Queridos Encerroners,
Hoy luego de cuatro largos años, me alejo del cargo de productora del programa periodístico de La Encerrona, mi familia periodística. Quiero comenzar afirmando algo innegable: La Encerrona me cambió la vida. Lo digo porque me permitió por primera vez hacer periodismo independiente, un privilegio e ideal con los que muchos periodistas soñamos, pero, sobre todo Y en mi caso, me permitió conocerlos a ustedes y ustedes a mí.
Desde aquel 1 de julio del 2020, cuando estábamos atravesando los momentos más oscuros de este siglo, con cientos de personas falleciendo de COVID-19 cada día, encerrados en cuarentena y con crisis económica desatándose, llegué a La Encerrona para producir el programa que en ese entonces hacía Marco solo. En esa pandemia, que ya nadie quiere recordar, cuando todo se hundía, había pequeños vestigios de luz, y para mí, como seguro también fue para algunos de ustedes, uno de esos rayos de luz fue La Encerrona.
Por varios meses, juntos sacamos adelante este tan bonito proyecto de periodismo independiente y libre, dividiéndonos el trabajo y haciendo hasta casi lo imposible para que crezca y prospere. Los resultados los conocen ustedes de cerca, pues han sido piezas fundamentales de este éxito, por lo que hoy, cuatro años después, puedo decir con orgullo: miren todo lo que hemos crecido y logrado.
En La Encerrona, a mí me tocó estar tras bambalinas casi siempre. Inicié contestándoles sus dudas por Facebook, mandándoles los audios cada mañana a las 6:30 am, creando nuestra cuenta de TikTok que, (que hoy por hoy, ¡tiene casi 500mil seguidores!), y diseñando con humor las portadas irónicas del programa.
La tarea más dura, sin duda, fue estar al tanto de lo que sucede en nuestro país a nivel político y social, y hacer un resumen cada día, navegando entre tanto ruido, entre tanta información falsa y tendenciosa. Escribir los guiones de las noticias, coordinar las entrevistas, buscar auspiciadores, concretar alianzas… ser productora ha sido siempre una suerte de estar dominando malabares. Por eso, hasta el día de hoy, me sorprende cómo lidiaba con tantas pelotitas rebotando al mismo tiempo.
Las tareas y responsabilidades fueron creciendo. Fue duro. Reportar cada día las incontables crisis políticas y económicas que han surgido en el Perú, presidentes venían y se iban, mientras los congresos hacían sus mañas, y se renovaban. Era tanto lo que pasaba en nuestro país (y sigue pasando), que el programa hasta cambió de duración, llegando como hoy, a más de 20 minutos diarios de noticias.
Estar reportando el Perú se parece mucho a salir a correr una carrera, pero con la singularidad, de que sientes que nunca llegas a la meta. Siempre hay más. Puede sonar a una rutina sencilla, una “costumbre adquirida”, pero como bien conocen todos ustedes, nada es sencillo en el Perú. Hay que ponerse las pilas.
Poco a poco, y quizás muy rápido gracias a la fe que me tiene Marco, ese trabajo silencioso se convirtió en un trabajo de mayor exposición. Cuando Marco se tenía que ausentar, me dijo: tú vas a conducir en el programa. Yo que soñaba desde niña a dedicarme exclusivamente a escribir, me tocaba ahora salir ante cámara. Así sea cuando Marco salía de vacaciones, o le tenían que extraer un órgano de su cuerpo de manera urgente.
Nunca voy a olvidar el miedo que enfrenté para salir a conducir como Marco lo hace cada día. Sabía que me iban a comparar, que a muchos quizás no les gustaría ni mi forma de narrar noticias, ni mi cara. ¿Quién es esta chica y dónde está Marco? ¿Por qué tendrían que verme a mi conducir? Muchos tuvieron la paciencia de verme conducir cada vez mejor. Esta experiencia no solo fue lo más retador que enfrenté en La Encerrona, sino que me llenó de valentía. Me enseñó mucho del otro lado de las comunicaciones que aún no había tenido tanta oportunidad de explorar, pero sobre todo me enseñó que hay una fuerza dentro de ti, que nunca debes dejar apagar.
