Qué pasa cuando el juego de tronos no es ajedrez ni es póker, ni siquiera matagente. A propósito del fracaso de la nueva marcha vacadora de ayer.
Ando en Lima por estos días y, como siempre que vengo, utilizo los primeros días en el terruño para torturarme viendo Willax. Dejo la tele prendida allí mientras hago otras cosas y así aprovecho para echarle un vistazo a esa otra dimensión en la que al gobierno de Castillo no lo caracteriza su pasmosa ineptitud sino, más bien, todo lo contrario: la minuciosidad de un plan comunista que se viene ejecutando al pie de la letra desde el gobierno de Vizcarra. Nada se ha dejado al azar. De alguna manera, desde Cuba y el Foro de Sao Paulo se ha previsto cada escenario que estamos viviendo, con miras a la perpetuación de un régimen senderista.
O algo así.
Toda esa propaganda se intercala con anuncios publicitarios. Uno de estos últimos se repite constantemente, en cada tanda: todos a la gran marcha por la vacancia de este sábado. Es muy insistente y viene acompañado de música que te hace sentir que ese día se jugará el destino patrio.
Cuando llega el día de esta nueva marcha vacadora (ya perdí la cuenta de cuántas van, quizás porque las confundo en mi cabeza por las marchas fraudistas, cuyos participantes eran los mismos) una vez más el evento termina siendo otro fiasco. Cuatro mil personas en el mejor de los casos, buena parte de ellas movilizadas en buses pagados por candidatos de Renovación:
El sociólogo Omar Coronel ha hecho un buen análisis de los grupos que intentaron movilizar a las masas ayer. A mí me queda claro que –al margen de la gente que genuinamente marchó porque está convencida de que la vacancia es una necesidad–, las últimas convocatorias son más bien calentamientos para la campaña municipal en Lima.
Ya en la marcha anterior, en La Encerrona vimos que casi todos los que organizaron a vecinos de distintos distritos limeños eran precandidatos por Renovación de esos distritos. Incluso preferían sus logos partidarios a la ubicua camiseta de la selección. Esta vez parece haber sido lo mismo: van testeando su capacidad de movilización para cuando llegue la campaña. La presencia tan activa del Apra, como segunda «fuerza» movilizadora solo refuerza lo que otras señales ya indican: que lo que queda de ese partido se integrará a la campaña municipal y regional de Porky.
Este nuevo fracaso se pretendió ocultar en los medios. Incluso Canal N (que cubrió todo en vivo, para variar) tomó imágenes de la marcha por el Día de la Mujer –que ocurría en paralelo– y pretendió hacerlas pasar como parte de la convocatoria vacadora (por cierto, esta marcha –que no recibió ni la milésima parte de publicidad que la vacadora– debe haber convocado a una cantidad similar de asistentes, a juzgar por el video subido por Noelia Chávez).
Pero la frustración de los activistas más genuinos ha sido inocultable en las redes (sin mencionar la disonancia cognitiva que los aturde cada vez que tienen que enfrentarse con la «gloriosa» policía). Hoy, hace exactamente nueve meses que iniciaron el viaje sin retorno de creer en un masivo fraude electoral y, hoy más que nunca, su épico objetivo de desfacer el entuerto, rescatar al país de las garras comunistas y restaurar el orden en estas comarcas se ve más lejano que nunca. La indiferencia de la gente (y la burla de sus opositores) solo debe alimentar aún más esa amarga desilusión.
Así que, amigos vacadores, permítanme en estas líneas un pequeño consejo. Es la adaptación a la peruanidad de un consejo sobre alguien a quien ustedes admiran: Vladimir Putin.
En estos días se ha puesto de moda Garry Kasparov, el excampeón mundial de ajedrez. Resulta que hace unos años publicó un libro llamado «Winter is coming» en el que alertaba a Occidente de que tenían que detener de una buena vez a Putin o corrían el riesgo de que invadiera Ucrania en una movida similar al detonador de la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Hitler a Polonia.
