«Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil»
Goebbels
Si a las 6 de la tarde, me asomo por la ventana y digo
–El cielo está rojo.
Eso es verdad. No es verdad en otro momento pero nadie puede acusarme de desinformar. Y todo el mundo conoce el fenómeno: el cielo cambia de color a determinadas horas. Esto es entendible.
Si el domingo pasado, yo consultaba la encuesta del IEP y decía
–Lescano es el favorito para ganar las elecciones.
Eso también es verdad. No lo era la semana anterior y quizás ya no lo sea en unas cuantas semanas pero así es la opinión pública, ¿verdad? En especial, la peruana: fluctuante.
Pero esta vez no todo el mundo conoce ese fenómeno llamado estadística. Márgenes de error, espiral del silencio, tamaño de la muestra… son conceptos que determinan la confusión que existe respecto de las encuestas en el Perú.
No todo el mundo es un especialista y, además, hay especialistas –encuestadoras– que se venden al mejor postor. ¿Resultado? El cuñado que te dice que «no confía en las encuestas«. Cuando insistes en que algunas son bastante acertadas, especialmente cuando comparas las del último tramo con el resultado final, te retrucan
–Ah, es que cuando se acerca el día de la elección las van sincerando.
Y allí ya no hay respuesta cuerda posible, a menos que ambos interlocutores estén dispuestos a enfrascarse, durante un buen par de horas, en un debate estadístico con tablas comparativas de sondeos de los últimos tres procesos electores, precedido de un repaso mínimo no solo del estudio de las variabilidades sino de las complejidades de las reglas de juego del sistema electoral peruano.
Pero, te guste o no, Lescano va primero en la última encuesta disponible.
Eso no significa que vaya a ganar.
Y que no gane no significa que la encuesta haya estado mal.
La desconfianza en las encuestas, obviamente, también es alimentada por esos grandes influencers electorales: los propios candidatos. Siempre me acuerdo de la campaña electoral del aprista Luis Alva Castro, en 1990. Se reducía a algo muy simple. Lo mostraba encabezando un mitin multitudinario, apoteósico, infinito. El candidato simplemente preguntaba, una y otra vez
–¿Los han encuestado?
La multitud bramaba, una y otra vez
–NNNOOO
Wow. Tanta gente reunida y no los habían encuestado, pensaba yo, de chibolo. A decir verdad, no conozco a nadie que hayan encuestado nunca, razonaba. Quizás las encuestas están mal hechas.
Pero no.
Fue solo que Alva Castro no pudo con Vargas Llosa y Fujimori. Eso sí: alcanzó un 19%, cifra que ya quisiera Lescano, hoy, en sus sueños menos whatsappeables. Pero bueno, lo de Alva Castro fue hace treinta años. Que es como decir a las 6 de la tarde. El cielo era otro color.
Toda esta disquisición viene a propósito de los cuadritos presentados por el candidato fujimorista Ernesto Bustamante en el canal de Erasmo Wong:
Claramente, en ese cuadro dice, lo dice bien claro, eficacia del 11.5%.
Técnicamente eso es cierto. Probablemente eso sea lo único cierto. De hecho, no se ve bien en la imagen pero allí dice que esa eficacia corresponde a «la cepa de Beijing».
Aquí empiezan las mentiras.
No hay «cepa de Beijing». Hay variante. Y ese 11.5% que se le atribuye a «Beijing» no es cierto. Viendo los otros cuadros, resulta evidente que ese 11.5% corresponde a la vacuna basada en la variante de Wuhan que NO es la que ha comprado el Perú.
Lo tuvo admitir el propio canal de Erasmo Wong, en una aclaración casi al pasar en su web.
Vayamos al mapa, para mayor claridad. Estos son los países en los que se usa Sinopharm/Wuhan (que es la del tan mentado 11.5%).
Y estos son los que usamos Sinopharm/Beijing:
Eso nomás (ver fuente) ya se tira abajo el cuadro. Pero además…
Ufff.
No.
Miren.
El problema es que, para empezar a desmentir el cuadro –presentado como definitivo– yo tendría que convertir esta columna en un curso de investigación epidemiológica, además de una exposición sobre el mercado farmacéutico/geopolítico en pandemia. Y no solamente no tengo las credenciales, sino que no sería útil.
Nadie lo leería.
Es más. Tendría que entrar en polémicas que no sirven realmente en estas situaciones.
De hecho, muchos de los «desmentidos» que circulan en las redes, sorry, están equivocados.
Yo solo soy periodista, lo único que sé es hacer preguntas. Nada más. Pero también sé a quién hacerlas. Y la gente que sabe de esto, pues, ve los desmentidos más retuitados o viralizados en TikTok y me dice que no, que es gente bien intencionada pero que lo que dicen se basa en una interpretación errónea de la tabla.
Varios de ellos son médicos. Algunos, especialistas.
Pero están leyendo mal el cuadro.
Lo que no significa que lo que dicen las tablas sea real.
Ese es el principal problema de todo esto: son cuadros MUY especializados y corresponden a partes MUY concretas de un estudio.
MUY poca gente está en capacidad de escudriñarlos en serio.
Pero vamos más allá.
El problema de fondo es que estamos «analizando» y desgranando un par de imágenes sacadas de contexto. Para todos los fines prácticos, lo que presentó el candidato fujimorista es un meme. Un meme que requiere un nivel avanzado de especialización, sí, pero un meme igual. Un pedacito de imagen sacada de contexto.
