El texto de hoy es una excepción. Normalmente, este tipo de «documentos» se manejan de manera interna o discreta. Not today: hoy les traemos la Guía de Estilo de La Encerrona, también rebautizada como…
Algo que siempre ha sido evidente para todo el que quiera verlo, pero que se acentuó aún más este año, es el abismo entre el criterio periodístico y las expectativas del público.
Me explico: los periodistas nos vemos más como una suerte de logia arcana que como profesionales de carrera. Tomamos muchas decisiones y defendemos muchas posturas basados en tradiciones o dogmas. A pesar de todo lo que ha avanzado la ciencia –a nivel neurológico, estadístico, de desarrollo cognitivo, de teoría sistémica, etc., todas áreas pertinentes para nuestro oficio–, seguimos actuando bajo códigos inventados hace cien años por gringos que querían vender más periódicos.
Esos códigos, dogmas o tradiciones siempre han sido inescrutables para el gran público. Ese es un problema.
Pero la brecha se ha ido acentuando con los años. Las redes sociales han ido moldeando los valores de la gente. Lo que nos lleva al segundo problema: las reglas periodísticas establecidas hace un siglo se construyeron asumiendo un entorno mediático –y, por tanto, una opinión pública– radicalmente distintos a los que tenemos hoy.
En los últimos quince años no solo se ha visto un estallido al infinito de productores de «contenido», sino que también se ha roto la barrera entre lo público y lo privado; se ha radicalizado a cada uno en burbujas informativas que sirven también como filtros de realidad, y se ha acostumbrado a la audiencia a exigir de todo emisor –prensa incluida– validación identitaria o refuerzo de sus convicciones.
Por ejemplo, algunos exigen que «no se debe dar pantalla» a políticos que no son de su agrado. Otros están acostumbrados a la invasión de la vida privada ajena. La mayoría interpreta una información contraria al gobierno como una validación de las intenciones de la oposición, y viceversa. El debate es largo y excede lo que entendemos por «objetividad» y se traslada hacia temas como la post verdad y la representación.
En este ambiente, ¿cómo separar el «periodismo» del resto de «contenido» que inunda Internet? ¿Cómo explicar que un periodista tiene determinadas reglas de juego que un youtuber o un tuitero no tienen por qué seguir? Y, quizás más importante aún: ¿cómo tener siempre presentes estos dilemas?
Pues como siempre: pasito a paso. El primer paso, se me ocurre, es exponer con claridad cómo tomamos decisiones para armar el programa. Y la forma más directa de hacerlo es publicar esta suerte de Mini Manual de Estilo del programa.
Normalmente un Libro de Estilo es eso: un volumen de varias páginas. A veces pienso que los hacen así de largos para que la gente se aburra y no los lea. Los famosos «Principios Rectores» del Grupo El Comercio tienen más de 30 páginas y, digamos, debe ser difícil encontrar allí algo que justifique cómo se comportaron el año pasado.
Así que esta Pequeña Guía de Estilo de La Encerrona trata de ser abarcable y rápida de leer. Hay temas que no se tocan (la independencia o la ortografía, por ejemplo) porque son estándares mínimos que ya están sobreentendidos si estás trabajando en este programa. Se elaboró en julio del año pasado, cuando se decidió que entraría una cuarta persona al equipo, con lo que La Encerrona ya se terminaba de desligar de la personalidad y las ideas de su fundador y pasaba a ser, ya oficialmente, una producción colaborativa en la que incluso se podía prescindir de mí.
Así que, para iniciar el año, un poquito de las ideas con las que armamos esto que –desde mañana– les volveremos a ofrecer todos los días. Gracias por estar allí y muy feliz año para todos.
Mini Manual de Estilo de La Encerrona
Somos un SERVICIO. Somos ÚTILES.
Esto implica tener siempre un pie en datos PRÁCTICOS (toques de queda, información médica, explicaciones legales). Todo eso nos interesa más que una primicia.
Pero nos gustan las primicias.
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Ser un servicio implica, también, priorizar los temas que ya son materia de conversación («noticias que son virales»). Aquí aportamos CONTEXTO.
Ojo: no todo lo que es viral, es RELEVANTE. A veces, es mejor no abordar un tema que perder el tiempo explicando por qué no merece cobertura.
Por eso también buscamos PRIMICIAS. Información novedosa que sea relevante aunque otros medios no se ocupen de ella («noticias que deberían ser virales»).
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Las FAKE NEWS sí se abordan. Sí se ponen sobre la mesa. En este caso, no basta con ignorarlas. La prensa ya no es solo un altavoz. Sobre todo, somos UN FILTRO.
Mientras más difundido un bulo o una paparrucha, con más ganas se desmiente.
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Nuestro tiempo es limitado. MÁXIMO: 21 minutos.
Por eso mismo, el solo hecho de incluir una noticia ya es una declaración de su importancia. Filtremos bien.
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Entramos por el OÍDO.
El episodio ideal no tiene ningún apoyo visual (aunque sean cada vez más inevitables). El ritmo, la calidez, la información dependen únicamente de cómo SONAMOS.
Por eso repetimos las palabras, repetimos las frases, le damos cadencia y énfasis a lo que queremos que se quede la gente. EDITAMOS con la voz.
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Nos ven FAMILIAS peruanas. Niños, abuelos, universitarios y gerentes. Peruanos en el extranjero. Nos pasan en radios y canales regionales. Nos perifonean en los mercados. Nos ven en la combi.
