A diferencia de la mayoría de libros de entrevistas, Casi Bicentenarios es un libro que te pueden spoilear. Tiene un formato que, creo, será mejor que el lector descubra cuando lo tenga entre manos. He intentado no decir mucho sobre esos detalles ni en las entrevistas ni en la campaña de lanzamiento de libro. La idea es que lo abras pensando que es una cosa y que resulte ser algo distinto.
Pero hoy me voy a traicionar aquí. Solo hoy.
Por eso aquí tienen, en exclusiva, el prólogo del libro. Allí les cuento un poco más sobre las decisiones que han moldeado el libro y lo hacen algo distinto.
Releyéndolo, quizás vale la pena aclarar un par de cosas. Para entonces, Casi Bicentenarios tenía otro nombre, más aburrido y más atado a la idea de «explicar» el 2020. Pero luego pasaron dos cosas.
La primera: me hicieron ver que buena parte del mérito de los entrevistados era no solo el relato de lo vivido, sino también su visión de lo que podría o debería ocurrir en el futuro. Era un libro más para el 2021 que para el 2020.
Lo segundo que ocurrió fue el régimen de Merino, un golpe tan tremendo para nuestra sociedad, que nos obligó a revisitar algunas de las entrevistas. Es más: nos obligó a agregar una conversación más, la de las Brigadistas. Y eso, inevitablemente, retrasó la publicación. Mejor así, creo. Siento que es más «útil» hoy que hace un par de meses.
Y lo otro que debe decirse es que parte de la idea que verán desarrollada en las siguientes líneas tiene muchas inspiraciones. Algunas pueden rastrearse hasta el Test de Proust o referentes más cercanos como la multitud de podcasts que intentan trasladar el Inside the Actors Studio a la realidad Zoom, pero la más familiar y cercana es Rajes del Oficio (Planeta, 2007-2008) de Pedro Salinas, cuyo volumen 3 muchos seguimos esperando.
Pero luego, la tecnología nos permitió (y la pandemia nos obligó a) ciertas interacciones periodísticamente poco ortodoxas que se explican mejor en el siguiente texto. Y esa ventaja (y obligación) tecnológica ha quedado plasmada en la espléndida portada y, aún más, en las páginas interiores diseñadas de Arbus Carrasco. No diré más sobre eso porque no debería soltar todos los spoilers en este post.
Casi Bicentenarios será presentado por Jaime Chincha –que promete someterme a lo mismo que sometí a los entrevistados– el jueves 18 de febrero a las 10 de la mañana. Nos vemos.
INTRODUCCIÓN AL AÑO 2021
Y cuando el peligro terminó
y las personas se reencontraron,
lloraron por los muertos.
Y tomaron nuevas decisiones.
Catherine O’Meara
El futuro ya no es lo que era. Durante la optimista década de los 10, aún borrachas por el boom del cobre, las autoridades peruanas anunciaron diversas metas que habríamos alcanzado cuando llegase el simbólico año 21 de este siglo. El bicentenario de habernos declarado libres e independientes. La mayoría de edad, en años-país.
Según esas proyecciones oficiales –es decir, con el respaldo de todo el aparato del Estado– para celebrar nuestros dos siglos de existencia, en el Perú se habría reducido la informalidad a poco más del 50 %, y la pobreza, al 15 %; tendríamos «nivel cero» de deforestación; Lima contaría con dos líneas de metro, una de ellas, subterránea; Cusco recibiría vuelos internacionales en su propio aeropuerto; nuestro país se habría convertido en miembro de la OCDE, el tan anhelado club de los países desarrollados; y las corvinas, sobre las olas, nadarían fritas, con su limón.
Huelga decir que recibimos el 2021 muy lejos de cualquiera de esos escenarios. No es el propósito de ninguno de los doce entrevistados ni de este libro explicar qué pasó, qué salió mal, cómo terminamos así. Hay otros libros que sí se han fijado esa meta. Lo que sí contienen las siguientes páginas es el testimonio de doce peruanos y peruanas que, como todos nosotros, se enfrentaron a la realidad del 2020, el año en que las promesas —en especial, la Promesa— del Bicentenario se alejaron más que nunca. Doce peruanos y peruanas de diversos oficios, generaciones, colores, trayectorias y miradas que, desde distintos rincones del país y del mundo, sobrevivieron a ese futuro que nos tocó en el año 2020 de nuestra era. Y que tienen algo que decir.
