Un humilde profesor de colegio, por puro azar, termina convertido en presidente, pero ese es solo el inicio de sus desventuras. ¿Perú? No, Ucrania.
La palabra favorita de Pedro Castillo se escribe «народу» en ucraniano, se pronuncia narodu y deriva del mismo término en latín del que viene la castellana «nación».
Y por esas coincidencias cósmicas, la serie ucraniana «Слуга народу» («Servidor del pueblo«) trata precisamente de un maestro de secundaria que, de un día para otro, es elegido presidente sin saber muy bien cómo.
Más delirante aún: la serie fue protagonizada por Volodímir Zelenski, que sería elegido presidente de Ucrania muy poco después del final de la tercera temporada. Hasta el momento, Zelenski había sido, principalmente, un comediante, pero también había estudiado Derecho y había usado su popularidad para posicionarse –en serio– en varias polémicas políticas del país. Imaginen una mezcla entre Cachín Alcántara y Salvador del Solar.
Servidor del Pueblo está disponible, completa, en YouTube y se pueden activar los subtítulos en castellano. No se necesita una maestría en realidad política ucraniana para disfrutarla (aunque pareciera que últimamente todos han tomado ese curso). Está muy bien producida y filmada pero no esperen nada muy sofisticado, tipo House of Cards (ni siquiera Veep).
La serie tiene una mirada bastante ingenua –más bien, demagógica– de cómo funciona la política. Por ejemplo, el presidente interpretado por Zelenski desplaza al Congreso a las afueras de Kiev y obliga que los congresistas se desplacen en bicicleta, en vez de asignarles caravanas oficiales. De hecho, la misma premisa de Servidor del Pueblo parte de una presunción candorosa: en la escena inicial, un misterioso grupo de oligarcas –aburridos de invertir millones en manipular las elecciones– deciden abstenerse de intervenir en la inminente campaña presidencial y ver qué pasa si esta vez sí dejamos que la gente elija. El resultado: el profe es elegido presi.
Es imposible evitar las comparaciones. Para empezar, el profesor de Zelenski lee a Plutarco y sueña con Herodoto; algo improbable con nuestro profesor, cuya mayor referencia parece ser la inescrutable anécdota del niño y el pollo.
En lo que sí se parecen es que el personaje de Zelenski pone en el gobierno a sus amigos más cercanos (incluida su exesposa), remplazando a la «burocracia de siempre». Esto, por supuesto, se presenta como algo deseable (ya saben: rompen con el viejo establishment corrupto). Por contraste, los peruanos hemos corroborado duramente, en estos meses, que ese tipo de medidas populistas solo generan más corrupción y desorden.
A diferencia de nuestro profe, el de la serie ucraniana no proviene de un partido político con carga ideológica. El de la ficción llega al poder gracias a una campaña de crowdfunding de sus alumnos y sus padres. En cambio, Castillo ató su destino al de Perú Libre.
Ambos sí comparten un discurso antisistema radical. La serie le da duro tanto a pro-rusos como a la extrema derecha nacionalista. Y, a pesar de las acusaciones de «neonazi» de la propaganda rusa, cuando Zelenski se lanzó a la política se ha caracterizado por ser más bien por un populismo que ellos definen como «centrista» (aunque un politólogo diría que técnicamente son un catch-all party). Lo que no significa que no existan posiciones claras: el partido «Servidor del Pueblo» es abiertamente pro-europeo.
(Sí, Zelenski se inscribió en un partido al que le cambió el nombre por el de su serie.)
Por su lado, a pesar de haberse inscrito en un partido confesamente leninista, Castillo ha negado más de una vez ser de izquierda. Hay que decir que sus acciones en el poder parecen respaldarlo: sus principales batallas políticas son anti-regulación (en el transporte y la educación, especialmente) y, como insistimos aquí desde hace meses, está haciendo un gobierno no muy distinto al que hubiéramos tenido con Manuel Merino. Cuando Castillo se vaya de la presidencia, la izquierda que lo sostuvo descubrirá que ha quemado su reputación en vano: no habrá avanzado ni una sola de sus banderas.
Cuando decidió postular en el mundo real, Zelenski decidió no dar entrevistas. Algo clásico del manual del candidato antisistema, como nos recordó también Pedro Castillo. Apenas asumió el mando, el ucraniano disolvió el Congreso. A Castillo, más bien, el Congreso está a punto de vacarlo.
Las coincidencias entre Pedro Castillo y el personaje de Zelenski no son pocas. Las realidades son muy distintas pero, como hemos visto, tampoco tanto. En la ficción, el profe ucraniano se presenta con un discurso principalmente anticorrupción. Como nuestro profe peruano.
Pero la ventaja de la ficción es que permite atisbar en la intimidad del personaje y, así, sabemos claramente que el personaje de Zelenski se comporta en privado de una forma coherente con su discurso público. En cambio, del profesor Castillo tenemos dudas y, según parece, pronto tendremos pruebas.
A niveles muy distintos, tanto Zelenski como Castillo enfrentan ahora mismo momentos decisivos. Cada paso que den en estos días determinaran el futuro de sus países. Por supuesto, la amenaza que enfrenta Zelenski es existencial. Se está jugando no solo su vida sino la de millones de sus compatriotas e incluso la continuidad de su propio país.
Pero las decisiones de Castillo no son menores. No solo se está jugando ahora mismo su propio destino, sino el de un país agotado, bombardeado año tras año por la corrupción, la enfermedad y la inestabilidad. Lo que diga y lo que haga en las siguientes horas determinarán, también, nuestro futuro.
La tercera temporada de Servidor del Pueblo se inicia con el personaje de Zelenski, sorpresivamente, en prisión. Sus enemigos han triunfado y el humilde profesor termina en una cárcel sucia y peligrosa. Por supuesto, como en toda comedia, el protagonista resultará airoso. Pero quizás Pedro Castillo tendría que haber entendido que la realidad, a veces, imita solo las peores partes de la ficción.