Más que otras plataformas, YouTube tiene una forma muy directa de mostrarte cuán bien le caíste a tu público: el ratio de likes versus dislikes. Cuántos te pusieron Pulgar Arriba versus cuántos te pusieron Pulgar Abajo. Sí, todos podemos ser emperadores romanos en este gran y sanguinario Coliseo que es Internet.
Este es el ratio de los programas de La Encerrona de esta semana:
No, no he venido a panudearme. Tampoco a quejarme, voy avisando.
He venido a conversar.
Habrán notado cuál es el programa que baja el promedio: el de las adendas de Vizcarra. No es diferencia significativa, lo sé. Pero si pudiera mostrarles todo mi archivo en YouTube, se darían cuenta de algo: es el programa menos gustado de los últimos meses. Para encontrar otros con un ratio similar o menor, hay que retroceder a las épocas del furor del dióxido de cloro y su legión de fans que juraban que me habían pagado las farmacéuticas para desacreditar su lejía milagrosa.
Esto me parece bastante sintomático.
Así como la lejía, para muchos Vizcarra representa una alternativa. Quizás, una esperanza. Por un lado, hay una pandemia de coronavirus, pero también una solución rápida y accesible. Por otro, hay una endemia de corrupción, pero también un político ajeno a ese cáncer. Si muestras evidencia de que tu sustancia mágica es lejía industrial, se enojan contigo. Si muestras evidencia de que el luchador contra la corrupción… quizás tenga cosas que responder, también se enojan contigo.
ANTES DE QUE SE ENOJEN MÁS, quiero dejar una advertencia aquí. Para mayor claridad, la forjé con ese sinónimo de la sinceridad que es Word Art.
Como siempre repito en el programa: intentemos no ser básicos. Los jueguitos de los irresponsables del Congreso no tienen nada que ver con la necesidad de esclarecer una información que ya es pública.
En teoría, para eso deberíamos servir los periodistas. En medio del huayco incesante de «contenido» que rebalsa nuestros dispositivos, la prensa debería ser un filtro que establezca cuál es la información veraz y relevante.
Y cuando aparece una información tan relevante como la que apareció hace una semana (¡una persona ha acusado a Vizcarra ante el Equipo Lava Jato de recibir un millón de soles de coimas!), lo que corresponde a la prensa es analizarla en todos sus extremos para determinar cuánto de verdad hay aquí.
Y hacerlo cuanto antes, no esperar al 29 de julio de 2021.
Los que tienen que esperar son los congresistas, no la opinión pública.
Apenas estalló la bomba, en el programa del lunes, les comenté que las suspicacias por el timing tienen una explicación razonable y que existe una documentación abundante que encaja con el testimonio. Nada 100% concreto pero la denuncia era verosímil, atendible y merecedora de más indagaciones.
En los siguientes dos días me puse a estudiar la documentación del caso, a conversar con ciertas personas, a navegar por ciertas bases de datos y, sobre la base de esa información, armé el programa dislikeado del miércoles. Una mentira es clara: aunque Vizcarra lo negó, durante su gestión en Moquegua se firmaron varias adendas que aumentaron el precio de la famosa obra Jaguay – Lomas de Ilo.
Esta es una corroboración independiente, sin vínculos con la fiscalía ni los acusadores. Los montos, además, encajan con lo declarado con el testigo. Su testimonio se convierte, entonces, aún más verosímil.
Con esto, la convicción de que la acusación es veraz se fortalece.
Pero los periodistas –no solo el público– también estamos sujetos al sesgo de confirmación, cuya definición de Wikipedia es bastante útil:
…la tendencia a favorecer, buscar, interpretar, y recordar, la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas.
A estas alturas, cualquier creencia o hipótesis –por más descabellada que sea– tiene a solo un clic de distancia la «información» precisa para «corroborarla». ¿La Tierra es plana? Mira este video. ¿Vizcarra es un izquierdista radical autoritario? Te lo demuestran en este link. ¿La ivermectina es eficaz contra la covid? Te mando este audio. Decimos que vivimos en la Era de la Información, pero a mí me gusta decir que vivimos en la Era de la Confirmación. Todo es confirmable.
