A estas alturas ya todos conocen la historia de Jorge Cuyubamba, el «ingeniero genético» peruano que «triunfaba» en China, elaborando una vacuna contra la covid19.
Un «genio», según la prensa peruana:
A quienes recién se estén enterando de esta historia les dejo, al inicio de este post, un video de su autoría, como para que conozcan mejor al «científico». Por cierto, esta estrambótica producción, hasta hace unas semanas, era uno de los primeros resultados de búsqueda cuando googleabas «Jorge Cuyubamba», algo que, todo indica, no hizo ninguno de los periodistas que destacaron su labor.
Como si no hubiesen suficientes señales de alerta ya regadas por Internet, el «orgullo nacional» no se cansaba de advertir en sus entrevistas que resultaban inminentes las covid20 y covid21, según él, «mutaciones» del virus actual. Lo que es un verdadero disparate como puede entender cualquier persona que sepa que la covid19 no es el nombre del virus, sino de la enfermedad.
Hasta el momento, Canal N y Andina ya se han retractado del roche. Falta una veintena de medios más. Como es posible que todavía le estén dando el beneficio de la duda a Cuyubamba, les dejo un buen hilo de Pedro Romero, un científico peruano de verdad, explicando cómo estar seguro de que un científico realmente está produciendo ciencia.
Cuyubamba ha publicado un descargo furibundo en su Facebook, lo que abre dos posibilidades: o se trata de un caso de mitomanía o todo es una gran broma para demostrarnos lo brutos que somos. Sea Mijael o sea Borat, solo hay una cosa cierta: el periodismo peruano ha sido derrotado otra vez.
Porque no es la primera vez.
Una y otra y otra vez, en esta pandemia, en sus ansias de rating y lectoría, el periodismo peruano se limita a copiar y pegar notas de prensa, a abrirle los teléfonos a cualquier improvisado y a rebotar cualquier información que tenga cierta apariencia de «científica». Ha tenido que ocurrir un caso escandaloso, como el de Cuyubamba, para que alguien se rectifique, pero ¿qué pasa en casos en los que el desmentido no es tan sencillo como googlear?
Veamos algunos casos notables de las últimas semanas. Por ejemplo:
Ya le dediqué un segmento de La Encerrona al invento del señor Marino Morikawa. Me basé en información de Cientificos.pe, que debería ser un grupo de referencia para todo comunicador que esté transmitiendo noticias sobre la pandemia.
A diferencia de Cuyubamba, Morikawa sí tiene cartones académicos. Lo que eleva aún más la valla para la prensa. Es decir, si desmentir a alguien como Cuyubamba –más cercano a Richard Swing que a Richard Dawkins– ya les resultaba difícil… ¿Se imaginan con alguien que no es un farsante total?
Porque el hecho de sí haber estudiado algo vinculado a alguna rama de la ciencia, no significa que inmediatamente tengas la razón. Morikawa no puede probar que, por ejemplo, las mascarillas que comercializa tengan «certificación FDA». Este es solo uno de tantos cuestionamientos de Científicos.pe a Morikawa.
Pero los cuestionamientos no son solo científicos.
Durante años, tanto huaralinos como puneños vienen cuestionando sus tan publicitadas «descontaminaciones» del humedal Santa Rosa y del Titicaca. «Mitómano» le dijo un medio local, acusación que, por supuesto, la prensa nacional jamás corroboró.
A pesar de eso, el señor Morikawa sigue siendo invitado de referencia no solo en medios de comunicación, sino también en el Ministerio de Ambiente.
Pero hay más casos.
Este señor se llama Manolo Fernández. Es veterinario. Y es un gran promotor de la medicina –principalmente de uso veterinario– llamada ivermectina. Una medicina que el Perú ha adoptado masivamente como tratamiento de la covid19. Esto, a pesar de que no existe ningún estudio científico mínimamente serio que la avale y que, fuera de América Latina, no es considerada por nadie. Tiene meses usándose «exitosamente» en el Perú, según sus impulsadores, aunque nuestro país sigue firme en el Top 10 con más muertos por la pandemia. Curioso éxito.
El señor Fernández es el CEO de una empresa llamada Farvet. La «vet» del nombre viene de «veterinaria». Desde hace meses, esta empresa, aliada con un grupo de investigadores de la Cayetano, viene anunciando la llegada inminente de una vacuna 100% peruana. Otro orgullo nacional. Veamos.
