La Encerrona revela nuevos detalles del negocio ilegal de cobre: una actividad ilícita en los alrededores de Los Pantanos de Villa, que pone en peligro a la única área protegida de Lima Metropolitana. Además, un reciente estudio científico alerta sobre la presencia de microplástico en el agua de los pantanos, una amenaza que se suma a los montículos de basura y botaderos informales en el perímetro de este refugio de vida silvestre.
Por Geraldine Santos
con el apoyo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA)
«Compro metales» se lee en varios carteles que cuelgan de casas de material noble en la avenida Defensores del Morro, en Chorrillos, alrededor de los Pantanos de Villa, la única área natural protegida de Lima Metropolitana. Los anuncios especifican que se adquiere cobre, bronce, aluminio, fierro, acero, plomo, baterías y radiadores. Además, llevan números de celular para contactar a los compradores. Estos carteles son vistos con facilidad desde la Panamericana Sur que lleva hacia el humedal.
La Encerrona contactó a tres de estos compradores informales de cobre, de los cuáles ninguno ofreció entregar comprobantes de pago por la transacción. El kilo de cobre se compra a 25 soles, mientras que el cobre brillante alcanza los 28 soles, dijeron dos de los anunciantes. “No hay problema [si proviene de recicladores informales], mientras sea cable quemado o brillante”, dijo uno de ellos por WhatsApp, el 19 de febrero. La forma en que se obtiene este cobre ha puesto en peligro a los pantanos.
Con el fin de acopiar el cobre y luego venderlo, recicladores informales queman cables de alta tensión en la zona de los manantiales y canales que alimentan este humedal. En algunos casos, estas quemas han afectado también a las totoras que, si bien están fuera del área protegida, actúan como conductores del agua que llega hasta los pantanos. En este proceso se arrastran los residuos tóxicos del metal hacia la reserva natural.
Diariamente, recicladores queman cables de tensión en descampados para obtener el cobre de su interior y luego venderlo en puestos informales, explicó el presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales Peñeros de Chira, Conchán y Herradura, Ricalde Lazaro Huamani. “Todo sucede en la vía pública y no hay control de la municipalidad ni de la fiscalía de medio ambiente”, agregó en entrevista con nuestro medio.
En junio del 2023, la Autoridad Municipal de los Pantanos (Prohvilla) denunció a seis recicladores por quemar cables alrededor de la reserva; aunque la investigación por presunta contaminación ambiental sigue en curso en la Fiscalía, de acuerdo a fuentes cercanas al proceso. Por su parte, la alcaldía de Chorrillos aseguró que han intervenido los puestos de compra de cobre, pero que estos siempre retornan a la zona.
Los Pantanos de Villa se ubican al sur de Lima, en el distrito de Chorrillos, entre el mar y la avenida Defensores del Morro. En 263 hectáreas habitan cientos de aves, incluidas especies en peligro crítico como el pelícano peruano, el guanay y el piquero peruano; además de totoras y abundante agua: un paisaje que contrasta con sus alrededores de fábricas de estructuras metálicas, cartón y alimentos; de puestos informales de compra y venta de chatarra y metales; así como clubes campestres que permiten el paso de caballos, cuatrimotos y perros que destruyen los nidos de las aves.
Desde 1989, los Pantanos de Villa era considerada una reserva de vida silvestre, pero recién en 2006 alcanzó la categoría de refugio de vida silvestre, un tipo de área natural protegida en Perú que establece la protección legal de las especies de flora y fauna de la zona. Hoy es administrado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp); mientras que ProhVilla se encarga de la promoción turística y la implementación de medidas de protección ambiental y prevención de riesgos.
Además de la venta ilegal de cobre, la supervivencia de los Pantanos de Villa está bajo la amenaza del microplástico en el agua de las lagunas, los desmontes informales de construcción y la basura doméstica e industrial de la zona. La Encerrona con el apoyo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) recorrió la única área protegida de Lima Metropolitana, que hoy está en riesgo, y elaboró una radiografía de estas amenazas que afectan a este refugio de vida silvestre.
La basura que rodea al pantano
Bolsas plásticas blancas y negras, botellas de plástico, trapos y cartones, y envases de yogures, chizitos, galletas e infusiones se observan a lo largo de la Alameda Las Garzas Reales: una vía asfaltada que cruza por la mitad a los Pantanos de Villa y que conecta a las viviendas que están colindantes al mar con la Panamericana Sur. Residuos similares rodean el resto del perímetro de la única área natural protegida en la ciudad de Lima.