Aquí pueden leer algunos extractos del libro, pero hoy no les quiero hablar de esto, realmente. Antes de seguir, sin embargo, hay que decir –porque, créanme, hemos llegado al punto en el qe hasta estas cosas hay que aclararlas– que Kasparov no es el Puma Carranza. El ajedrecista tiene una larga trayectoria, desde los 90, como activista y político (incluso intentó postular a la presidencia en el 2008). Vive exiliado de su país y es uno de los dirigentes de la Human Rights Foundation. No es que un día se puso a hacer dibujitos en una pizarra y terminó entrevistado como epidemiólogo. No.
El caso es que Kasparov advirtió lo que se venía y no solo eso, sino que parte de su resurgimiento en los medios se debe a algo más: que buena parte de las inéditas sanciones occidentales contra Rusia –las más drásticas que se hayan visto en este mundo interconectado– parecen estar siguiendo su receta.
¿Qué tiene que ver esto con Castillo? Es más sencillo de lo que parece.
Hace poco Brian Lehrer entrevistó a Kasparov y una señora de la audiencia le preguntó por «el ajedrez» que Putin estaría jugando con Occidente. La respuesta fue esclarecedora: para Kasparov, Putin no estaba jugando ajedrez, sino póker. En el ajedrez, todas las piezas están sobre la mesa, no estás ocultando nada. El juego es más racional y no depende tanto de la psicología del contrincante. En el póker, en cambio, hay mucho de manipulación emocional, no tienes certeza de cómo viene la mano del otro y hay muchas cosas que dependen del perfil psicológico al que te enfrentas. El error de Occidente, parece concluir Kasparov, es que ha estado jugando ajedrez con Putin cuando él, mientras tanto, todo este tiempo estuvo jugando póker.
Por supuesto, bajo ningún concepto, Castillo es equivalente a Putin. Para empezar, Castillo no está imponiendo ningún juego. Él simplemente está dentro.
(Pero está aprendiendo las reglas: en vez de quitarnos las propiedades –como creían los fraudistas–, nos está arrebatando el Estado. Los corruptos e incapaces que andan tomando la administración pública podrán no durar mucho tiempo en sus cargos, pero el daño que están generando parece irreversible en mediano plazo.)
La pregunta es: ¿en qué juego está Castillo? La oposición parece creer que está en matagente. Tiran y tiran pelotas a ver quiénes caen. Gritan y patalean mientras lanzan y lanzan casi a ciegas, con la esperanza de que alguna le caiga al presidente. De vez en cuando, se acuerdan que hay otros jugadores y les tiran a ellos. Pero no tienen puntería. Y, peor aún: no tienen tanta gente en su equipo como les gustaría creer. Hay muchos espectadores que podrían unirse pero se espantan al ver quiénes conforman los dueños de las pelotas.
Lo cierto es que estamos en un videojuego. Uno muy malo, claro. Las reglas no tienen mucho sentido y últimamente se crashea antes de pasar de nivel. Estamos atrapados en un loop. En parte es porque elegimos mal a los personajes pero también es cierto que el juego no nos deja elegir buenos. Tenemos que jugar con lo que hay. Pero los bugs se andan acumulando y a estas alturas resulta imposible avanzar.
La salida lógica sería apagar y prender. Esto nos lo ha enseñado la experiencia: reinicias y la memoria se libera de algunos lastres que estaba arrastrando. El juego empieza de nuevo y, por supuesto, seguirá siendo malo. Pero al menos no tendrás esto en pantalla.
Perú 2022: descripción gráfica
El asunto con apagar y prender es que eso también implica reiniciar el Congreso. Eso es lo que los vacadores no quieren. Ellos quieren algo fácil. Algo indoloro. Ellos quieren seguir jugando matagente: claro, los dueños de las pelotas son muy cercanos a algunos congresistas. Les encantaría que solo se vaya el que odian y detestan. Pero tirarle pelotazos a una computadora no es muy efectivo. Romperás la pantalla pero no solucionas nada de verdad. Es hora de tomar la pastilla roja y asumir la realidad. No se puede ir uno. Se tienen que ir todos. Es lo único que se puede hacer ahora. No va a arreglar el país, claro, pero al menos nos dará una chance de seguir en el juego.