Díganme estos los siguientes fenómenos no se les hacen familiares:
- La polarización de las actitudes (cuando un desacuerdo se hace más extremo o polarizado a pesar de que las diferentes partes están expuestas a las mismas pruebas)
- La perseverancia de las creencias (cuando las creencias de las personas persisten pese a que se ha demostrado su falsedad)
- El efecto de primacía irracional (cuando se tiene mayor confianza a las primeras experiencias tenidas con algún hecho, que a las más recientes)
- La correlación ilusoria (cuando la gente falsamente percibe una asociación entre dos acontecimientos o situaciones).
Todos han aumentado en los últimos años. Todos, derivados del sesgo de confirmación.
Por tanto –a pesar que las adendas me parecen, disculparán la rima, evidencia independiente y concurrente bastante contundente–, se las pasé a mis amigos de Útero.pe para que ellos las corroborasen sin mis sesgos. El resultado: adendas millonarias firmadas hasta casi el último día de la gestión Vizcarra.
Aquí la cosa funciona como en todos lados: partes del escepticismo. Y si tu escepticismo se estrella contra la pared, entonces la cosa se vuelve verosímil.
Por ejemplo:
Esta es una de las transferencia que supuestamente Obrainsa realizó para justificar el retiro de una de las dos armadas con las que le pagaron el millón de soles a Vizcarra. Como verán, en la contabilidad queda registrada como un pago a OB Construction SAC.
¿Y quién es OB Construction SAC? Esto no lo ha explicado ningún reportaje hasta ahora. Veamos, entonces, quiénes son.
Todos los directivos de esta empresa son Tejeda, familiares de Elard Tejeda, quien afirma haberle dado el millón a Vizcarra. O sea, OB Construction es parte del mismo conglomerado que Obrainsa.
Ahora miren la fecha de inicio de actividades en Sunat: 21 de noviembre de 2013.
Según Tejeda, la reunión en la que se acordó la coima se produjo dos semanas antes: 4 o 5 de noviembre de 2013. Si necesitas justificar una salida de dinero tan fuerte, pues nada mejor que poner en marcha una empresa cascarón para hacerle esa transferencia, ¿verdad? Es un método común en estos menesteres. Y, sí, todo indica que OB Construction es solo un cascarón, una formalidad, un papelito:
Sigamos viendo fechas. Según el testimonio, la primera entrega de dinero se realizó el 27 o el 28 de enero de 2014. Vizcarra vivía en Moquegua y tendría que haberse trasladado a Lima para esto. ¿Estaba en Lima por esas fechas?
Los reportajes, hasta ahora, no se han tomado el trabajo de esclarecerlo. Crucémoslo nosotros:
La segunda entrega tiene una fecha más vaga: entre el 4 y el 7 de abril de ese año.
¿Estuvo en Moquegua el gobernador en esos días? Según el portal de transparencia del Gobierno Regional de Moquegua, en la agenda de Vizcarra no se registra ninguna actividad oficial del 6 al 9 de abril.
Vean la reunión del 10 de abril: estuvo en Lima.
Todo esto es evidencia circunstancial, por supuesto. Pero refuerza un testimonio recibido y validado, nada menos, por el Equipo Especial Lava Jato, hasta hace poco tótem de la lucha anticorrupción y ahora ninguneado por los mismos que salieron a marchar apoyándolos en pleno Año Nuevo.
Yo entiendo la reacción de muchos ante estas informaciones. En plena pandemia, lo último que necesitamos es inestabilidad política. Y si hay que repetirlo, lo haré: Vizcarra debe quedarse en su puesto hasta el 28 de julio de 2021. Al día siguiente, efectivamente, se le podrá acusar. Pero, mientras tanto, sí se le puede investigar, que es lo que está haciendo el Equipo Especial.
O estaba haciendo.
Durante la semana, el Equipo Especial le pidió a la su jefa, la Fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, la potestad de «proseguir con las investigaciones».