¿Qué sí sabemos en concreto?
Sabemos que Sinopharm sigue sin publicar sus resultados de Fase 3. Ni para Beijing ni para Wuhan. Los resultados que se ofrecen no han sido auditados por la comunidad científica internacional. Esa falta de transparencia se está cuestionando incluso dentro de la misma China.
Sabemos que el estudio de la Cayetano es un chiste. Un vodevil. Desde el inicio. Desde los vacunados VIP hasta esta misma filtración que nos ocupa ahora, ese estudio tiene la seriedad de un viral de TikTok.
Sabemos que Germán Málaga se transformó en el estereotipo del científico loco, aplicando tres dosis en algunos casos «para aumentar la inmunidad», lo que implica que, efectivamente, encontró problemas en su estudio.
Significa que sí existen dudas razonables de que la vacuna de Sinopharm no tenga el 79% de eficacia que anunció el Beijing Institute of Biological Products en diciembre ni, mucho menos, el 86% que anunció el ministerio de Salud de los Emiratos Árabes poco después.
¿Esto significa que la vacuna de Sinopharm te va a matar?
No. Para nada.
¿Significa que la vacuna de Sinopharm no sirve?
Tampoco.
Solo significa que no tenemos todos los datos. Aunque hay uno, presentado por el propio Willax, que es esperanzador:
Si quieren la interpretación detallada del cuadro, vayan aquí. La traducción rápida, en estricto, es que este cuadro confirma que la vacuna de Sinopharm –en este pedacito del estudio– evitó hospitalizaciones en un 91% y muertes en un 100%.
Esas son muy buenas noticias. Lástima que solo sean preliminares. Como todo ese cuadrito.
¿Por qué no parece ser tan eficaz para evitar infecciones? No lo sabemos. Y no lo podemos saber solo mirando un cuadro que corresponde, por así decirlo, a las 6 de la tarde. Habría que esperar que amanezca –es decir, que se acabe el estudio– para saber si su eficacia en asuntos de contagio ha sido, efectivamente, tan baja como en ese cuadrito.
Una explicación posible es esta:
La variante brasileña está rampante en el Perú post-segunda cuarentena. Y, de todas las detectadas, es la más contagiosa y resistente. Provoca, incluso, reinfecciones. Es mucho más alarmante que las británicas y sudafricana.
¿Por eso la vacuna de Sinopharm podría estar siendo menos eficaz en el Perú de febrero que en los Emiratos Árabes de diciembre? Es posible. ¿Los amigos de la Cayetano han considerado esta variable? Difícil. Pero está rampante en el país, por lo menos, desde enero. O antes.
Quizás por eso Málaga enloqueció. Sus resultados no cuadraban con lo que le llegaba de otros países.
Pero aquí ya estamos en el terreno de la especulación.
Sobre todo porque –y esto hay que machacarlo– el estudio de la Cayetano todavía no ha concluido.
En resumen, el proceso de Sinopharm/Cayetano ha sido poco transparente, poco ético y poco científico. Este es un caldo de cultivo perfecto para manipulaciones como las del canal de Erasmo Wong.
Una vez que presentas una media verdad al revés, puedes hacer lo que quieras con ella, como pedir la instalación de un nuevo gobierno espúreo de Acción Popular. Que es lo que se hizo en el programa de Beto Ortiz: literalmente en el bloque siguiente a la «revelación» apareció nuestro Bolsonaro Casto pidiendo la instalación del general acciopopulista Otto Guibovich en Palacio.
Con lo cual, nuevamente, colocas a la población en una situación de polarización. La trampa de noviembre, otra vez: te obligan a elegir. O la estabilidad de la mediocridad o el gobierno que nosotros queremos imponerte.
Y esto distorsiona todo el debate y las preocupaciones de fondo. El viernes, en La Encerrona, presentamos dos datos falsos que ha dado Sagasti precisamente sobre la vacuna de Sinopharm. No voy a entrar en ellos ahora porque sería complejizar aún más una columna que ya está demasiado cargada. Pero el caso es que, en un mundo ideal, este gobierno tendría que responder por lo que sí le corresponde, en vez de perder el tiempo en desmentir cosas en los que no tiene nada que ver.
(Otro campo de especialización para poder entender los cuadritos: los procesos burocráticos de autorizaciones sanitarias).
El caso aquí es que, sobre la base de un asunto que requiere conocer de…
investigaciones científicas epidemiológicas;
lógicas del mercado farmacéutico internacional;
intereses geopolíticos de la expansión china;
procesos burocráticos de autorizaciones sanitarias;
…te hacen creer que la vacuna de Sinopharm tiene solo 11% de eficacia y que el gobierno sabía de esto y que esa es la razón para que no permitan la venta de vacuna privadas y que esa es la vacuna que le van a poner a tu abuelito y que la solución es instalar un militar en Palacio.
Y nada de esto es verdad.
Los problemas tanto del estudio de Cayetano, como de la negociación con Sinopharm, como de la supervisión del Estado de todo esto, son bastante graves. Muy graves.
Requieren explicaciones detalladas, investigaciones a cargo de gente que conozca de los temas y, sobre todo, prudencia. No se soluciona con un nuevo cambio de gobierno, con la postergación de las elecciones o tirando abajo toda la campaña de vacunación.
Pero la gente quiere memes. El canal de Erasmo Wong produce memes. Nuestro Bolsonaro Casto ofrece memes.
Ya no son las 6 de la tarde. Ha llegado la noche.