- Mongabay Latam sobrevoló la cuenca de los ríos Nanay y Napo, en Loreto, y constató el avance de la actividad extractiva en esta parte de la selva peruana.
- Fiscales especializados en materia ambiental señalan que puede haber incluso más embarcaciones y maquinaria minera escondidas entre las quebradas de ambos ríos.
- Durante el recorrido aéreo, las autoridades lograron acreditar no solo el uso de dragas sino también de tracas mineras, que, sostienen, destruyen las riberas del río.
- Casi 4000 galones de combustible han sido decomisados a las redes de minería ilegal que operan en el Nanay en los últimos dos años, pero los esfuerzos oficiales no parecen suficientes.
El profesor José Manuyama compone un gesto de desconsuelo y mueve la cabeza con angustia mientras, varios miles de pies abajo, cinco dragas operadas por mineros ilegales succionan sin pausa el cauce del río Nanay, en Loreto, selva de Perú. “Son como unas enormes sanguijuelas en el agua”, repite dos veces con voz rugosa. La avioneta ha entrado a su segunda hora de sobrevuelo por el río amazónico y en lo que va de recorrido ya pasó por arriba de 40 dragas. El curso del Nanay que va quedando atrás es una estela ocre y brillosa, producto del mercurio utilizado por los ilegales para separar las partículas de oro de los sedimentos con los que han sido extraídas desde las profundidades del río. La minería de río está prohibida por la ley peruana.
A Manuyama, presidente del Comité de Defensa del Agua de Iquitos, la escena lo consterna. Dice que hasta hace siete años el Nanay era un río transparente, pero con la pandemia del Covid-19 arreció también la incursión de las balsas mineras que ahora le han imprimido un aspecto lechoso, similar al del Amazonas. Originario del pueblo kukama, el profesor de Ciencias Sociales ocupa uno de los 15 asientos de la nave que ahora planea sobre el caudal del río Napo. Desde el aire, los tubos naranjas que salen de cuatro dragas parecen los tentáculos de un animal gigante que taladra el cauce y remece los bordes del bosque.
Con el docente va el fiscal de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (FEMA) de Loreto, Bratzon Saboya, y el coordinador de las Fiscalías Especializadas en Materia Ambiental del Perú, Frank Almanza. La preocupación les talla un rictus muy parecido. Ambos están convencidos de que, tras el último operativo de control, realizado hace dos meses, la crisis en el Nanay ha empeorado.
“En la primera semana de agosto destruimos 20 dragas y, días después, siete más dentro de dos sectores del río. Vemos que ahora los mineros han regresado a esos mismos puntos”, detalla Saboya. También son parte del sobrevuelo un equipo de Mongabay Latam; el jefe de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, Herman Ruiz; representantes de las embajadas de Noruega y Alemania; así como integrantes de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), que gestionó y lideró la inspección aérea.
La mayor cantidad de dragas en la cuenca del Nanay está entre las comunidades de Puca Urco y Alvarenga. Video: FCDS Perú
Si bien la contaminación minera es evidente a lo largo de toda la cuenca del Nanay, la presencia de las maquinarias para la extracción de oro empieza desde la comunidad nativa de San Juan Ungurahual. El trecho más convulso está entre las comunidades indígenas de Puca Urco y Alvarenga (última de la cuenca), separadas a cinco horas de navegación o unos 25 minutos de sobrevuelo. En algunas zonas las dragas operan dispersas, pero hay puntos del río donde se agolpan hasta cinco de las estructuras mineras para la succión de oro. Son los focos en que el cauce acumula mayor cantidad del metal y son explotados diariamente hasta que se termina.
De acuerdo con las investigaciones de la FEMA Loreto, Puca Urco actualmente registra un continuo incremento de bares frecuentados por los mineros ilegales, donde se ejerce la prostitución clandestina. Es decir, aquella comunidad está adoptando una crisis social y de seguridad similar a la que durante los últimos años, por ejemplo, ha sitiado comunidades nativas de las cuencas de los ríos Cenepa y Santiago, en la región Amazonas. El riesgo se extiende hasta Huaman Urco, a orillas del río Napo, pueblo contorneado por balsas mineras que antes estuvieron operando en el Nanay. Han sido tres horas de sobrevuelo.