A través de los años, he recibido sus comentarios, algunos muy amorosos, con consejos para mejorar, alentándome, notando el progreso; y otros, por supuesto, más duros e incisivos. Hay también comentarios hirientes, sobre todo anónimos. Esos son también un reto (superable, en mi opinión) y también un humilde recordatorio que no a todas las personas les va a caer bien. Y que está bien. A pesar de todo, el apoyo de ustedes fue de los más importantes para seguir creciendo. Siguieron viendo el programa, y ahora que también lo conduce Jonathan, han seguido con nosotros, al pie del cañón.
Quizás uso en demasía este símil, pero funciona bien para mí para explicar qué se siente estar detrás de un programa como La Encerrona: hay que lanzarse a la piscina para aprender a nadar. Así que me lancé, durante estos cuatro años. Y aprendí tanto, que cierro este capítulo satisfecha y con mucho más que seguir aprendiendo.
Pero la autoconfianza no hubiera sido jamás suficiente. Todos estos años, La Encerrona fue creciendo por el equipo que es ahora La Encerrona. Todo este trabajo duro que les hablo fue también diversificándose más, y mientras fuimos creciendo, nuevos integrantes se unieron al equipo para hacer más llevadero toda esta chamba.
Con el tiempo llegó Claudia, nuestra primera coordinadora de comunidades. Con ella ya tuvimos nuevas manos, pendiente de sus comentarios, de coordinar los programas, los TikToks. Muchos de ustedes la conocieron mejor de cerca, con los emprendimientos, una sección valiosa en el programa, en donde podemos difundir los proyectos de peruanos y darles una mano. Claudia no fue solo una gran compañera, sino que estuvo para mí, cuando muchas veces ya no jalaba más. Es un agradecimiento muy bonito que se conserva en nuestra amistad.
Luego vinieron Jonathan y Ernesto, que ya los conocen muy bien. Jonathan es un periodista bastante serio (lo sigue siendo) pero desde el día uno que se unió al equipo, me di cuenta porque Marco lo había elegido. Jonathan es un excelente profesional, el compañero de trabajo que muchos aspiran a tener. No solo te contagia su responsabilidad y compromiso, sino que, además, su empatía es real más allá del trabajo. Jona está dispuesto a cubrirte las espaldas cuando la vida real se pone muy dura, y eso solo demuestra su gran corazón. Aunque él nunca lo vaya a admitir. Me enseñó que las acciones sí valen más que las palabras.
La rectitud de Jonathan no solo ha aumentado información valiosísima al programa, sino que nos disciplinó e inspiró para renovarnos una vez más.
Luego vino Ernesto, que es un periodista bastante tímido (o dice serlo). Pero eso es mentira. Porque una vez que lo conoces es de las personas más graciosas e ingeniosas que puedes encontrarte. Lo cierto es que a Ernesto no le gusta mucho las cámaras, prefiere el orden de sus datos, la responsabilidad y seriedad con la que trabaja. Ernesto, de hecho, no muestra su cara durante las reuniones virtuales de La Encerrona, sino es solo a través de avatares. No se si me va a disculpar por cómo lo estoy exponiendo en este texto.
Pero aprovecho para contarles que Ernesto es un gran investigador por su empatía y por sus buenos sentimientos. De él aprendí un orden sistemático al trabajar que mi TOC agradece y que aportó además mucha disciplina en mi reportería. Y por lo que siempre le estaré agradecida es por sumar a la conversación la importancia de la salud mental en el periodismo.
Killa fue una sorpresa para mí y para todos. Es también tímida, y bastante risueña. Quizás es el miembro del equipo que menos conozco, pero que, en pocos meses, he comprobado lo responsable y asertiva que es. Puedes confiar en ella, porque va a resolver y va a hacerse cargo. Es muy hábil y sobre todo muy centenial, por lo que no tiene foto en su Whatsapp y medio que su vida es un misterio. También es un personaje bastante peculiar, con historias y anécdotas bastante bizarras, pero también que revelan la ingenuidad de una persona que tiene un buen corazón y ganas de ayudar. Hace falta las personas así en el periodismo.
