El hijo de Ghersi prometió tres millones de firmas, dijo que había conseguido un millón y medio y, al final, presentó 600 mil. ¿Y todo para qué?
La última encuesta de Datum es un nuevo clavo en el ataúd de la Constitución del 93. Viniendo de una encuestadora que tradicionalmente ha favorecido a la derecha, este resultado (56%) se siente incluso más contundente que uno similar ofrecido hace unos días por IEP, a la que se asocia con la izquierda.
Si a eso le agregamos que la encuesta fue encargada nada menos que por Gestión, el diario de «economía y negocios», sería obtuso negar lo evidente: hay una mayoría que quiere una Asamblea Constituyente.
No es una mayoría tan contundente (69%) como la ofrecida por IEP (en el cuadro de arriba), pero existe.
Y si bien algunos sectores de derecha pueden tomar con pinzas al IEP, hay otra cosa que no pueden negar: ha sido la única encuestadora que ha venido midiéndole el pulso al tema desde que la polémica se instaló en la agenda de la opinión pública.
Y miren cómo subió el apoyo a una Constituyente en solo diez meses:
Esto es mayo del año pasado. Ciertamente –y eso en una encuesta es crucial– no se trata de la misma pregunta exacta (la de mayo pasaba por el barniz de ser una propuesta de Castillo). Pero aún así, es bastante similar. Lo suficiente como para afirmar que, efectivamente, la aceptación de esta alternativa ha dado un salto de 20 puntos.
No es poca cosa haber venido preguntando consistentemente por el tema. Para quienes –me incluyo– creemos que una Asamblea Constituyente en estas circunstancias sería jugar a la ruleta rusa, es importante poder observar el cambio de opinión a lo largo del tiempo. Quizás así podamos comprender qué hizo que una idea así se instale en una mayoría.
Tiros por la culata
La derecha viene atribuyéndole a la izquierda «haber engañado» a la gente sobre los supuestos beneficios de una nueva Constitución. Esto es sobreestimar las capacidades de una izquierda (unas izquierdas) incapaces de conservar el poder siquiera dos años, menos aún de direccionar la opinión pública.
Consideremos, por un momento, la hipótesis contraria: quien popularizó la AC fue su oposición virulenta.
Desde la segunda vuelta del 2021, el abogado Lucas Ghersi se volvió la cara visible del «No» a una Constituyente. De inmediato recibió una cobertura constante y permanente en los medios masivos, un privilegio inaccesible para cualquier otro abogado –como era él en ese momento– que tuviese menos de un año ejerciendo como tal.
Porque sí: es cuestión de ver su LinkedIn para corroborar que su experiencia –y, por tanto, su reputación profesional– es mínima incluso hoy. También, claro, es cuestión de ver su LinkedIn para responder al misterio de por qué tanta bola a alguien así: su práctica abogadil completa ha transcurrido en el estudio de su papá.
Pero la oposición a lo que se percibía como una amenaza constituyente necesitaba una cara «nueva». Así que, a pesar del apellido mismocrático –o quizás por eso mismo– decidieron convertir a Otro Hijo De en el rostro visible y omnipresente de lo que se marketeó en todos los medios como un movimiento cívico de amplia aceptación popular.
Mientras tanto, a excepción de IEP, el resto de encuestadoras intentó evadir el asunto durante años.
Veamos. Hace unos párrafos explicábamos la importancia de la precisión de la pregunta en una encuesta. Teniendo en cuenta eso, fíjense cómo Ipsos y CPI abordaron el tema entre abril y mayo del año pasado:
En ambos casos, vean las preguntas, no se planteó la cuestión del apoyo a una AC, sino su priorización en la agenda. Son dos cosas distintas.
Y, aún así, de una lectura atenta de ambas encuestas, emergía algo impresionante: ante una serie de problemas concretos (Ipsos), la AC terminaba sepultada, pero si se reducían las opciones (CPI), la AC lograba asomar la cabeza hasta casi una cuarta parte de la población que la consideraba prioridad. Eso tendría que haber sido una clarinada de alerta.
En vez de eso, se prefirió desacreditar la encuesta del IEP que salió al mismo tiempo, que sí hacía la pregunta directa y que daba el ya mencionado 47% de aprobación que tenía la AC hace diez meses.