Avance y ascenso
La Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible tiene documentado que, entre 2021 y 2025, 939 dragas operaron en distintos puntos de Loreto. De ese total, 688 fueron contabilizadas solo en lo que va de 2025. El reporte de la FCDS indica que la minería ilegal tiene presencia en 24 ríos y quebradas de Loreto y que ha alcanzado a 29 comunidades indígenas de esta región. Un total de 362.25 hectáreas han sido impactadas por la actividad ilegal. El escenario es por demás sombrío y así lo entiende el fiscal Saboya. Cada nueva inspección revela una modalidad que recrudece el delito y la devastación.
“Con este sobrevuelo hemos logrado acreditar también el uso de tracas mineras, que son distintas a las dragas. Cuentan con un equipo de poleas, bombas de succión y tubos de metal que reemplazan a las mangueras comunes. Esos tubos ingresan al cauce y de a pocos están destruyendo las riberas del río”, precisa Saboya, en una primera conclusión, apenas desciende de la avioneta.
El fiscal describe así la incesante actividad de las cuadrillas de mineros asentados en las orillas del Nanay y que ya están penetrando en la vegetación. Trozos de bosque aparecen carcomidos en diversos puntos de la cuenca, pero el tamaño de esta deforestación todavía no ha sido cuantificado. La FCDS sostiene que por ahora se trata de una afectación inicial, pues la explotación minera todavía está concentrada principalmente dentro del río.
El conteo y registro con coordenadas de los focos mineros expone una situación medioambiental crítica en esta parte de la Amazonía peruana. Pero el escenario actual puede ser aún peor. No sería esta la radiografía total del daño en las cuencas del Nanay y Napo. Para los fiscales está claro que, ante la posible alerta de una nueva supervisión en las zonas convulsas, los mineros ilegales hayan escondido varias dragas y tracas en las quebradas y caños.
En febrero último, un reconocimiento aéreo permitió a la FEMA Loreto hallar 65 maquinarias para la minería aluvial en las mismas zonas donde se realizó este sobrevuelo. Bratzon Saboya estruja el ceño y arquea las cejas: “Ahora hemos encontrado más de 45, pero es muy probable que haya más ocultas”.
La incesante actividad minera ha impregnado al Nanay de una tonalidad ocre, que se cree, proviene de la contaminación por mercurio. Video: FCDS Perú
El crecimiento de la minería ilegal en Loreto no se manifiesta solo en el incremento de dragas o tracas sobre los ríos de la región. El fiscal Almanza indica que los motores que están ingresando son cada vez más grandes y, en consecuencia, la devastación que causan es mayor. Otro factor que remarca es la migración a esta actividad por parte de mafias antes dedicadas exclusivamente al narcotráfico.
Mientras camina por el aeropuerto Capitán FAP Francisco Secada de Iquitos, Almanza explica que actualmente la elaboración y el comercio de la cocaína está generando altos costos para las redes de la droga y la hace menos rentable de lo que era antes. Luego detalla: “Además, la cocaína tiene que competir con otro tipo de drogas y su comercio es un delito más perseguido. Las organizaciones criminales han visto que la minería ilegal es una actividad donde se gana muchísimo más a menos costo, es menos penada y hay menos instituciones que la persiguen”.
En esa línea, el coordinador de las Fiscalías Especializadas en Materia Ambiental del Perú señala que la minería ilegal ofrece el escenario más propicio para los grupos delictivos. Una industria destructiva cuyos engranajes se mueven con tecnología y equipos sofisticados. Además de amplia maquinaria para la explotación aluvial, las indagaciones fiscales han detectado que las cuadrillas de mineros ilegales asentados en el río Nanay cuentan con drones para vigilar si hay un operativo en marcha y hasta con servicio de Internet satelital. “Las condiciones están dadas para que todo empeore, el Estado tiene que poner como prioridad el combate a este flagelo”, anota Almanza.