Todos tenemos algo que decir, por supuesto, pero escogimos a doce personajes cuyo 2020 tuviera algo que enseñarnos al resto, incluidos los otros once. Doce voces que no solo merecieran ser escuchadas, sino también contrapuestas. Gente que vivió las múltiples crisis desde dentro del Perú y también peruanos que las siguieron fuera de las fronteras. Nacidos en Lima, Piura, Iquitos, Ayacucho, San Martín. Dos médicos, una cantante, un empresario, un congresista, un politólogo. Dos comunicadoras: afroperuana y awajún. Una data manager especializada en salud, que resulta ser también activista transexual. Una economista de Harvard que trabajó de ministra. Una abogada y una informática que se entrenaron en TikTok para desactivar bombas lacrimógenas. Sus visiones y también sus experiencias de este 2020 eran notables por sí solas. Yuxtapuestas, sus discrepancias y coincidencias nos pintan un panorama más completo de un país que, durante buena parte del año, muchos solo lograron ver en sus pantallas.
Elegirlos, se adivinará, fue en sí misma una tarea ardua. Solo existió un criterio de unidad: nadie mayor de 45. En nuestro ecosistema mediático parecen existir solo las voces de señorones que hace buen rato que doblaron la edad promedio (treinta años, según el INEI) de un peruano. A fines del inagotable 2020, la aventura autoritaria de Merino, Flores-Aráoz et al. confirmaría esa percepción: El de un Perú Oficial desconectado generacionalmente del Perú Real. Por eso, en estas páginas se pone los reflectores en personajes que no solo tienen ya una voz notoria en sus ámbitos, sino que, con toda seguridad, seguirán teniendo mucho que decir en los años venideros. La mitad de ellos tiene treinta y pocos, que parece ser la edad promedio en la que una voz suele (o merece) hacerse escuchar. Ellos no son de la Generación del Bicentenario. Pero casi.
Aunque sí: por su edad, dos de las entrevistadas en este libro pertenecen a lo que los marketeros llaman Generación Z, tambien conocidos como centennials o, si peruanizamos la categoría, bicentennials. Una de ellas, incluso, nació este siglo.
A decir verdad, existió otro criterio de unidad: las preguntas. Se elaboró un cuestionario básico, un puñado de preguntas que fue el mismo para todos. Esto, con suerte, le permitirá al lector establecer su propio contraste entre los personajes. Enfrentados a lo mismo, las coincidencias y diferencias se hacen más patentes: cómo reaccionaron, en qué pensaron, por dónde enfocaron sus respuestas; con suerte, el lector encontrará especialmente ilustrativo este esquema en las preguntas intencionalmente generales y abiertas.
Pero las conversaciones también fluyeron por sí solas, siempre de la mano de los entrevistados, quienes tuvieron total libertad de llevar su propio ritmo a lo largo de varios encuentros. Lo que contienen las siguientes páginas no son las transcripciones de un solo encuentro. Son, más bien, reconstrucciones de charlas que tuvieron lugar entre mayo y noviembre del año pasado. Casi todas tienen como núcleo principal una sesión de Zoom, pero conforme transcurrían el año y los acontecimientos, nuestro diálogo se fue actualizando por WhatsApp y correo electrónico. Los diez contactados iniciales fueron extremadamente pacientes con el proyecto y aproveché al máximo esa generosidad cuando les pedí que eligieran a alguno de los otros para plantearles una pregunta. Para que las voces conversaran entre sí. Todos aceptaron de buen grado esta y otras ideas, improvisaciones y apuros. Debido al talento, la seriedad y el tiempo que todos le dedicaron a este libro, estas páginas son mucho más suyas que mías.
Cada conversación se ha editado –o, insisto con la palabra, reconstruido– para que los baches temporales no se sientan. A menos, por supuesto, que esclarecer la ubicación cronológica de una respuesta sea esencial para su comprensión. Quizás, al lector le suenen muy ominosas las referencias a una pandemia que se siente mucho menos apremiante hoy que cuando se iniciaron estos diálogos. Pero la idea detrás de presentarlas como un solo flujo es que estas voces deberían sonar más allá de su temporalidad específica, más allá del año previo al Bicentenario, más allá de las tan diversas crisis de ese año en el que cumplimos casi 200. El propósito de esta selección es que sus voces no solo constituyan el registro de un año devastador, sino también el inicio de una conversación sobre los años vienen. Sobre el futuro que ya fue y sobre el que será. El inicio de una conversación entre todos los que, de alguna manera, se identifican con, por lo menos, una de estas voces. Una conversación entre peruanos sobre este año fetiche, sobre el año infame que lo precedió, sobre los doscientos anteriores y los posteriores, en resumen, una conversación que sea, como todas las conversaciones que valen la pena, el inicio de algo más. La introducción de las páginas que están por escribir. El prólogo de las decisiones que tendremos que tomar.