Hoy, Pedro Castillo podría aprender algo de Pedro Castillo.
Casi escribo que Vladimir Cerrón también podría aprender algo hoy. Pero los chats exhibiendo cómo boicotea al gobierno de su propio partido, lo muestran más allá de toda sensatez.
Y, de hecho, sería un error victimizar a Castillo.
Pero está bien. Caigamos en el juego. Intentemos un ejercicio más bien iluso a estas alturas: Démosles por un momento, a ambos, el beneficio de la duda. Otorguémosles la capacidad de analizar con realismo su propia coyuntura .
Y hablemos de su Reforma Agraria. Y de sus chats.
Para hoy, 3 de octubre –aniversario del golpe de Velasco–, el gobierno ha anunciado una «Segunda Reforma Agraria«. A pesar de que el nombre y la fecha puedan invocar flashbacks de Vietnam en los miembros de la Coordinadora Republicana, no hay razón para el estrés postraumático.
Según reportan varios medios, lo que se va a anunciar hoy en Sacsayhuamán no tiene nada que ver con expropiaciones. Ni siquiera con el debate sobre la reconcentración de tierras agrícolas alrededor de los mega proyectos de irrigación o complejos azucareros (en los que Erasmo Wong, por ejemplo, aún tiene mucho que responder).
No. Nada de eso.
En realidad, el gobierno básicamente está lanzando hoy un programa de tecnificación y financiamiento para los pequeños agricultores. Revisando sus detalles, aún muy vagos, es difícil encontrar medidas que pudiéramos llamar intrínsecamente de izquierda. Al contrario, el ministro Víctor Maita se ha paseado por varios medios asegurando que esta 2RA tendrá una «visión empresarial«.
Más que la reforma de un sector que ciertamente merecería, por lo menos, una transformación importante, estamos hablando aquí de abordar algunos temas pendientes, de alcance modesto.
Lo que está muy bien, en realidad.
Ciertamente, cualquier otra cosa hubiese sido una locura, teniendo en cuenta que el gobierno tiene poco más de dos meses en el poder. En 60 días no puedes planificar nada de cierta envergadura. Incluso, el propio Velasco gestó su Reforma Agraria durante nueve meses. Recuerden: el aniversario de hoy es del golpe. La expropiación de latifundios se inició en lo que, desde ese momento, se conoció como el Día del Campesino: 24 de junio del año siguiente a su levantamiento.
Quizás Pedro Castillo sabe que difícilmente llegará al próximo 3 de octubre y no quería correr el riesgo de perderse el gusto de celebrar esta fecha –tan querida por la izquierda local– con algún anuncio de retórica revolucionaria. Aunque sea una vez.
Y, así, la premura de las medidas determinó su modestia.
(Un contraste: Como se vio en el brillante documental La Revolución y la Tierra, la Reforma Agraria implicó no solo un cambio en las reglas de juego de la propiedad de la tierra, sino también una transformación cultural a gran escala. Un ejemplo: las magníficas ilustraciones del huancavelicano Jesús Ruiz Durand, que ilustran este post. Nada ni remotamente similar es parte de esta pretendida 2RA).
Por suerte, al menos en esto, el gobierno parece haber reconocido los límites de su verdadera capacidad humana, política y constitucional. Para robar una frase de Íñigo Errejón, esta vez, alguien en Palacio parece haberse dado cuenta que, para la izquierda, no es momento de épica, sino de siembra.
Que es básicamente todo lo contrario a la película que parece estarse proyectando 24 horas al día en la cabeza de Vladimir Cerrón.
A Cerrón y su gente les conviene seguir jugando al radicalismo: boicotear a los ministros menos extremistas, poner contra la pared al gobierno en el tema de Venezuela, amenazar unilateralmente con expropiar Camisea o con la cuestión de confianza… No tienen nada que perder con ninguno de estos movimientos.
Véanlo así: Si, por un milagro, el gobierno se mantiene a pesar de todo esto, podrán alardear, orgullosos, de no haberse humalizado, de no haber traicionado sus principios. Si, como parece inevitable, el gobierno no llega a completar su periodo, podrán construir la narrativa fácil de un complot de la derecha que no los dejó transformar el país.
En cualquiera de esos dos escenarios, mantienen la lealtad de sus bases radicales y el partido sobrevive al gobierno.
El problema es si el país sobrevive al gobierno.
Si la 2RA se mantiene dentro de lo anunciado, no se acercará a la transformación radical que fue la primera. Y eso, en este momento de crisis nacional y global, –vale la pena repetirlo– está bien. Esta es la lección que tendría que aprender Pedro Castillo. Escuchar más a los que plantean sembrar con realismo, pensando en el país, y prestarle menos atención a los que quieren jugar a la épica revolucionaria, pensando solo en ellos mismos.
Si lo de hoy sale bien, si la 2RA no es intervenida por la mano de Bellido, si los anuncios que se hagan se alejan lo bombástico y se acercan a lo necesario… si todo eso ocurre hoy, con toda seguridad saltarán las voces cerronistas decepcionadas. Y harán mucha bulla. Pero, lejos de la bulla, estará la cordura de lo real. Y quizás Pedro Castillo pueda empezar a entender por dónde debería enrumbar. Empezar a entender que es hora de echarle tierrita a cualquier pretensión de radicalismo.
Han pasado dos meses de gobierno. Tiempo más que suficiente para que queden claros los planes y las intenciones de todos los jugadores. A estas alturas, el presidente Castillo debería haber entendido que es hora de escoger: o el Perú o Perú Libre.
Esa sí que sería una revolución.
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