Por cada gramo de oro que es extraído desde los fondos del Nanay y el Napo, según información de la FEMA Loreto, se pagan 300 soles (87.5 dólares) si la venta es en las comunidades enclavadas en cualquiera de las dos cuencas. En caso de que la compra se realice en Iquitos, capital de Loreto, el precio llega hasta 340 soles (97 dólares). Los niveles históricos que ha alcanzado el costo del oro es otra de las razones primordiales por las que el fiscal Almanza también cree que la minería ilegal está absorbiendo a diversos grupos criminales. En una última pausa antes de salir de la terminal aérea, el fiscal coordinador de las FEMA le dice con intranquilidad a Mongabay Latam: “Se teme que la onza llegue a valer 5000 dólares este año”.
En agosto, la FEMA Loreto destruyó 20 dragas que operaban en el Nanay. En la actualidad, los mineros han vuelto a los mismos sitios. Video: FEMA Loreto
Riesgo latente
Una evaluación (análisis de cabello) realizada por el Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) y la Sociedad Zoológica de Frankfurt Perú (FZS Perú) a 273 habitantes de siete comunidades situadas en las cuencas de los ríos Nanay y Pintuyacu arrojó, en junio, que el 79 % de ellas presentaban niveles de mercurio que superan el umbral recomendado por la Organización Mundial de la Salud (2.2 mg/kg). Los resultados, que alertan sobre un riesgo medio y alto entre las personas evaluadas, están vinculados con el consumo de peces que concentran el metal pesado. El Pintuyacu es un río tributario del Nanay, que es la principal fuente de agua potable para la ciudad de Iquitos.
El porcentaje es una muestra más del altísimo índice de contaminación que registra el río Nanay.
Con el mismo malestar que le generó ver desde lo alto la forma en cómo el Nanay está siendo tomado por los mineros ilegales, José Manuyama remarca que la cadena de contaminación no solo afecta a las comunidades indígenas de la cuenca del río amazónico. “[Los peces] boquichico, dorado, doncella que están con mercurio también son consumidos en Iquitos. Todavía no podemos delimitar hasta dónde está llegando la contaminación por metales pesados en la ciudad”, señala el activista, quien fue reconocido como uno de los 17 guerreros defensores de los ríos en el mundo por la Lewis Pugh Foundation.
Manuyama describe al Nanay como un río hermoso, una cuenca especial que traza 600 kilómetros de selva baja, endémica y diversa. Fundamental para más de 500 000 personas en la Amazonía peruana. Pero también advierte, sin reparos, que aquella belleza natural, “generadora de ecosistemas extraordinarios”, está a punto de convertirse en un muladar. Y eso, para el profesor, tiene relación directa con el rol del Estado. “El Nanay es un río fácilmente navegable, tiene una entrada con puestos de control. Pero [la minería ilegal] ocurre con total impunidad. Las autoridades no ejercen su rol”, acusa Manuyama.

Enfatiza además que los mineros ilegales no pueden trasladar maquinaria o insumos hasta los puntos de extracción de oro sin que estos pasen por la mirada de las autoridades y otros agentes sociales: “Lo que hace este delito es profundizar la corrupción en el Estado. La minería ilegal no solo significa la depredación de la naturaleza sino también de las instituciones”.
Esfuerzos todavía insuficientes
Desde el puerto Nina Rumi, en Iquitos, hay por lo menos dos horas de navegación por el río Nanay hasta el puesto de control y vigilancia Yarana. El rápido avanza entre las columnas de árboles y vegetación disímil que flanquean el cauce de tonalidad marrón intensa. Aquella huella lejanísima que, vista desde la avioneta, serpenteaba la selva y se cortaba por trechos en los puntos de explotación minera. Un equipo de guardaparques del Sernanp y nueve policías que rotan cada 20 días permanecen atentos en una construcción de madera con dos niveles. Este es el lugar desde el cual deben divisar el paso de embarcaciones cargadas con insumos mineros e iniciar los operativos de decomiso y captura.
