En agosto de este año infernal, Martín Vizcarra presentó este psicotrópico cuadrito.
«Esto es irreal, están jugando con las naturales expectativas de la gente», dijo La Encerrona en su momento. Hoy, menos de medio año después, ya se sabe que, con suerte, el Perú estará vacunado en 2022.
El cuadrito de arriba fue, para variar, una mentira de Vizcarra.
¿Quiénes son los responsables? Son varios, como ya se ha insistido: desde el Comando Vacuna que quiso meterse por la ventana haciendo lobby especialmente por un laboratorio; hasta el Congreso que decidió petardear todo en semanas claves para las negociaciones; pero, sobre todo, del Ejecutivo.
Y aquí sí podemos hablar del Ejecutivo, a secas, sin apellido. Después de todo, los negociadores del gobierno de Sagasti, tanto por la Cancillería como por el Minsa, siguen siendo los mismos desde el gobierno de Vizcarra. Entiendo que hubo choques externos, con gente del Comando Vacuna, que no se revelan al público porque también los hubo internos: al Minsa no le gustó que fuera la Cancillería quien liderase las negociaciones.
Sea como sea, el resultado ya está: Perú a la cola del mundo.
¿Y ahora?
Como primer paso, Sagasti debería aprovechar las fiestas para reflexionar si Mazzetti merece, a la luz de los resultados, continuar en su puesto. Alguien tiene que pagar el costo político del fiasco de las vacunas. Ella solo representa la continuidad de la política vizcarrista que, coincidiremos, no fue la mejor. Mantenerla en su puesto estuvo bien para suavizar la transición de emergencia pero está claro que su presencia, hoy, solo garantiza que enfrentaremos la segunda ola en las mismas condiciones que a la primera.
Y la segunda ola parece inevitable. Con o sin vacuna.
Las restricciones navideñas no son suficientes. Mientras Inglaterra, Alemania, Italia y varios otros países europeos están cancelando, en la práctica, las fiestas de temporada, el Perú se ha limitado a restringir la movilidad particular. Una medida tímida que envía un tímido mensaje. Mientras, el alcalde de Máncora le ruega al gobierno, y a quien sea que quiera escucharlo, que lo aterra la perspectiva de este fin de año.
Sin vacunas y sin ganas de pausar, ni por un segundo, el frenesí de la reactivación económica, ¿qué le queda al Perú?
Me robo algunas ideas de la socióloga María Fe Celi, peruana que ha vivido toda la pandemia en China, un país que ha logrado contener la pandemia dentro de márgenes más que aceptables. Preguntas urgentes. Para ayer:
¿Hay suficientes EPP para proteger a los trabajadores de salud? En la primera ola esto fue un escándalo y causó varias protestas y hasta paralizaciones del personal sanitario, que fue diezmado por el virus. Miles de ellos –miles– resultaron contagiados.
¿Hay suficientes trabajadores? Esto es importante. La meta de las 2000 camas UCI prometidas por Vizcarra se ha alcanzado pero… menos de 1500 son camas UCI covid. La explicación es sencilla: una cama UCI covid implica tener asignado personal que sepa manejarla. Una cama por sí sola no sirve de mucho.
¿Hay suficiente oxígeno? Aquí la respuesta es no. Casi un año después, el Perú sigue sin alcanzar su independencia oxigenatoria. Según Itay Ingber, CEO de Macro Medicis, el Ministerio de Salud tiene meses pidiendo las mismas cotizaciones para 47 plantas de oxígeno… que hasta ahora no se ven.
¿Hemos asegurado suficiente dexametasona? Una de las razones por las que la segunda ola en varios países no ha sido tan letal es que se descubrió que este medicamento resulta clave si se administra a los pacientes más graves (OJO: con pacientes leves podría ser contra producente: no se automediquen).
¿Estamos formando equipos de rastreo de contactos? Aquí hemos perdido tiempo valioso. Tengo la sensación que ya es demasiado tarde. Como admitió la misma Angela Merkel, a partir de cierto nivel de contagios, el rastreo de contactos se desborda. Los países asiáticos trazaron estrategias de máxima supresión (a diferencia de los occidentales, que optaron por la mitigación). Supresión implicaba, por ejemplo, aislar una ciudad por un solo caso. Medidas así. Pero aquí ya no tiene sentido seguir discutiendo algo que jamás fue una estrategia de Mazzetti.
La inminencia de una segunda ola debería centrar nuestra atención estas –y más– preguntas, cada vez más urgentes. Preguntas, literalmente, de vida o muerte. Eso sí: esto no debería significar que renunciemos a pedir cuentas sobre el escándalo de las vacunas. Especialmente, insisto, en los sectores del Ejecutivo que representan una continuidad respecto de las fracasadas negociaciones.
El Perú no puede darse el lujo de esperar sentado mientras llegan las vacunas. Hay que empezar a prepararse. Sino, el 2021 será tan largo como el 2020.