Los derrotados tienen sangre en el ojo. Su golpe fracasó y, como vienen demostrando desde el 2011, son pésimos perdedores.
Lo que es peor para ellos: la reacción popular les ha demostrado que, a pesar de controlar el discurso oficial desde hace décadas, a pesar de haberse asegurado de despolitizar la televisión, a pesar de haber copado los poquísimos espacios de debate que quedan en los medios, su influencia directa en la opinión pública es insignificante.
Nula.
Solo un 5% de los peruanos se ha comprado su visión la realidad. El resto del Perú –en la práctica, la totalidad del Perú– está en la otra orilla. Y está dispuesto a pelear.
Pero este no es un canto de victoria. Todo lo contrario. Estamos hablando de un grupo de radicales fanatizados… y ardidos. Reducidos, sí, pero poderosos. Con suficiente dinero e influencia como para haber orquestado no solo un golpe «legal» sino también la represión policial y mediática subsiguiente. Lo que no calcularon –porque el fanatismo de su burbuja no les permite nada cercano siquiera a un análisis racional– fue que la reacción no sería multitudinaria, sino unánime.
Que el país no terminaría polarizado, sino unido.
Esto tiene que haberles provocado una disonancia cognitiva muy dolorosa, muy chocante, muy difícil de sobrellevar. Tiene que ser muy duro chocarse de esa forma con la realidad. Esto explica la virulencia con la que han reaccionado y movilizado a sus huestes. Después de todo, 5% del Perú no es poca cosa: son más de un millón de peruanos. Un millón, ahora mismo, desconcertado, que no se explica por qué todos a su alrededor tienen no solo una opinión distinta –que ya es difícil de aceptar– sino incluso algo más profundo: un sentido de la realidad totalmente opuesto.
Entonces, buscan explicaciones. No es que ellos están equivocados. No. Sino que el 95% de peruanos fue manipulado por los medios. ¡La televisión convocaba a las marchas! Ese era su discurso hasta hace unos días. Pero luego se dieron cuenta que no. Que nadie tomaba en cuenta ese rollo porque, para variar, no tenía ninguna correspondencia con los medios. Es más: la gran mayoría de gente que salió era muy joven y que casi no consume medios tradicionales. Entonces, tenía que haber otros culpables. El terruqueo también se les ha desinflado. ¿A dónde apuntar? ¡Internet!
Y aquí es donde los líderes del 5% se sienten cómodos: en el campo de batalla de la individualización. Nunca es el sistema el que está mal. O la estructura. No. Nunca es la gente que está descontenta porque las cosas no funcionan. Siempre es alguien que manipula a la gente. Abimael, Soros, Vargas Llosa, el lobby gay, quien sea. Tú no estás enojado porque las cosas están mal. Tú estás enojado porque esa gente hizo que te enojes.
Lo brillante de la estrategia de individualización es que siempre termina en la discusión sobre personas, que es siempre atractivo. ¿Debatir estructuras sociales, marcos legales, cadenas de producción…? Dios, qué aburrido. Pelear sobre cuán resentido está Vargas Llosa por haber perdido una elección, es muuucho más entretenido, ¿verdad?
Esto, por supuesto, no significa que no existan las responsabilidades individuales. Por ejemplo: Los policías que mataron a Inti y Brayan. Sus jefes superiores. Las autoridades políticas. Todos ellos tienen nombre y apellido. Y, mientras más arriba de la cadena de mando se encuentren, tienen más responsabilidad.
Pero esto no significa que no exista un problema real en la Policía Nacional del Perú como entidad. Como sistema. Por supuesto que hay policías chéveres. Y valientes. Obviamente. Entrar a discutir eso es caer en la trampa de la individualización. Y a eso lo están llevando los Líderes del 5%, temerosos de que se discutan los temas de fondo.
Esto se parece a la polémica alrededor de «Perú, país de violadores». Debería ser ocioso explicar que la frase denuncia un problema sistémico –avalado por lamentables ránkings mundiales– y que no está individualizando a todos los varones peruanos como potenciales violadores. Pero hay gente que, por las razones que sean, se ofende mucho con esa frase y le exige a todos aquellos que la esgrimen que hagan un deslinde con cada uno de los peruanos que no han violado a nadie. Algo ridículo, ocioso y, sobre todo, distractor del verdadero problema.
Lo mismo pasa con el periodismo. En los medios peruanos, hay excelentes periodistas, algo que no me canso de repetir aunque a muchos les parezca que juego a perdonavidas. Hay muchos. Pero eso no quita que los medios, la gran mayoría, obedezcan a intereses particulares, en vez de constituir el servicio público que deberían ser. En el programa trato siempre de que la gente distinga medios, por un lado, y periodistas, por otro. Son dos entidades distintas y muchas veces, como ha pasado en estos días, enfrentadas.
Me gustaría contarles de la resistencia periodística que ha habido en los más altos niveles de algunos medios frente a disposiciones para minimizar las protestas. Algunas se han hecho públicas. Otras tendrán que mantenerse en el recuento privado. Necesitaremos a esos periodistas dentro de los medios cuando empiecen las elecciones (o peor: las discusiones constituyentes). ¿A ustedes les parecen que los medios son horribles? No saben: siempre podrían ser peor. Aún hay periodistas con capacidad de resistencia interna. Pero podría no haber. Eso también es lo que quieren Los Del 5%.
Por supuesto que hay responsabilidades individuales. Permítanme insistir en esto. Pero centrar todo el debate en ellas solo se asegura que sigan existiendo. Jamás dejaremos de tener ni policías inescrupulosos ni medios desinformadores ni peruanos violadores pero la idea es dejar de tener sistemas que alienten su existencia.
La pelea tiene que ser sistemática.
Por cierto, lo mismo pasa con el 5%. Ellos también tienen responsabilidades individuales. Y hay que señalarlas. Sobre todo, porque han costado vidas. Pero también tenemos que preguntarnos cuál es el sistema que los dejó triunfar. Que los ha dejado sabotear la democracia constantemente durante décadas y con tanto éxito desde 2016. Cuál es el sistema que permite que un grupo reducido de peruanos pueda haber sumergido al país en el caos y la muerte durante una semana. Efectivamente, no todos los ultraconservadores son golpistas. ¿Pero qué sistema tenemos que les hizo creer a algunos de ellos que podían tener éxito…? ¡Un éxito que, aunque breve, sí tuvieron!
Todo esto es algo que la gente, por cierto, sabe. Por eso querían un fallo distinto del TC. Por eso algunos piden una Nueva Constitución. Otros, reformas políticas a fondo, incluida la policial. Sea cual sea la ruta, el ánimo de la gente es clarísimo.
Pero Los Del 5% quieren llevarlo al otro lado. Al de la bronca menuda, al del show mediático, al de la campaña lastimera por Tu Amigo Policía. Quieren hacer lo que sí saben hacer, lo que vienen haciendo hace décadas, lo que les sale mejor: Marcar la agenda. Desviar la discusión. Controlar los temas de conversación. Saben hacerlo, tienen los medios para hacerlo y lo vienen haciendo desde 1992. Con eso nunca han logrado convencer a nadie de sus ideas pero, al menos, les ha servido para que jamás se discuta ninguna alternativa. Y están volviendo a hacerlo.
Los Del 5% tienen décadas controlando la discusión nacional. Si algo tiene que empezar a cambiar, es eso. No podremos construir un camino al Bicentenario con una hoja de ruta armada por los Mismos de Siempre.