En medio centenar de bidones y cilindros hay cerca de 4000 galones de petróleo incautado a diversas cuadrillas de mineros que habían partido de Iquitos rumbo a Puca Urco y Alvarenga. También están almacenados rollos de alfombras, que los mineros ilegales utilizan para procesar y extraer las partículas de oro de entre el lodo y las piedras que absorben de las profundidades del Nanay. Hay tubos y mangueras de succión, motores para chalupas y para la provisión de energía; botes, balsas y otros elementos utilizados en la actividad ilícita. Todo es parte de lo que las autoridades pudieron confiscar en este tramo del río durante los últimos dos años.
“Pero también sabemos que hay rutas alternas que los mineros ilegales usan para transportar maquinaria e insumos químicos. Sacaritas [canales estrechos y poco profundos] por donde burlan la vigilancia”, apunta el fiscal Saboya mientras hace una revisión de los artefactos y el instrumental despojado a los ilegales en los operativos.
No las tiene a la mano, pero el fiscal Saboya indica que en la incursión de inicios de agosto, con personal de la Fuerza de Operaciones Especiales (FOES) de la Marina de Guerra, en los ríos Nanay y Putumayo, halló indumentaria militar muy similar a la que suelen vestir los Grupos Armados Organizados Residuales (GAOR), de Colombia, y el Comando Vermelho, de Brasil.
Se trata de dos organizaciones criminales (la primera, GAOR, una disidencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC), que operan en las fronteras peruano-colombiana y peruano-brasileña. Los brazos de cualquiera de estas grandes redes delictivas, que han tomado posición en las fronteras y dirigen allá las actividades de narcotráfico y minería ilegal, podrían haberse extendido hasta este extremo de Loreto.
“La amenaza es permanente aquí. Hemos sufrido dos atentados en los puestos de vigilancia cuando aún no estaba la policía. En Yarana, en 2023, y este año en el puesto de Aguas Negras. Los guardaparques fueron agredidos por presuntos mineros. Ellos llegan en busca de desmantelar el puesto”, relata a Mongabay Latam el biólogo Herman Ruiz Abecasis, jefe de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana.

Lo que el Sernanp y la Policía Nacional del Perú buscan aquí es cortar el flujo de suministro para la actividad minera y, como parte de ese trabajo, mantener fuera de riesgo al área natural de 59 000 hectáreas, cuya extensión va desde la desembocadura de la quebrada Aguas Negras hasta la desembocadura de la quebrada Kuraka. La Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, dice el biólogo Ruiz, tiene un estado de conservación del 89 % de su territorio.
Una situación muy distinta a la del Área de Conservación Regional Alto Nanay-Pintuyacu-Chambira, a nueve horas de viaje por río desde el puesto Yarana. Allí, precisan los guardaparques, las dragas han llegado casi a los márgenes. Son las balsas mineras que en el sobrevuelo marcaban las coordenadas correspondientes a la comunidad Alvarenga.
En la penumbra que emerge del bosque en esta noche, el suboficial de la Policía Nacional del Perú José Félix Olazábal, a cargo del puesto de vigilancia, señala el costado opuesto del río y comenta que hace poco él y su personal identificaron señalizaciones de ruta hechas por los mineros. “A esta hora están escondidos en las quebradas, pero más tarde quizá intenten pasar por el trayecto que han marcado”, dice. “Así es esto aquí”, remata sin despegar la mirada del Nanay. Y se va.
Imagen principal: las dragas mineras instaladas en el borde del río Nanay han empezado a carcomer zonas de bosque. Foto: cortesía FCDS Perú
El artículo original fue publicado por Enrique Vera en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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