El renunciante viceministro de Gestión Institucional del Ministerio de Educación, José Luis Gargurevich, nos envió esta columna. Ojalá sea leída por el nuevo gabinete. – La Encerrona
A quien asuma el Ministerio de Educación (y a quien lo designa):
Sacar la cara por los ciudadanos. Ellos son la centralidad necesaria y olvidada en las decisiones.
Los niños, niñas, adolescentes y los jóvenes de este país nunca deberían volver a perder clases ni abandonar sus aprendizajes por conflictos políticos o sociales. Su derecho a aprender siempre debe anteponerse a dichas situaciones. En los tiempos más convulsos, donde “todos contra todos” como decía Fito Páez, quién mejor que los servidores más probos y valientes para asumir grandes cargos en la Nación. En ese nivel del desafío, cuando lo hagan, deben asumir la responsabilidad de garantizar los derechos de los ciudadanos pese a las crisis que el país enfrenta hoy y -enfrentará quizá- en el futuro.
Eliminar prácticas monárquicas de trabajo.
El Estado debe expectorar prácticas monárquicas de sus autoridades, esas que son de subir y bajar el dedo antojadizamente para la toma de decisiones. Decidir sin sustento, sólo con intuiciones tiene una afectación final en el servicio que reciben los ciudadanos y petardea la meritocracia ganada en nombrar docentes de calidad. Es imperante gobernar de manera abierta y colaborativa en los ministerios: se requiere un cuerpo colegiado entre los ministros, viceministros y una alta dirección que siendo de confianza, rete y contraste las decisiones entre las voces de fuera y los equipos de adentro.
Hacer equipo desde el día 1.
Designar puestos centrales desde el inicio, cambiar los malos elementos que enturbian el clima institucional, convocando a las y los mejores. Están ahí, son muchos, esperando la invitación si se les garantiza inspiración y autonomía. Es preciso rodearse de los que saben más que ustedes, no de perfiles operadores o que bajen la cabeza al compás de estilos autoritarios. Las instituciones también exigen buen gobierno.
Preservar las instituciones.
Construir sobre lo avanzado, no para defender instituciones con nombre propio sino por lo que esas instituciones representan. No se puede enterrar y satanizar años de políticas de Estado por vendettas personales o partidarias. La lucha no es contra los ministros que nos anteceden, es a favor de las instituciones que nos sobreviven. Es clave jugar el juego de la buena política: la de alianzas, diálogos, concertaciones. Ampliar la convocatoria al país entero: Estado, comunidades, empresas, organización. La tarea es más grande que las fuerzas de un Ministerio.
Servidores públicos: los cuidadores de las políticas de estado.
Son los que sostienen las políticas de Estado. Los que se quedan defendiendo lo avanzado y crean conocimiento son ellos. No entrar a dirigirlos con maltrato y soberbia, no sabemos más que ellos, golpear a los tuyos los pone en contra, y por ende, los paraliza de tomar decisiones.
Porque asumir un Ministerio es asumir un poder para aportar a la nación y afectar la vida de más de 30 millones de ciudadanos. No hay tiempo para aprender desde tu experiencia personal: tienes que alimentarte de la experiencia de las instituciones y sus personas. Y porque al final del día, si no asumimos la tarea los que tenemos la experiencia y el temple para hacerla, serán otros los que acepten, y vendrán esos otros que están a la espera, con intereses particulares, con estilos macabros y con agendas destructivas.