Sirva la frase emblema del Gordo Casaretto para hacer un breve llamado a la cordura a mis urbanísimos lectores: falta un mes y medio para el momento de la verdad. Hasta entonces, muchas cosas pueden pasar, muchas alfombras se pueden levantar y muchos virajes van a ocurrir.
Así que háganle caso a Casaretto y tómense un momentito, por favor.
Veamos de dónde parten las tres opciones que tenemos ahora mismo.
La primera es, por supuesto, viciar el voto. A diferencia de la primera vuelta, en el ballotage es una alternativa que sirve como recordatorio de algo muy simple: 4 de cada 5 peruanos no quería este escenario. Un presidente electo con pocos votos válidos debería enviar un mensaje de humildad al ganador o ganadora.
(Y no: el voto viciado no tiene como objetivo anular nada. Ese es un sueño de opio, por no decir una exhibición de ignorancia respecto de las reglas elementales de la elección y de la historia reciente. El voto viciado es un mensaje, no un botón de reset)
Para aquellos que han decidido no viciar su voto, la cosa es menos sencilla. Hay muchos factores a tener en cuenta para decidirse por uno u otra. Quizás el más importante sea uno muy sencillo: a quién será más fácil detener. El problema es que ahora mismo, a solo una semana de la noche fatal, eso es muy difícil de dilucidar. La cosa todavía se está acomodando.
Por el momento, Keiko Fujimori parece ser la más imparable.
Ya cuenta con varios endoses notables, empezando por quien suele ser el Votante Máximo de nuestras elecciones: Mario Vargas Llosa. Desde hace 20 años, Vargas Llosa suele ser el fiel de la balanza en cada segunda vuelta. Candidato que apoya, gana.
Y esta vez casi no se ha demorado en anunciar su apoyo. A Humala literalmente le pidieron un juramento rodeado de una serie de «garantes» durante una ceremonia en lo más cercano a un templo laico que tiene el Perú: la Casona de San Marcos. A Keiko solo le pidieron un tuit.
Esta claro que un gobierno de Keiko será una combinación del de su padre con el segundo gobierno de García. Corrupción rampante, reescritura de la historia, medios sometidos, conflictos sociales, excarcelamientos masivos. Todo permitido en aras de «detener la amenaza comunista».
Por otro lado, está la fuerza de la Historia. Desde el 2001 siempre ganaba el perdedor de la segunda vuelta anterior: Toledo perdió con Fujimori. Luego le ganó a García. García perdió con Toledo. Luego le ganó a Humala. Humala perdió con García. Luego le ganó a Keiko. Keiko perdió con Humala… y en el 2016 hubo un error en la Matrix. Keiko volvió a perder.
Esa alteración del curso de la Historia nos sumergió en el caos durante cinco años. Ahora la Historia se está corrigiendo. Previsiblemente, ganará Keiko.
¿Suena absurda esa teoría? Alberto Vergara la ha sistematizado de una manera más politológica: en el Perú, las segundas vueltas son un plebiscito sobre el candidato más polémico. Y el plebiscitado suele perder. Por eso Keiko perdió dos veces.
Pero, esta vez, el plebiscitado es Castillo.
Así que lo más probable es que pierda Castillo. Lo que no significa que no tenga opción de ganar. Miren este gráfico de Jesús Alejandro Palomino. Es la votación de cada candidato en primera vuelta, según estrato social. Se ha dividido a la población peruana en deciles. Miren la décima parte más pobre del Perú, a la derecha:
Si en el Perú solo votasen los más pobres, Pedro Castillo ya habría ganado en primera vuelta. En el decil más pobre del Perú, obtuvo 51% de la votación. El fenómeno es real. Puede ser que, a nivel nacional, todo esto solo le signifique el 11% del electorado real, pero el caso es que tiene mucho techo. Tiene bastante espacio para crecer. Para pelear.
Y, en el improbable caso de que gane la segunda vuelta, tiene espacio para recurrir a las masas como una forma de legitimación de sus políticas. No es un peligro despreciable. Como tampoco lo es el líder del movimiento, Vladimir Cerrón.
Pero toda la información real sobre Castillo, Cerrón y Perú Libre recién empezará a salir a la luz en estos días. Por ahora, lo que circula es un festival de fake news de limeños aterrorizados. Desde los «terrenos» de Castillo hasta sus «audios» reveladores, pasando por las innecesarias distorsiones de un plan de gobierno que ya es de terror… circulan una serie de bulos y paparruchas que sirven de poco y no nos permiten calibrar en su real magnitud la amenaza de Perú Libre.
Solo la información real y contrastada logrará que podamos determinar, en las próximas semanas, quién es el verdadero mal menor.
En todo caso, cada uno determinará qué prioriza a la hora de votar. Pero prioricemos con información real, no sobre la base del pánico y la histeria.
Por el momento, relájense. No tienen que decidir ahorita.
Por el momento, respiren. No es realmente el peor de los mundos.
El peor hubiera sido el que se insinúa en estos resultados al 100% de la ONPE:
Solo 233 mil votos nos separaron de un escenario en el que Porky lograba pasar a la segunda vuelta. Allí sí hubiera querido ver a los Khe Me Keda entregarse al radicalismo religioso. Quizás para el 2026. Si es que para entonces todavía tenemos elecciones.