«Tyranny is the deliberate removal of nuance»
Albert Maysles
Me topé con esa cita cuando estaba viendo un video sobre la cancelación de Pepe Le Pew, el acosador zorrillo francés: «la tiranía es la erradicación deliberada de los matices»
(Sí, esos son los temas que ocupan mi tiempo libre.)
Es una buena cita y me recordó que les debo una explicación sobre los matices de mi opinión de congelar las negociaciones con Sinopharm hasta que ellos puedan mostrar evidencia incontrovertible sobre su eficacia.
Aunque, antes de empezar, me gustaría señalar que el gobierno, en esencia, anunció un par de días después que habían optado precisamente por ese camino: esperar por un «informe final»
Les recomiendo mucho este breve fragmento de la entrevista de Juliana Oxenford a Sagasti, debe ser la mejor intervención que ha tenido el presidente sobre este tema.
Allí dejó claro algo que no he visto levantado por la prensa peruana: que se está esperando dos fajos de documentación por parte de Sinopharm. La primera, un informe para su aprobación ante la OMS. La segunda, los resultados de Fase 3 con miras a ser publicados en alguna revista especializada de revisión por pares (Sagasti menciona The Lancet).
Y si esa documentación –que llegaría durante esta semana– no llegase a ser entregada, pues «no pasa nada», según Sagasti. «Por eso se está negociando con otros laboratorios».
Este cuadro de Carlos Chunga deja claro cuáles ya están compradas y cuáles se están negociando.
De esas 48 millones ya compradas, 40 están aseguradas para este año. Esto significa un 60% de la población. Aún es insuficiente.
Del cuadro se desprende algo que también dije en el programa: que la piedra angular de la vacunación peruana, tal como están las cosas, es Sinopharm. Sin embargo, siguiendo en el cuadro, si lográsemos cerrar ya con Gamaleya, Moderna y Johnson & Johnson, no sería necesario.
Porque, por supuesto, tenemos un asunto crucial: la velocidad de llegada. ¿Las otras garantizan ser tan veloces en sus entregas como parecen ser los chinos?
Si se comprara Sinopharm y esta pudiera entregar las 37 millones restantes durante este año, alcanzaría perfectamente para toda la población peruana.
El problema está en la desconfianza.
Y aquí quiero entrar en el punto de este texto
«Cuando recibimos una información por primera vez, nuestro cerebro necesitará invertir energía extra para reemplazarla, aunque esa primera fuera falsa y una recibida posteriormente, verdadera», explica el psicólogo social Iván Pico.
Nuestros cerebros son vagos. Tienden a economizar. Siempre.
Por eso las primeras impresiones son tan importantes.
Son como las primera dosis de una vacuna: suficientes para combatir toda la información que llegue después.
Y nunca existió una primera impresión del dato de eficacia de Sinopharm. No existe. No hay nada incontrovertible sobre ella. El Perú compró un poco a ciegas ese primer millón. Y peor aún: muchos de los involucrados en esa compra son vacunados VIP.
A ver, después de eso intenten explicarle a la gente que los resultados de la Cayetano no fueron una factor de decisión en la compra del primer millón. Buena suerte.
O intenten desmentir las fake news antivacunas.
Es imposible.
Y es imposible, a estas alturas, porque Sinopharm no tiene ese dato incontrovertible que serían su publicación de Fase 3.
Sinopharm es una empresa con serios cuestionamientos sobre su opacidad, su agresiva estrategia comercial y, por supuesto, la eficacia de su vacuna. Por supuesto, estamos en una emergencia mundial. Ninguna de esas cosas debería ser realmente significativa si la vacuna lograse superar el 50% de eficacia, que es el estándar mínimo.
Con toda seguridad, habiendo visto la evidencia mundial y local hasta el momento, todo indica que la vacuna de Sinopharm supera ese umbral.
El problema está en la primera impresión.
