de la Marina.
Esta claro que tenemos un problema con la Marina.
Pasemos a la carta sediciosa. Dos datos de la Unidad de Investigación de Latina. El primero, de Renzo Bambarén: la carta ha sido firmada, en su mayoría, por oficiales en retiro de la Marina de Guerra. Un 60% de los más de 1300 presuntos firmantes son navales.
El segundo dato viene de Christopher Acosta:
El exalmirante Montoya fue uno de los candidatos más votados en Lima. Con Vizcarra fuera de juego, varias fichas se están moviendo para llevarlo a presidir el Congreso y, eventualmente, asumir la presidencia de la República. Esto no es paranoia. Se dice abiertamente y lo registran hasta las agencias de prensa extranjeras.
Por supuesto, Montoya también se sujetó ante Montesinos.
Y ahora sabemos que la Marina mintió sobre Montesinos.
Sí, la actual Marina de Guerra del Perú. Cuando estalló el escándalo silenciado de los vladiaudios, la institución se apresuró en emitir un comunicado aclarando que Montesinos había usado el teléfono de la Base Naval –su actual prisión– únicamente en dos ocasiones. Nada más. Justo justito las dos veces que escuchamos todos (o, al menos, todos los que logramos informarnos).
Mentira. Gorriti, Prado y Romina Mella publicaron en IDL-Reporteros que, entre el 2 y el 24 de junio, Vladimiro Montesinos llamó 17 veces a Pedro Rejas (el amigo de los Fujimori con el que complotaba sobornar a los magistrados del JNE). Esas 17 llamadas significaron 12 conversaciones y cinco llamadas no contestadas.
Rejas lo tiene guardado bajo el poco sutil alias de «V Monteza»:
¿Por qué ha mentido la Marina de forma institucional sobre las llamadas de Vladimiro Montesinos? Viendo las fechas, está claro que, desde el día de la elección, Montesinos ha tenido acceso al teléfono de la Base Naval, por lo menos, en diez oportunidades distintas. ¿A quiénes más ha llamado?
Y ya que estuvimos hablando de marinos en retiro, nos falta uno lanzado a la fama hace una semana: Arturo Arriarán.
El famoso criptógrafo de Cuarto Poder. La propia Mávila Huertas, notoriamente incómoda durante toda la entrevista, destacó –rapidito, casi al final, como poniendo el parche– que el señor se trataba de un marino en retiro. Y, efectivamente, fue nada menos que jefe del Departamento de Criptoanálisis de la Dirección de Inteligencia de la Marina. Lo que, honestamente, deja muy mal al arma:
Resulta que su pretendido análisis tiene nada menos que un millón y medio de datos erróneos, como comprobó Gustavo Picón y pueden corroborar aquí ustedes mismos.
Pero quizás no fue un error.
En realidad, su presentación en Cuarto Poder se entiende mejor si vemos la segunda parte de su cargo en la Marina. Más que un análisis criptográfico, parece un operativo de inteligencia. Un psicosocial, vamos. Lo que es una forma sofisticada de llamar al atarantamiento.
Según su propio Linkedin, vean cuándo y dónde Arriarán cumplió sus funciones:
La Base Naval del Callao. Que funciona como Central Telefónica de Montesinos. Que sometió a los firmantes sediciosos. Que ya tienen su propio candidato a ocupar la presidencia.
Repito: está claro que tenemos un problema.