¿Se acerca la Navidad y no sabes qué regalarle a tu chibolo/a? Comienza por leer esto de aquí.
Siempre quise un carrito a control remoto. Mi hermano mayor, quien me lleva menos de dos años, solía pedirlos por navidad, casi religiosamente. Y casi sin excusas, cada año hasta llegar a la adolescencia, encontraba uno nuevo debajo del árbol firmado “por El Niño Dios”.
En particular, recuerdo dos de estos. Uno era amarillo, tipo sedán, de no más de 50 centímetros de largo, el cual controlabas con un mando de dos palancas. Funcionó bien hasta que con mi hermano se nos fue por las escaleras y simplemente no arrancó más. El otro era azul, estilo Monster car. Quedé fascinada cuando mi hermano jugaba con él: era todo terreno y no importaba la superficie, el carro seguía adelante. Lo que tenía de especial era que cuando se estrellaba contra la pared, se daba un volantín y seguía adelante. Era tan genial, que mi hermano me lo prestó muy poco, celoso de compartir su juguete.
De chiquita también tenía fascinación por las pistas de autos de carreras de la marca Hot Wheels. De hecho, uno de los recuerdos más felices que tengo con mis primos (todos hombres) es cuando nos juntábamos en la sala para poner a competir entre sí a una veintena de carritos de juguetes en una pista de carrera de dos vueltas. Como si fuera un Derby, organizábamos campeonatos de varias rondas. Cada carrito tenía un nombre, ya sea inspirado por su color, modelo, o por alguna chapa que se nos ocurría. Había uno rojo y azul que le pusimos “El Cocharcas”, inspirado en el micro limeño en el que íbamos al colegio; y otro verde con marrón llamado “Shaggy” por el conocido personaje de Scooby Doo.
Traigo a esta columna el recuerdo de mis carritos de mi niñez ahora que visito emocionada las jugueterías, un gusto voyerista que realizo con mayor esmero cada diciembre. Ver qué juguetes nuevos hay en esta temporada navideña, qué nueva Barbie profesional ha nacido, conseguir más personajes de Toy Story para mi colección…en fin. Como cada diciembre, entre juguetes, recuerdo mi infancia. Recuerdo el soñar con que estos juguetes “para hombres” sean míos. Porque crecí teniéndolos de lejos: a veces prestados, otras veces robados a escondidas.
¿Juguetes con género?
Por su puesto, mi hermano y mis primos me compartían sus juguetes cuando estábamos juntos. Pero seamos sinceros: no era lo mismo. De hecho, siempre me sentía un poco relegada, la espectadora del juego, “la mantequilla”. No se confundan, no era que no me gustaran mis juguetes. Adoraba mis Barbies y mis muñecos: cada una con una personalidad distinta, con conflictos. Mis Barbies con casas y novios; sin novio y exitosas. Pero este era mi juego solitario, mi mundo imaginario.
El real momento de júbilo y risas llegaba con los juguetes de mi hermano y mis primos. Con los carritos, con los torneos de Blade Blade el equipo –una especie de trompos que se pusieron de moda por una serie animada–, con los duelos de cartas Yu Gi Oh!, o cuando se prendía el Play Station y jugábamos Crash Team Racing (el mejor videojuego de carreras, no acepto un argumento en contra).
Años después llegaría la pregunta: ¿Por qué los juguetes más chéveres, más grupales, divertidos y competitivos eran masculinos? No me van a decir que jugar con las Barbies entre mis amigas era más divertido que hacer que un carro de control remoto salte en 360 grados. O qué hacer pulseras-actividad que adoraba de niña- es igual que poner a pelear juguetes de Batman.
De niña no entendía qué podría hacer que un juguete sea para hombre y otro para mujer, pero me quedaban claras las distinciones. Desde la envoltura y la forma, mis regalos siempre venían envueltos de rosa o colores pasteles. Funciona tan bien esta clasificación que nos imponen desde chiquitos, que aun deseando tener mi propio carrito a control remoto, nunca me animé a pedirle uno a mi familia. Ni se me pasó por la cabeza. Estaba segura de que yo, una niña, no podía tener carritos de juguetes. Porque así no funcionaba el mundo.
Querer jugar, nada más
Por décadas, en general, los juguetes más asociados a los niños estaban relacionados con la lucha o la agresividad (muñecos de acción, soldados, pistolas, juguetes de competencia); y los juguetes más asociados a las niñas estaban relacionados con la apariencia (muñecas Barbies, accesorios, trajes de bailarina, maquillaje, joyas, etc.). Esta segmentación, sin embargo, cambió.