En diciembre, antes que nadie, Pfizer anunció una eficacia del 95%. Una brutalidad. Histórico. Como para enmarcar.
Desde entonces, todas las demás farmacéuticas han tratado de competir, en vano, con esos resultados. No había necesidad, estrictamente. Con 51% les habría bastado.
Pero, claro, allí entra el negocio. Una dosis de Pfizer cuesta, para los gobiernos de Estados Unidos y Europa, entre 15 y 20 dólares. ¿Con qué cara Sinopharm pretende cobrar lo mismo si es menos efectiva? Quizás por eso es mejor dejar su efectividad envuelta en el misterio.
Hay argumentos a favor de ese costo de Sinopharm, claro. Es más fácil de trasladar y aplicar, que no es poca cosa en un país enorme y con una geografía inverosímil, como el nuestro. Pero las primeras impresiones son importantes y en la primera impresión económica, Pfizer volvió a ganar la partida
Por tanto, el gobierno peruano nunca pudo anunciar cuál era el nivel de eficacia del primer lote de vacunas que compró. Dejó la cancha para que la primera impresión sea establecida por una televisora de fake news.
La semilla de la desinformación es difícil de erradicar. Imposible, si no tienes algo contundente para arrancharla. Esa contundencia, por suerte, se podría encontrar en esos dos documentos que Sagasti dice estar esperando… El problema está en cuán públicos podrán ser esos datos. Si no pueden hacerse públicos, a nivel de confianza, será lo mismo que nada.
La gente exige certezas absolutas. Estas no existen, por supuesto. Pero quiere algo que se acerque.
A esto iba cuando dije hace unos días que había que congelar –no «cancelar»– la compra de Sinopharm hasta que el gobierno pueda tener un argumento. Es decir, hasta que cuente con una información contundente que –machacado una y otra vez– logre combatir esa primera impresión que marcaron los antivacunas.
Pero vivimos en la tiranía del like. Del me gusta vs no me gusta. De las únicas dos opciones que existen. No hay más. No hay consideraciones previas. No hay salvedades. No hay matices. Iñaki Gabilondo lo dijo mejor cuando se retiró, harto de este estado actual de cosas:
Me cuesta muchísimo opinar. Es una de las cosas que más me han hecho sufrir. En el actual juego de polarización tan radical y superlativa, parece que hay un recetario de respuestas, según seas de derechas o izquierdas. Nunca he ocultado mi ideología de centroizquierda, pero eso no me ha resuelto nunca las dudas. Y cada vez me resulta más imposible decir nada sin tener en cuenta la montaña de matices y contradicciones que obvias. Hay quien no tiene dudas y sí certezas absolutas, cosa que a mí me aterra. No tengo ese consuelo.
Puede ser que tu opinión sea 8, pero siempre será elevada a 10. O que sea 4, con lo que se reducirá a 1. Puede aplicarse a vacunas, opciones electorales o el debate sobre Pepe Le Pew. Me ha pasado a mí, que he tenido que dedicar todo esto a dejar en claro que no estaba diciendo que hay que «congelar» no es lo mismo que «cancelar» a Sinopharm, como si fuera un influencer ampayado o un dibujo animado incorrecto. Y que, a continuación, tengo que escribir esta misma oración explicando que eso no significa que debamos comprar de inmediato los 37 millones. Y que, para mayor seguridad, tengo que insistir que nada de esto significa que no debamos seguir insistiendo en que la mejor vacuna es la que llega a tu brazo.
Pero ese es el mundo en el que vivimos. Y si yo tengo que hacer esto con mis opiniones, con mayor razón debe hacerlo el gobierno con sus disposiciones.
El gobierno sería irresponsable en rendirse ante los antivacunas. Pero necesita entender que el daño ya está hecho y va a costar muchísimo remontarlo. Porque ellos no fueron capaces de establecer la primera impresión. Le dejaron la primera dosis a la enfermedad, no a la vacuna.