Así, la encuesta de Datum de este sábado resulta siendo un hito. A pesar de que es la primera vez que esta encuestadora hace la pregunta directa, vistas las evidencias, resulta innegable que esa mayoría pro-AC se ha ido construyendo en estos años. Su aceptación fue aumentando a pesar de la histérica campaña en contra. O mejor dicho: gracias a esa campaña.
Es el mismo fenómeno que hizo crecer en su momento a Humala o a Castillo o –irónicamente– al mismo Fujimori en 1990. Basta con que el establishment te diga que algo es El Horror, para que ese horror se vuelva popular.
Pero ni siquiera el desastre de Castillo le sirvió a nuestras élites para entender que sus aspavientos producen monstruos. Su vocación por la negación es más fuerte. En estos días, su principal consuelo frente a Datum han sido los otros cuadros de esa encuesta en las que se demuestra que una mayoría (47%) no sabe para qué sirve una AC o que un 36% solo quiere cambios parciales en la Constitución.
Lo que resulta un consuelo de tontos. Una AC también sirve para «cambios parciales». Ninguna Constitución es completamente nueva como quiere un alarmante 29%.
Por otro lado, la democracia, mal que nos pese, funciona así: votas por cosas cuyas funciones o magnitud no comprendes a cabalidad.
Yo diría que incluso más ignorantes en política son quienes menosprecian al potencial votante de una AC por ignorar su función o, peor aún, por «no haber leído» la Constitución. Como hemos visto tantas veces antes, las burlas y las acusaciones de electarados solo lograrán afianzar a ese sector.
Además, los defensores de la actual Constitución no deberían burlarse tanto. Recordemos cómo es que fue aprobada. Veamos uno de mis cuadros estadísticos favoritos de la Historia del Perú:
La Constitución del 93 es indudablemente legítima pero su origen –vean esas cifras– proviene de una polarización extrema y un escaso involucramiento ciudadano. Comparen esto con la encuesta del sábado. Según Datum, una AC hoy genera menos polarización y más involucramiento ciudadano.
Este es el resultado de dos años de histeria constitucional.
Entonces, ¿para qué sirve una AC?
Reformulemos la pregunta: ¿Para qué ha servido hasta el momento la idea de una Asamblea Constituyente? Muy sencillo: Para que nuestros políticos tengan caballitos de batalla.
La izquierda tiene un fetiche ya histórico con la Constitución del 93. A pesar de que esta ha sido reformada y afinada decenas de veces, la tenían como cuco principal y Responsable de Todos Los Males. Fue su caballito de batalla incluso en las épocas en las que mencionar una AC solo provocaba un bostezo en la mayoría. Dentro su burbuja era un clamor popular. Fuera de ella, en el mejor de los casos, era recibida con amable indiferencia.
Por esto es que cuando el entonces presidente Ollanta Humala claudicó de sus promesas constituyentes, a nadie le importó. El Perú se encogió de hombros y siguió su camino.
Diez años después, Pedro Castillo llegó con las mismas amenazas y también claudicó rápido de ellas. Sin embargo, esta vez no lo dejaron ir. Después de todo, hoy la derecha ya había convertido a la AC (o más bien a su oposición) en su propio caballito de batalla. Dentro de su burbuja era un clamor popular. Y también la garantía de que sus ONG iban a seguir vigentes (ver el caso de ILAD, la ONG de Ghersi junior). Por supuesto, fuera de su burbuja, en el mejor de los casos, el resultado fue este:
Esta es una imagen de ayer.
Sí, con la quinta parte de lo ofrecido.
Y 900 mil menos de las que hace un año dijo que ya tenía.
Aquí quisiera repetir algo que he dicho más de una vez. Yo, personalmente, creo que una AC en este momento sería una pésima idea. Con los partidos actuales terminaríamos generando un mamarracho ultraconservador que, además, pondría en riesgo los innegables logros macroeconómicos del país. Y si, a lo Chile, optamos por otro camino y nos ponemos creativos con sus mecanismos de convocatoria, terminaríamos a lo Chile: en el aire.
Sin embargo, esta columna no pretende explicar mi opinión sobre una AC. Lo que he tratado de exponer es cómo hemos llegado a donde hemos llegado.
Acuérdense de esto cuando, tarde o temprano, vayan a votar a ese referéndum.