«Los juguetes son juguetes, hasta que le decimos al niño que es para niños o para niñas«, explica Elizabeth Lombardo, autora del libro «From Entitlement to Intention: Raising Purpose-Driven Children». «Cuando les decimos que algo es exclusivamente para niño o niña, eso da una etiqueta al juguete que el niño interiorizará. Por ejemplo, interiorizar que las niñas juegan con muñecas, puede conducir que los niños crean que las mamás cuidan de los niños, no los padres”, continúa Lombardo.
En resumen, los juguetes centrados en los géneros pueden perpetuar estereotipos. Los estereotipos por sí mismos no son negativos: nuestro cerebro los necesita para clasificar el mundo, para vivir en él: “son atajos que usa nuestro cerebro para hacer predicciones y tomar decisiones”.
Sin embargo, con frecuencia, los estereotipos conducen a los prejuicios. En este caso, ampliando la desigualdad entre niños y niñas, pues perpetúan que desde muy chiquitos asumamos ciertos roles que supuestamente estamos condenados a realizar.
Los psicólogos y educadores señalan que los juguetes pueden ayudar a los niños a expresar sus sentimientos, explorar nuevas ideas y repasar lo que han aprendido. Muchas veces, los padres se preocupan por el interés de su hijo varón en las muñecas de bebé o el gusto de su hija por juguetes de construcción, como si esto los fuera a “confundir” con su género. Muchos psicólogos creen que los niños aprenden sobre el género principalmente observando el comportamiento de los adultos en sus vidas. Aunque los juguetes pueden ayudar a los niños a expresar sus sentimientos, explorar nuevas ideas y repasar lo que han aprendido, los juguetes no tienen el poder de moldear la identidad de género de un niño.
Del otro lado del espectro, hay ahora una corriente de padres que promueven “los juguetes sin género” (genderless toys): juguetes que no son determinados por géneros. Como parte de promover en los primeros años de vida de los niños la igualdad de oportunidades educativas, y no perpetuar roles sociales específicos, nace esta tendencia de no condicionar a los niños a jugar con juguetes determinados por géneros.
De hecho, marcas como Lego, ya están trabajando en remover estos sesgos de su marca. Pero aún hay muchos retos por delante. “Hay una asimetría. Nosotros impulsamos a las niñas a jugar con juguetes “más masculinos”, pero no lo hacemos con los niños de la misma manera. Falta normalizar que niños también puedan jugar con cosméticos y muñecas”, explica Gina Rippon, neurobióloga y autora de «The Gendered Brain».
¿Con qué quieres jugar?
Me gusta la creencia de que las cosas en la vida no son dicotómicas. Me parece un error calificar algunas de mis experiencias como blancos o negras. Los seres humanos vivimos en constantes matices, más de los que nos gustaría aceptar. Y así como siempre he guardado como un secreto mi deseo por los carritos de juguetes, en honor a la verdad, mi familia me permitió más juguetes que los exclusivos para mujeres.
Mi mamá me compraba las mismas cartas de Yu Gi Oh! que tenían mis amigos, a pesar que en alguna oportunidad un niño en el colegio me dijo que “las niñas no coleccionan cartas”. También mis abuelos me regalaban canicas, y mi hermano me permitía adueñarme de sus juguetes de acción, que terminaban protagonizando los sketchs que inventaba con ellos. Una especial mención a mi madrina, quien hace unos meses se disculpó: “Debí dejarte de regalarte tanto bebe llorón y comprarte carritos también a ti”.
En realidad, saber con qué quiere jugar un niño puede ser tan fácil cómo preguntarle. ¿Por qué los adultos nos emperrechinamos en etiquetarlos y decidir por ellos? Esta Navidad, pregúntale a tu chibolo, a tu sobrino, a tu primito: ¿con qué te gustaría jugar? Presta atención qué programas de televisión ve, busca los juguetes STEM (por su siglas en inglés, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que promueven a través del juego que el chico utilice los dos lados del cerebro, y sobre todo, siéntate con ellos a enseñarles que hay universo enorme de juguetes más que muñecas para niñas y soldaditos para niños.
Elige los juguetes en función de los gustos de la niña o el niño, trata de olvidarte del género. De hecho, puedes ofrecerle otro tipo de referentes. No solo las muñecas científicas son para enseñarles a las niñas; un niño también puede gustarle Frozen o una superheroína. Dejemos de pensar en los colores de los juguetes, en sus anuncios, y quizás sea más conveniente que nos centremos en cómo hacer posible que un niño y niña se diviertan, que aprendan de la diversidad, y que tenga la libertad de pedir el juguete que quieran.
PS: Má, que seguro has llegado hasta aquí: ya sabes qué quiero por navidad.