Legalmente, era posible. Dependía únicamente de la voluntad de la Fiscal, a la que no le gustó la idea. Los casos serán asumidos por otros fiscales, lo cual –por más competentes que sean– entorpece lo avanzado hasta ahora, como cualquiera puede imaginar. En especial, si la cosa involucra a un puñado (no solo uno) de aspirantes a colaboradores eficaces.
Lo más sencillo –y legalmente posible, insisto– era dejar que las pesquisas continúen sin interrupción. Después de todo, el caso Club de la Construcción está en manos del fiscal Germán Juarez, del Equipo Especial, desde agosto de 2018 y pronto, en enero, se le acaba el plazo para presentar la acusación. Pero no. La Fiscal optó por el camino más complejo. Y se decidió anunciarlo un viernes en la noche.
Si remplazáramos los nombres –Ávalos por Chávarry, Vizcarra por Alan–, habría mucha más gente, por lo menos, levantando su cejita. No es la primera vez que Ávalos le da una manito a Vizcarra. Hace solo un par de semanas, a la Fiscal Ávalos le correspondía presentar los cargos contra Vizcarra por el caso Richard Swing. Y lo hizo, pero omitiendo el delito principal en la calificación del expediente. Cuenta Ricardo Uceda:
En su Disposición 01, la fiscal de la Nación olvida la colusión y apoya los dos delitos restantes, añadiendo el de instigación de tráfico de influencias, también de bajo calado y difícil de demostrar. Gran favor al presidente, que ha pasado desapercibido.
Sin la imputación de colusión agravada –cargo que fiscales de menor rango le habían atribuido a Vizcarra por los audios de Karem Roca–, el caso Swing se vuelve, a nivel judicial, mantequilla. Papayita. Una preocupación menos. ¿Esto prueba que la Fiscal también está ayudando a Vizcarra también en el caso Obrainsa? Para alguien con un sesgo anti-Vizcarra, sí, claro. Para los demás, no. Por supuesto que no. Pero sí se trata de elementos a considerar en todo este enredo.
¿Aburridos?
¿Enojados?
Prepárense para lo que queda de este domingo, entonces:
No es poca cosa que José Hernández declare contra Vizcarra. Fueron ministros juntos, bajo PPK y, hasta hace poco, su relación era tan buena que fue el intermediario de una reunión de «reconciliación» entre Vizcarra y PPK.
Ya hablaremos mañana de esto último. No mucho, por supuesto. Nada más antipático que las indignaciones que uno no entiende o comparte. Y, ciertamente, los periodistas podemos envolvernos en nuestras burbujas, en nuestros propios sesgos de confirmación, en los que todo encaja, en los que nada importa más que «la verdad» y en los que demostrar «imparcialidad» implica perder credibilidad ente el público con un sesgo opuesto a lo que quieres contar.
Entiendo que, en estos momentos, a mucha gente le importa más la tranquilidad, la paz mental, la certeza de que el inminente proceso electoral se desarrollará de una forma más o menos regular. Todo esto es posible. Las investigaciones no deberían implicar ninguna alteración del equilibrio de poderes. Pero esto es difícil de asimilar en un mundo el que las cosas se presentan bajo la mentirosa simplicidad del me gusta vs no me gusta. En el que no existe tema que no requiera posicionarte en un bando que lucha contra otro. En el que cualquier asunto tiene su barra brava y su barra rival.
El asunto Vizcarra es un buen ejercicio para que todos –periodistas y público– vayamos haciendo un ejercicio de des-barra-bravización. Lo vamos a necesitar en lo que, todo indica, serán las elecciones más atomizadas, en la primera vuelta, y más polarizadas, en la segunda, de la historia reciente. En las que cada tribu producirá su propio contenido «confirmador» del sesgo que sea. Se supone que los periodistas deberíamos estarnos preparando para eso. Pero me temo que la grieta solo se ahondará en las elecciones y todos –periodistas y público– solo escucharemos lo que nos guste escuchar.
Por eso hoy, en este post, los quiero escuchar a ustedes. Se los dije al inicio: he venido a conversar.