Cuando, en el 2010, Juan Carlos Tafur bautizó a todo un sector de nuestra política como Derecha Bruta y Achorada (DBA) no debe haber imaginado los niveles de brutalidad ni de achoramiento a los que llegarían más de una década después.
Desde su incapacidad de interpretar correctamente el más mínimo aspecto de la ley electoral hasta sus llamados abiertos a golpes militares, nunca como ahora este sector había estado tan radicalizado en las dos características que la definen.
Veamos un caso sintomático.
Por ciertos whatsapps vienen circulando imágenes como esta:
Al parecer, durante la semana se han registrado ciertos avistamientos de este personaje en Miraflores o San Borja, lugares en los que, se asume, no corresponde que transite.
Solo por el simple hecho de llevar sombrero, quienes alertan sobre su presencia lo identifican como «rondero». No importa que sea ridículo asumir que todos los ronderos del Perú lleven sombrero. Ni siquiera importa que la prenda fotografiada, a todas luces, no corresponda al ya célebre modelo de paja de palma chotana. Notar la diferencia ya parece exigir demasiado. La cosa es sencilla: a partir de la segunda vuelta, esto va así:
Blanco con sombrero = chalán ✅
Cholo con sombrero = rondero ❌
Siempre me sorprende cómo se parecen tanto las narrativas partidarias en distintos países, por más que algunas correspondan a realidades muy específicas. Por ejemplo, en España existe una paranoia alucinante –y, demás está decirlo, injustificada– sobre la okupación. La derecha conservadora explota bien esa noica, pero también, por supuesto, los negocios, a tal extremo que hasta se ha lanzado un canal de televisión dedicado a las «desokupaciones».
La realidad legal y social peruana es muy distinta a la española pero eso es lo de menos, Al parecer, alguien ha decidido que sus paranoias son suficientemente parecidas como para lanzar la idea de que ahora los «ronderos» –nuestros okupas, nuestros otros– tomarán todas las casas que encuentren vacías.
Qué sintómatica la línea sobre la «infiltración» del Serenazgo. Para el remitente, no es que las caras de los serenos y los «ronderos» sean muy distintas, ¿no? Desconfía de todo el que no sea «vecino». O sea, blanco.
El problema se agrava cuando el meme salta a la realidad. Administradores de condominios están copiando y pegando el texto de los whatsapps y los trasladan a comunicados delirantes para los propietarios de los inmuebles. Una versión del texto señala que «una reciente ley» los faculta a expropiarlos.
Por supuesto, la ley 31264, promulgada hace dos semanas, no tiene absolutamente nada que ver. Pero si algo hemos aprendido en estos meses interminables es que la realidad es lo de menos. Especialmente cuando se trata de asustar a nuestro sector A. Lo importante es reforzar los atávicos temores limeños de la indiada bajando del cerro. Ya vienen.
Ya se ha repetido mucho la mayor revelación (mejor dicho, constatación) de estas elecciones: que «la élite en el Perú, aquella que tuvo mayor acceso a educación (entre comillas), es muy ignorante. No entiende el país» (María Antonieta Alva).
Lo cierto es que las fotografías, videos y textos alrededor de nuestro personaje ensombrerado son tan perfectas, tan reveladoras de los terrores que bullen dentro de las cabecitas de esas élites, que casi casi parecen irreales. Casi casi uno quisiera creer que se tratan de una performance, una puesta en escena, una simulación armani destinada a reforzar, una vez más, la patética imagen que el resto del Perú tiene de su clase dirigencial.
Pero esta es, en todo caso, una precisa ilustración de la realidad. Nuestras élites, en su abrumadora mayoría, son así. Y han encontrado representación política no en el fujimorismo –que en el mejor de los casos, les ha sido útil y ya–, sino en un sector empresarial, mediático y político que solo podemos llamar DBA. Y con razón. Nuestra DBA es bruta y achorada no por ideología, sino por origen. Parafraseando a Vallejo: viene de las élites y va hacia ellas.
En el Perú, como en buena parte de América Latina, existe una correlación muy fuerte entre clase social e identificación étnica. Ya Nicomedes Santa Cruz se extrañaba de encontrar «cholo que mande» o «blanco sin plata», implicando que ambos personajes estaban fuera de lugar. La peruana es una sociedad casi de castas, en la que la movilidad social es tan inédita que cada caso que se sale de la norma se convierte en símbolo a perpetuidad (Gamarra, los Añaños y etcétera de ejemplos que en este momento están siendo recitados por Jaime de Althaus).
Esto implica una élite que se siente muy cómoda y muy segura sin conocer nada de lo que suceda al otro lado de la Javier Prado. Viven en blissful ignorance, para usar una expresión que alguna vez deben haber escuchado. Y, claro, no están acostumbrados a que nada amenace el orden establecido de ese universo. Un universo cuyas reglas suelen acomodarse a sus deseos y no al revés (por eso les resulta inconcebible que una mesa de partes no les admita un trámite que presentaron tarde). Es natural que una amenaza a esa burbuja les genere ira. Violencia. Achoramiento. ¿O es que no saben con quién están hablando?
El problema de todo esto es que un gobierno de Pedro Castillo necesitará justo todo lo opuesto a este sector: inteligencia y prudencia. Existe más de una razón (real) para estar asustado frente al próximo gobierno. Pero lo mismo se puede decir de la futura oposición que, nos guste o no, será liderada por la DBA.
Por estos días, Tafur asegura que la predecible moderación de Castillo le quitaría a la DBA base sociológica para prosperar, que su radicalismo quedaría en offside, sobre todo si tenemos en cuenta «el carácter étnico minoritario de las élites».
Yo no estaría tan seguro. Sospecho que la improvisación y el desorden –que, con toda seguridad, reinarán en el periodo de Castillo– serán reempaquetados por los grandes titiriteros (Erasmito, los MQ) como alertas o síntomas de la inminente instalación de un proyecto comunista/autoritario. Nuestras élites están muy ansiosas por demostrar que no se equivocaron, que siempre tuvieron razón, que todo este susto estuvo justificado. Ya pasó con Humala.
Y este «rondero» «okupa» es solo una muestra gratis.