Sobre gente que pasa su madrugada de sábado discutiendo política en Twitter y otros demonios.
Domingo en la mañana. Acabo de terminar mi desayuno (panetón, obvio). Me siento a escribir esta columna pero, antes, miro cómo va Twitter. Ahora se pueden organizar Spaces, lugares de conversación de voz. Al parecer, después de la marcha pro-vacancia de ayer, algunos frustrados tuiteros de ultraderecha se han juntado en algunos Spaces para discutir por qué la convocatoria fue –inocultablemente– un fracaso.
Me perdí las discusiones –ay, la diferencia horaria– pero aprovecho que @reinadecapitada ha resumido una de ellas en un hilo muy ilustrativo.
Estoy riéndome mucho mientras leo, cuando me avisan que se ha abierto otro Space ultra. Miro la hora: en el Perú son casi las 4 de la madrugada. ¿Quién demonios tiene la necesidad de hablar de política a las 4 de la madrugada? En su defensa, acaba de sentirse un temblor en Lima (aunque no es la única vez que los veo debatiendo el futuro del país a estas horas). Como sea, me meto a escuchar.
Uno de ellos explica que las marchas caviares sí fueron multitudinarias porque están «llenas de hijos de servidores públicos que fueron expulsados del Estado por Fujimori». Otra, se queja de la falta de carisma de los líderes vacadores y cuenta que los taxistas la discriminan porque le suben el precio cuando la ven blanca. El organizador, ofuscado ante ciertas reacciones externas, intenta explicar que proponer «el magnicidio del tirano» está avalado por la Convención de Ginebra, que por favor se abstengan de opinar si no conocen de Derecho Internacional.
Al margen de lo sorprendente de su nivel de enajenación –sin duda alimentada por una soledad apremiante–, lo importante para fines de esta columna es la otra característica principal de su discurso: el desaliento.
Era casi como si ayer hubiesen estado esperando la Toma de la Bastilla.
Ciertamente tenían razones para la frustración. Es la segunda convocatoria de los conservadores a una manifestación provacancia. Y la diferencia entre la de ayer y la anterior, que fue muy raleada, es mínima. El tuit de arriba habla de 5 mil y está siendo generoso.
Y eso que, esta vez, a diferencia de la anterior, le metieron mucho dinero. Por ejemplo:
Spam masivo de SMS:
Paneles:
Y muchos, muchos buses:
Se vienen esgrimiendo varias razones por las que estas marchas terminan convocando a los mismos cuatro gatos de siempre: agotamiento después de un año de movilizaciones sin pausa; desgaste de un recurso (vacancia) que no solucionó nada ya en dos oportunidades anteriores; efecto teflón de un presidente que lleva poco tiempo en el poder; etc…
Todos son argumentos atendibles pero me gustaría centrarme en dos que son los más notorios y que, ciertamente, son puestos en evidencia por las propias discusiones públicas de los ultra.
1. ¿Cuál es la alternativa?
Una constante en las expresiones de impotencia de ayer era la falta de líderes aglutinantes. Por un lado, la brecha entre porkys y fujis es cada vez más creciente. Por otro, aún mayor es la cantidad de activistas de la vacancia que solo quiere sacar a Castillo y ya, sin importar el día siguiente. Esto es algo difícil de vender a una persona normal (la que se pasa su madrugada del sábado durmiendo o socializando en la vida real).
La derecha tendría que echarle un ojo a sus propias raíces. Uno de sus valores más atractivos, al menos de cara a la clase media (que es la que hace las revoluciones), es la defensa del orden y la estabilidad. Pero una vacancia –ya lo hemos visto– no ofrece nada de eso. Al contrario. ¿Otras elecciones? Eso solo puede resultarle atractivo a los tuiteros madrugadores. El resto solo quiere vivir su vida.
Al bloque conservador le falta un Mario Vargas Llosa de 1987. Una alternativa concreta y atractiva. Un líder que no ofrezca un vacío de poder u otro caos electoral. Ni Keiko y RLA son eso.
Menos, Patricia Chirinos, pues.
Por supuesto, aquí partimos de la premisa, más bien ingenua, de una vacancia impulsada por razones ideológicas y no proveniente de un sector, como ya hemos explicado, que en realidad está jugando a la supervivencia frente a sus tremendos rabos de paja.
Y a eso vamos con la siguiente razón:
2. ¿Exactamente por qué lo estamos vacando?
Podemos discutir mucho lo legítimo o incluso lo constitucional de utilizar el mecanismo de vacancia. Pero lo cierto es que hay escenarios de amenaza democrática en los que apretar el botón nuclear podría resultar válido. Como fue válida –por poner un ejemplo de clara amenaza democrática–, la disolución del Congreso por parte de Vizcarra.
Ya lo dijo Obi Wan Kenobi: solo un Sith piensa en absolutos (que es la forma Jedi de decir «no seamos básicos»).
Ahora mismo –está claro para cualquiera con un mínimo de contacto con la realidad– no existe tal amenaza. Lo que no quita que el gobierno de Castillo sea el más torpe, desastroso e incapaz de las últimas tres décadas. Pero eso no es lo que está en discusión. Gobernar mal no es causal de vacancia. Y eso lo percibe la mayoría-que-duerme-durante-la-madrugada-del-sábado. Si Castillo hubiese cometido el error de mantener a Bellido, es decir, a Cerrón, es decir, a un proyecto abiertamente antidemocrático, el escenario sería otro.
Pero ya no lo es.
Lo que deriva en que muchos opositores de Castillo no lamentarían su caída pero tampoco moverían un dedo para instigarla. Y que saben perfectamente que, para muchos activistas vacadores, quizás el principal impulso de esta movilización sea simplemente la reafirmación de privilegios (dicho de otra manera: no están acostumbrados a que no les hagan caso).
Todo esto no significa, por supuesto, que Pedro Castillo vaya a terminar su mandato. Sería un milagro que llegue al 2023. Porque también se da un fenómeno opuesto al que hemos estado viendo: hay mucha gente en contra de la vacancia, sí, pero una gran mayoría tampoco se movilizaría para impedirla.
Pero ese ya es otro escenario. Hoy estamos hablando de lo que pasa hoy.
Hoy, una vacancia sería impopular y, hoy, sería un gran tiro por la culata para el bloque conservador. Pero no nos relajemos. No los subestimemos. Esta gente se está jugando, en muchos casos, la prisión y, por su propia supervivencia, les conviene tener una visión clara de la realidad. Quizás alguno de los instigadores la tiene y sabe que esto es un juego de largo aliento. Quizás alguno de ellos es consciente de que esta primera intentona fracasará, como pasó con PPK y Vizcarra. Quizás alguno de ellos sabe que esto es una simple acumulación de fuerzas.
Quizás son más listos que sus seguidores de Twitter. Tampoco es que sea muy difícil.