El 21 de mayo, en Canal N, dijeron que empezaría a probarse en humanos en setiembre.
Pero solo una semana después, el 30 de mayo, en El Comercio, dijeron que empezaría a probarse en humanos en octubre.
Un mes después, en la primera semana de julio, el mismo equipo le dijo a Cuarto Poder que las pruebas ocurrirían en agosto.
Pero solo un par de semanas después, Fernández dijo, según el también veterinario Pancho Cavero –un personaje mediático–, que la vacuna podría «tenerse» ya en agosto. Un verdadero récord.
Ese mismo día, uno de los integrantes del equipo de Fernández se quejó en El Comercio de que el Estado no los haya financiado a pesar de que «en un mes podríamos tener 30 millones de vacunas«.
Aunque lo cierto es que este desarrollo local de vacunas sí obtuvo un financiamiento de 350 mil soles de Concytec.
Varias afirmaciones de este grupo en la prensa también han sido cuestionadas por distintos científicos peruanos (a los que los medios han ignorado sistemáticamente). La más importante de todas va al meollo de todo esto: ¿Por qué este desarrollo no figura en la lista oficial de potenciales vacunas de la OMS?
En su última actualización, la OMS lista 23 candidatas a vacunas en evaluación clínica y nada menos que 140 en pre-clínica. No figura ninguna de Perú.
Y no se trata de preferencia por el primer mundo ni eurocentrismo ni algo por el estilo. Se listan candidatas de Egipto, India, Kazajistán, Nigeria, Argentina o Tailandia. ¿Por qué no figura una candidata que está en desarrollo desde mayo, que, según los medios, ya es inminente, y que ha recibido el respaldo del Estado peruano?
Me encantaría hacerle esa pregunta –y muchas otras– al equipo de Farvet pero lamentablemente el mío no es un programa de entrevistas. También sospecho que disfrutaría entrevistar al señor Morikawa sobre sus mascarillas y sus descontaminaciones. Quizás todo sea un error. Quizás los periodistas no han sabido interpretar con precisión la puntillosidad científica con la que ambos han venido presentando sus hallazgos.
Sí es así, me disculpo y también me disculpo por mis colegas.
Pero si no es así, si la prensa sí ha recogido con precisión todos los anuncios y declaraciones de ambos… pues, en ese caso, los periodistas también deberíamos ofrecer disculpas.
Todos metemos la pata, por supuesto. Mucho más los periodistas. Patinamos delante de todos. Pero en esta pandemia nuestros errores tienen un costo muy alto. La salud mental de quienes creen que puede venir «un covid21». La salud física de quienes se confían en mascarillas que filtran el 99.9% de los virus. Las expectativas de un país al que se le promete una vacuna inminente.
Y no se tratan errores aislados. Te olvidaste de hacer tu chamba un día y ya. No. Se trata de prácticas sistemáticas que incentivan la difusión de desinformación. De haber convertido el periodismo en la simple recolección de declaraciones. Y ya. Le pones el micrófono a quien sea y esa persona se hace responsable. Nos hemos aplatanado. Hemos convertido nuestro oficio en el registro de dimes y diretes entre políticos, futbolistas y faranduleros.
Copiar y pegar siempre es más sencillo que realizar nuestras dos principales tareas:
1. Producir contenido que nadie más quiera publicar.
2. Traducir los temas importantes hasta convertirlos en interesantes.
Habernos olvidado de estas dos metas es la razón de fondo de todo. TODO. Todo lo que está mal en los medios. Por ejemplo: la presencia cansina y recurrente de gente como Omar Chehade y Diethell Colombus como «analistas» hasta convertirlos en congresistas. O también, el triste hecho de que todos los diarios peruanos tengan un horóscopo y ninguno, una sección de ciencia.
Es posible que Fernández o Morikawa tengan razón y mis suspicacias no tengan fundamento. Es posible. Como también cabe la posibilidad de que Cuyubamba no esté completamente loco. A mí me encantaría tener la llegada, el espacio y los recursos para confrontar a ambos, pero no los tengo. Lo único que puedo hacer desde aquí es lanzar estas preguntas al aire con la esperanza de que alguien, en algún medio, haga su tarea.