Esta semana, la OMS tuvo que aceptar la evidencia científica acerca del contagio vía aerosoles. Las consecuencias de esta aceptación a regañadientes terminarán impactando en los mecanismos del debate científico y su enganche a la elaboración de políticas públicas.
Pero tú no has venido aquí para eso.
La pandemia continúa y el público en general no está para disquisiciones elaboradas. La gente de a pie debería quedarse solo con la moraleja de esta historia:
En un espacio cerrado sin ventilación, la distancia mínima de dos metros no es suficiente. Evita entrar a uno, a toda costa, en especial si hay mucha gente. Si no te queda otra, todos, siempre, tienen que usar mascarilla.
Podríamos aumentar aquí más detalles. La importancia del tiempo, por ejemplo. Mientras menos tiempo te quedes en ese espacio sin ventilación, mejor. Pero creo que lo mejor es abreviar. Dar tips que la gente se pueda llevar. De hecho, nuestra moraleja se puede resumir aún más:
- Mascarilla
- Distancia
- Ventilación.
Para ilustrar mejor este y otros puntos urgentes que la gente necesita tener en cuenta, vamos a recurrir a dos personajes que han tenido conductas de riesgo públicas y notorias.
En cada error evitable de estos personajes pondremos las moralejas en este formato.
Para empezar, encuentre usted todos los errores en las siguientes fotografías tomadas del Twitter de la Conferencia Episcopal:
Entiendo que las imágenes se corresponden a una teletón llamada «Respira Perú», organizada por un brazo de la iglesia católica y empresarios como Raúl Diez Canseco. A juzgar por las imágenes –la decoración aspiracional del plató–, el evento se realizó en el set del entretenedor conocido como Chibolín, en las instalaciones de Panamericana TV. Felicitaciones a todos ellos.
Felicitaciones por ayudarnos a ilustrar las 3 C de la pandemia. Las tres se cumplen en estas imágenes:
- Espacio cerrado ✅ sin ventilación
- Lugar concurrido ✅ por mucha gente
- Encuentros cercanos ✅ para tomarse la foto
Todo evento en el que esas 3 C confluyan está calificado de alto riesgo en países como Japón.
Lástima que el programa de rastreo de contactos del ministerio de Salud sea una lágrima. Será muy necesario en caso de que alguien haya sido portador del virus.
Con lo que sabemos del SARS-CoV2 –y que la OMS finalmente admitió–, bastaría con solo uno de las decenas de invitados que desfilaron durante horas por allí. En el peor de los casos, uno de ellos podría ser un supercontagiador y terminar infectando a decenas de personas.
Ni siquiera sería necesario que contagiador y contagiado hubiesen estado el mismo tiempo.
Aún no se sabe cuánto tiempo puede durar una nube de aerosoles infectada en un espacio cerrado sin ventilación, pero se calcula que horas.
Y no, el aire acondicionado (típico de los canales) no cuenta como ventilación. De hecho, es peor.
Quizás esta teletón debió llamarse «Respira Covid Perú».
Ahora pasemos al segundo personaje moralizante del día.
Al señor con la mano en el pecho es el notario Alfredo Zambrano, esposo de la señora Magaly Medina. No se trata de un personaje público y, en principio, no debería ocuparme de él. Sin embargo, creo que la evolución del caso justifica esta excepción.
Zambrano fue uno de tantos en violar la cuarentena, inconducta para la que su esposa incluso pidió pena de carcelería (en otros casos).
Nótese en la imagen de la verbena algunas cosas: espacio cerrado, ningún asomo de mascarilla, cero distancia social y –aunque Magaly haya dicho que solo acudieron cuatro personas– el registro del video confirma la presencia de, al menos, siete personas: una reunión concurrida.
Para colmo de males, el señor Zambrano comete una conducta de riesgo para la expansión de aerosoles en espacios cerrados: el esposo está cantando.
Gritar, cantar o reír muy fuerte pueden emitir una mayor cantidad de carga viral, si la persona está contagiada (de hecho, Japón le ha pedido a la gente que no grite en las montañas rusas).
Por supuesto, allí no queda este caso.
No estamos aquí para corroborar una vez más el típico doble estándar que esta señora viene exhibiendo en sus largas décadas como presentadora de infracciones a la privacidad. Sí para sacar enseñanzas. Violar la cuarentena dejó de parecerle condenable en público y decidió –como admitió ante Trome– organizar una fiesta con sus padres (población de riesgo), su hijo, su sobrino, su cuñada y quién sabe cuánta gente más.