Ese es nuestro público. Lo que significa que NO PODEMOS ASUMIR absolutamente nada sobre ellos.
Y no podemos asumir que ellos saben algo que nos parezca que “todos saben”. Idealmente, cada programa es un RESETEO desde cero, para ese nuevo espectador que recién nos conoció hoy.
No decimos lisuras ni usamos una jerga demasiado nicho.
NO DEMOGRAPHIC SWEET SPOT. A PLACE WHERE WE ALL COME TOGETHER.
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En los medios audiovisuales –como el nuestro– prima el SENTIMIENTO sobre la razón.
Nosotros hacemos trampa: empaquetamos con sentimientos un discurso RACIONAL.
Idealmente llevamos TRANQUILIDAD y buena onda. Compostura y SIMPATÍA. Empatía.
Un chiste de vez en cuando está bien pero no forzamos el humor.
Si hay NECESIDAD de indignarnos, nos indignamos. Pero si te indignas por todo, terminas indignándote por nada.
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Una declaración por sí sola NO ES NOTICIA. La respuesta a una declaración NO ES NOTICIA. Dos políticos insultándose nos aburren. Basta de declaracionitis. Una noticia es un acto. Un hecho. FACTS.
Una declaración PUEDE ser noticia. Pero esto no se calibra en función a cuán bombástica es, sino SOLO SI REVELA ALGO MÁS (algún dato, alguna corriente de pensamiento, alguna contradicción muy flagrante). De nuevo: FACTS.
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Las tendencias tuiteras NO MARCAN AGENDA. Twitter es una herramienta para buscar información, no para decidir qué presentamos. Casi nunca sus grandes e interminables debates le importan a nadie. Miramos siempre fuera de esa burbuja.
No somos un noticiero POLÍTICO. Somos un mini noticiero. A secas. Eso implica interés general. La minucia de la política cotidiana, sus complots intrascendentes, la obsesión de algún colega con un tema o con sus fuentes… no nos interesan. Y tampoco importan.
(Sí, en el fondo, TODO ES POLÍTICO. Pero tratamos de que no lo parezca.)
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NINGÚN TEMA ES ABURRIDO. Justamente somos los periodistas los que nos encargamos de que algo sea aburrido o no. Si algo resulta aburrido es por incapacidad de la prensa para convertirlo en otra cosa. Des-aburrizar lo importante es nuestro trabajo.
NINGÚN TEMA ES BANAL. Un asunto del mundo del espectáculo puede revelar la misoginia o la homofobia institucionalizadas de nuestra sociedad. Una polémica deportiva puede explicar vínculos políticos o empresariales. Bien mirado, todo es importante.
PERO LO URGENTE LE GANA A LO IMPORTANTE. Es la desventaja de ser lo que somos: un servicio.
Si algo sucedió hace dos días, ya fue: a medio día, noticia confirmada; en la tarde, materia olvidada.
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Siempre hay formas de «rescatar» un tema desfasado. Pero eso necesita de una EXCUSA PERIODÍSTICA: un pie coyuntural, una secuela, algo que le dé relevancia para el aquí y el ahora.
Vivimos siempre en el aquí y el ahora.
Someterse al aquí y al ahora es una forma de liberarnos de nuestros sesgos y obsesiones. PRIORIZAR LO COYUNTURAL te libera de la tentación de someter la agenda a tus apegos o aversiones.
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La OBJETIVIDAD no ocurre hacia afuera. NO es una performance.
(Al contrario, nuestra performance, al ser empática, necesariamente es subjetiva)
La objetividad no consiste en exponer versiones contrapuestas. Consiste en CORROBORAR si alguna de ellas es cierta.
La objetividad ocurre en el backstage. DETRÁS DE CÁMARAS. Cuando estamos recopilando los datos, cruzando la información, eligiendo al sujeto de crítica, hablando con todas las partes.
Hay que VER si está lloviendo.
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Lo único que sabemos hacer bien los periodistas es PREGUNTAR.
Y, en segundo lugar, TRADUCIR las respuestas que obtenemos.
Idealmente, en algún asunto MUY especializado (sobre todo en algún tema que necesite de extra credibilidad), le cedemos nuestro espacio a algún invitado.
Intentamos EXPLICAR las cosas. Lo importante no es solo que la gente sepa lo que pasa, sino que ENTIENDA lo que pasa.
Intentamos que nuestros INVITADOS NO SEAN LOS MISMOS que salen siempre en la TV y radios limeñas.
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Tenemos la mirada SIEMPRE fuera de Lima. Somos un noticiero nacional.
De vez en cuando le dedicamos un bloque entero a una REGIÓN entera.
Lo ideal sería viajar a esa región. Mientras no se pueda, SIEMPRE HAY BUENOS PERIODISTAS a los que recurrir.
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En general, en todos lados, siempre, hay buenos periodistas. Incluso, en medios tradicionales nefastos. Por eso, cuando nos referimos a su trabajo CITAMOS EL NOMBRE DE LOS REPORTEROS, no solo el del medio.
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Aprovechemos la libertad de no estar en un medio tradicional nefasto y estemos a la CAZA DE IDEAS NUEVAS. Por lo general, las encontraremos en medios extranjeros.
Los chats de WhatsApp y de Telegram de nuestros suscriptores son MUY BUENAS FUENTES. Estemos atentos a lo que circula por allí.
Hay muy poco periodismo de DATOS. Hagamos más. Y si pueden ser ÚTILES para la gente, mejor.
Siempre todo ÚTIL. Porque somos un SERVICIO.