Cuando uno dice fraude dice muchas cosas. Un fraude, dice la RAE, es «un acto contra la verdad», como tantos actos en la vida, pero con una característica particular: que «perjudica a la persona contra la que se comete«.
«Se está cometiendo un fraude electoral«, brama en tus redes sociales ese oxímoron hecho carne que es el trumpista peruano. Para él (o ella), el perjudicado por Soros/la izquierda radical/Pizzagate es Donald J. Trump, personaje que lucha contra la inminente chavistización de los Estados Unidos.
Pero el amigo (o la amiga) oxímoron no sabe que, en realidad, ha sido, a su vez, víctima de otro fraude: el que le ha hecho creer que Joe Biden, perteneciente al ala más derechista del Partido Demócrata, es un tremendo socialista o, más específicamente, castro-chavista. O, por lo menos, es un títere de una gran conspiración digitada por Soros/la izquierda radical/Pizzagate.
Este tipo de fraudes son peligrosos. Los peruanos los conocemos bien. Hasta hace unos meses podíamos encontrarnos a gente convencida de que Vizcarra era un comunista con pretensiones de perpetuarse en el poder. De hecho, a veces creo que ellos insisten en la vacancia para evitar el tremendo roche de quedar completamente en ridículo el 28 de julio del próximo año.
La contraparte del trumpista peruano es una criatura no tan fantástica: el alpinchista progre. Para este tipo de pensamiento, es un fraude pensar que el resultado de las elecciones gringas tenga algún tipo de relevancia en un país como el Perú. Tu vida seguirá siendo igual de miserable porque nada cambiará.
El alpinchista progre puede estar simplemente desinformado. No ha entendido que la crispación política en su propio país es parte de un efecto mariposa perfectamente rastreable hasta el ascenso de Trump, hace cuatro años. O que, en general, la degradación de la democracia en América Latina es una consecuencia directa de la falta de interés del Imperio de lo que suceda en su patio trasero (lo que, a su vez, ha permitido que crezca la influencia china en el Pacífico, algo que en este momento está sufriendo cualquiera que tenga un contrato con Luz del Sur).
Pero algunos de ellos sustentan su discurso con frases hechas como «Trump no ha iniciado ninguna guerra» (a pesar de que en estos cuatro años Trump ha lanzado más bombas y misiles que Bush u Obama en el mismo periodo) o «da lo mismo si Trump se va del Acuerdo de París» (cuando incluso un pequeño tratado bilateral como el TLC sí puede ser una garantía ambiental efectiva). Esos discursos, a su vez, son producto de otro fraude: la radicalización del «otro bando». Fake News dirigidas específicamente a gente que jamás votaría por Trump. ¿Para qué? Para extremar la polarización, crear la sensación de que «da lo mismo» quién gane y, con suerte, conseguir que no vayan a votar.
De hecho, la maquinaria continúa incluso después de la elección. Hoy ha sido trending topic «Cheney«, debido a múltiples tuits que señalan que CNN ha anunciado que Dick Cheney –verdadero artífice de las invasiones a Iraq y Afganistán– había sido nombrado asesor por Biden. Este es otro fraude pero el efecto es el mismo: «da lo mismo».
En el Perú las elecciones son obligatorias, pero eso no significa que las múltiples campañas presidenciales de este verano no vayan a optar por una estrategia similar. Es decir, no desprestigiar directamente al oponente, sino crear un estado de cosas en el que «da lo mismo» quién gane. Ya pasó en las elecciones congresales de enero de este año. Los medios insistieron una y otra vez en entrevistar a candidatos representativos del Congreso disuelto, generando la sensación de que «daba lo mismo» votar por quien sea, porque este Congreso sería igual al anterior.
Resultado: profecía autocumplida. Ganó el voto alpinchista, los votos nulos y blancos se dispararon, se fragmentó el Congreso en múltiples bancadas y los orquestadores de esa campaña casi logran su objetivo de pasar la valla. Casi. Con toda seguridad intentarán lo mismo este verano: hacerles creer que «da lo mismo».
Que no dé lo mismo tampoco quiere decir, por cierto, que la salida de Trump garantice ahora sí que «America» vaya a ser Great Again. Muchos se emocionan porque Biden maneja un vocabulario de más de 10 palabras o porque su video de aceptación del cargo es súper inclusivo. Pero los peruanos ya hemos visto esto antes, con PPK frente a Keiko. ¿Se acuerdan del «gobierno de lujo»? ¿Del «Mujica de derecha»? Qué tal fraude.
Y lo estamos viendo ahora con Vizcarra. La imagen anticorrupción de Vizcarra emocionó a muchos pero también resultó un fraude. ¿Eso significa que deberían vacarlo mañana? No. No seamos básicos. Como tampoco el hecho de que Biden sea una mejor alternativa de Trump no significa que no será otro presidente más de Estados Unidos que se inmiscuya con violencia en asuntos fuera de su territorio.
Como pasó en el Perú, en Gringolandia la luna de miel acabará pronto. El fraude patriotero, de final feliz hollywoodense, se desvanecerá. Y, entonces, los Estados Unidos volverán a verse a sí mismos como todos los que estamos fuera los hemos visto siempre: un remake contemporáneo de la decadencia del Imperio Romano. Solo que, al menos, sin Nerón.