Su curiosa defensa: mandó a que todos sus familiares se hicieran la prueba de descarte cada quince días para poder pasar el final de la cuarentena juntos.
Lo cual es otro error.
Basta que uno, como su esposo, haya tenido una conducta de riesgo, para que todos en una reunión estén en peligro de contagio.
Ambos eventos, el almuerzo de su esposo y la fiesta de la cuñada ocurrieron hace dos semanas, aún en cuarentena. Dos situaciones de riesgo cuyo resultado ya todos conocen:
El viernes, en su programa, Magaly reconoció haber sentido los primeros síntomas el lunes 6 de julio. Por lo tanto, lo más probable es que se haya contagiado en junio, durante la cuarentena. Es decir, debido a la jarana de su esposo o a la fiesta de su cuñada.
Era solo cuestión de tiempo.
Ese viernes, transmitió desde la casa a donde –según ella misma había admitido días antes– estuvieron (¿siguen?) viviendo sus padres, sus hijos, su sobrinos, su cuñada, el esposo jaranero y quién sabe quiénes más. También dijo que no había lanzado su programa el martes porque estuvo afiebrada.
Una nueva lección de este caso:
En pandemia, toda fiebre debería ser motivo de autoaislamiento voluntario.
Como se ha insistido hasta la saciedad, las pruebas rápidas pueden dar falsos negativos. No son seguras y deberían usarse solo por razones de rastreo epidemiológico y jamás debieron «privatizarse». La combificación de las pruebas da como resultado estos escenarios: en los que cualquiera se hace un test poco confiable y toma decisiones irresponsables basadas en un falso negativo.
Precisamente por esto, debo insistir: por un mínimo de consideración a la salud ajena, si tienes fiebre en estos días no debes salir de tu casa. Ni siquiera de tu cuarto.
Pero hay más lecciones.
En abril, se contagió buena parte del equipo de Magaly TV, que había continuado reporteando a pesar de tratarse de un programa de espectáculos. Al parecer, quienes ahora lanzan el programa desde el hogar de la señora Medina son ellos, recuperados ya de la enfermedad. Ese es el argumento que utilizó Medina para tenerlos trabajando en su casa.
–Por lo tanto, ahora ellos no pueden contagiarse –dijo.
Esto es falso.
Existen casos detectados de gente que vuelve a dar positivo por segunda vez, semanas después de haber «superado» la enfermedad.
De hecho, en estos días también se dio otro anuncio científico, de casi tanta importancia como el reconocimiento de la OMS. Se trata del estudio más completo de seroprevalencia realizado hasta ahora, publicado en The Lancet. Se analizó a la población española y, entre otras conclusiones, se detectó que el 14% de pacientes que habían superado la enfermedad habían perdido los anticuerpos.
Al parecer, si sufriste síntomas leves (o si fuiste asintomático en general), aumentan las posibilidades de que tu inmunidad se desvanezca con el paso de los días.
Entonces, el equipo que transmite Magaly TV desde el hogar de su directora sí puede volver a contagiarse y se encuentra en situación de altísimo riesgo: en un espacio cerrado con una persona infectada sin mascarilla que grita y se ríe a carcajadas. Ese ambiente es un festival de aerosoles.
Vayamos terminando.
Pedir algún tipo de responsabilidad para con su público es batalla perdida en el caso de la televisión peruana. No cabe esperar ninguna clase de altura ni de los personajes mencionados –cuya conducta en los años 90 debería haber sido suficiente descrédito– ni los usufructuadores del espectro radioeléctrico que los contratan.
Por otro lado, el gobierno ha demostrado una falta clamorosa de iniciativa comunicacional respecto de cuáles deben ser los cuidados post-cuarentena. Entiendo que no quieran antagonizar personajes a quienes la exposición cotidiana y recurrente en los hogares peruanos les ha granjeado cierta popularidad. Pero quizás ya es momento que, al menos, el ministerio de Salud –o la entidad que sea– señale y amoneste conductas de riesgo que son normalizadas por los medios de comunicación.
Como hemos visto en este post, es fácil encontrar moralejas que puedan servir de advertencia al peruano promedio. Y si las moralejas les parecen difíciles de comunicar, al menos podrían repetir conmigo lo básico:
- Mascarilla
- Distancia
- Ventilación
- Mascarilla
- Distancia
- Ventilación
- Mascarilla
- Distancia
- Ventilación
Quizás si lo mantenemos así de simple, hasta Chibolín y Magaly (y sus jefes) entienden.