Y supongo que tengo que hablar también de Marco, una superestrella del periodismo, que supe su nombre en la universidad cuando aún dirigía Útero.pe. Desde el día que me entrevistó y nos conocimos, Marco y yo congeniamos mucho. Quizás porque ambos somos bien freaks y raros; ansiosos y maniáticos; burlones y sarcásticos. Quizás el humor negro une a las personas.
Marco y yo hemos pasado por una montaña rusa de cosas, a veces incluso, no soportándonos mucho, o quizás eso es lo que sucede cuando hablas con alguien todos los días por cuatro años. También somos bastante parecidos defendiendo nuestras ideas, defendiendo nuestros puntos de vista. Aun así, Marco intenta (estamos hablando de un boomer que no expresa tanto sus sentimientos) entenderte y escucharte. Le importa tu opinión y considera valioso la mirada particular que tienes de mirar la vida. La libertad que me ha dado estos años ha sido increíble: para escribir, reportear e investigar, para recomendar música, para locutar y en especial: para representar a La Encerrona en tantos espacios serios, cuando yo solo pensaba: “toi chiquita”.
Es un privilegio que pocos periodistas jóvenes tienen. Siempre estaré agradecida de la confianza que me tiene, desde el día uno, y de elegirme para sacar adelante La Encerrona. De no dudar de mis capacidades, y de tanta reportería y periodismo que he aprendido trabajando con él. Lo único que voy a exponer de él (por ahora) es que envía demasiados mensajes de audio.
Sé que a estas alturas muchos se preguntaran por qué me voy, o a dónde. Si bien por ahora no puedo darles más detalles, les traigo un spoiler: esta es una despedida del programa, pero en verdad no me voy del todo de La Encerrona. Estaré por aquí apareciendo de vez en cuando.
Ya muy pronto conocerán algo nuevo que estamos preparando para ustedes, a lo cual me dedicaré (si todo sale bien) en los siguientes meses. Paciencia, que ustedes serán los primeros (como siempre) en enterarse de las buenas nuevas.
Perdonen que me haya extendido de esta manera tan larga. Creo que lo amerita. Creo que esta etapa tan especial, y un público tan fiel como ustedes, merecen las palabras más bonitas de agradecimiento, y el cariño de una buena despedida. Da miedo soltar, cuando pasaste tantos años de tu vida haciendo algo que se convirtió en un aspecto super fundamental de quién eres. Pero también da emoción dejar ir para recibir todo lo bueno que puede venir. No tengan miedo de siempre volver a comenzar.
A todos los Encerroners que son ahora amigos, a todos los otros profesionales y familias que conocí con este programa: artistas, abogados, economistas, ingenieros, maestras y maestros, deportistas, médicos, gamers, freakys, madres, hijas, abuelas, padres, …EMPRENDEDORES…todos Encerroners 100% hinchas, no me queda más que decirles GRACIAS. Gracias porque cuando me reconocen en la calle, no dudan en acercarse a saludarme, a felicitarme por el programa. O a escribirme por WhatsApp por un consejo, con una preocupación, con una información que permita ayudar a otros.
La Encerrona se queda en las mejores manos, con un equipo de oro, con nuevas personas valiosas que seguirán sacando el programa adelante, cada día. Cada vez más valiente. Y cada día con más sorpresas.
Las despedidas son siempre agridulces. Pesadas, cargadas de muchas emociones y también paralizantes. Es tiempo ya. Tiempo de crecer, y tiempo de soltar. Y como diría The Eleventh Doctor de Doctor Who: siempre recordaré cuando La Encerrona fue también yo.
Esto fue todo por hoy, amigos.
Con cariño y siempre dispuesta a volvernos a encontrar,
Romina Badoino.