Diariamente, en los alrededores del Pantano, se recogen de ocho a nueve toneladas de basura con ocho carros recicladores, según la alcaldía de Chorrillos. Sin embargo, diez puntos críticos persisten como botaderos informales en la vía pública, todos alrededor del humedal, de acuerdo a Paolo Rodríguez, subgerente ambiental de la alcaldía. “Los vecinos aún arrojan sus desechos a la calle fuera del horario de recojo”, explicó.
La mayoría de residuos de los botaderos son desmontes provenientes de la construcción y demolición. Esto, junto con los desechos domésticos, son uno de los factores de riesgo de los humedales, según el Convenio de Ramsar, tratado intergubernamental para la conservación y uso racional de estos ecosistemas, que el Perú firmó en 1991. Los Pantanos de Villa es uno de los 14 humedales de importancia internacional acreditados por nuestro país en el marco de dicho convenio. Según el tratado, los humedales son claves para la supervivencia humana por ser cuna de diversidad biológica y fuentes de agua. Además de ello, el Perú cuenta con un marco de protección de humedales, aprobado por decreto supremo, que prohíbe la disposición de residuos en lugares no autorizados.
La basura no solo proviene de los habitantes del mismo distrito. Rodríguez alertó que recicladores informales trasladan chatarra y muebles viejos desde distritos como Villa El Salvador o Villa María del Triunfo a Chorrillos, a cambio de un pago de alrededor de 15 soles. Dicha basura también termina en las calles, alrededor del Pantano.
Ante los cúmulos de basura, la organización Pantanitos —un grupo de 25 vecinos de Chorrillos— trabaja desde el 2020 en la limpieza semanal de los canales que alimentan el humedal. Marilyn Callán Encarnación, presidenta de la organización, señala que los cúmulos de basura son un grave peligro para el área protegida, porque obstruyen el paso del agua, generan malos olores y dan mal aspecto al vecindario.
“Antes era distinto: no había tantas casas a los alrededores y la gente no ingresaba a la zona del pantano; había más aves, disfrutábamos del ambiente natural al salir a correr. Ahora hay basura en las calles, drogadictos que viven dentro de la laguna Delicias. No hay control que impida la contaminación del pantano”, dijo Callán, quien vive desde hace 45 años en la urbanización Las Delicias de Villa, colindante al humedal.
Los restos de basura parecen ser un mal endémico de esta reserva. Hace 29 años, en 1995, los pantanos eran protegidos por dos personas. Uno era el ingeniero geógrafo Omar Ubillús Tolentino, como jefe del entonces llamado Parque Natural Metropolitano de Villa. Ubillús y su colega luchaban por evitar que los cúmulos de basura arrojados por vecinos y fábricas alcanzaran los cincos espejos de agua del pantano.
En los 90, según Ubillús, la mayor amenaza a los Pantanos de Villa era la basura como bolsas, pañales y restos de alimentos; así como los residuos líquidos industriales y el desagüe doméstico que iban a los canales que alimentan el humedal, porque no existía planta de procesamiento de aguas residuales. Ubillús continúa como jefe del humedal a través de Sernanp; pero, en 20 años, su equipo solo ha crecido de 2 a 5 personas.
Un botadero sin responsable
Un letrero amarillo con la frase “Prohibido botar desmonte” se levanta en medio de un terreno privado de más de 3 hectáreas, que no cuenta con un cerco perimétrico y que se ubica frente a los Pantanos de Villa, en el cruce de la avenida Defensores del Morro y el jirón Horticultores. Pese a la advertencia, cúmulos de desechos de construcción se posan en su interior, en medio de totoras y al lado de uno de los canales principales de agua que alimenta al área natural protegida.
El área del terreno de tres hectáreas, que equivale a tres canchas de fútbol, es un peligro para los Pantanos de Villa porque está dentro de la zona de protección de afloramientos y escorrentía superficial, área donde se ubican manantiales y canales que alimentan al humedal, según determinó la ordenanza de zona de reglamentación especial de los Pantanos de Villa de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
La bióloga con mención en Hidrobiología y Pesquería, Nathaly Vargas López, explicó que tener desechos de materiales de construcción a lado de los canales del humedal modifica la estructura del suelo y contaminan el agua que llega hasta Pantanos de Villa, que están cruzando la carretera Panamericana Sur. El terreno está considerado como un pasivo ambiental desde agosto del año 2023 por el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), adscrito al Ministerio del Ambiente.
“Si bien el OEFA ha considerado al botadero ilegal como un pasivo ambiental en base al sustento de ProhVilla, no ha determinado quién es el responsable de la remediación, lo que ha generado que nadie se haga cargo de la reparación del daño ambiental”, dijo Percy Grandez, asesor legal de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), durante una visita al botadero, el pasado 9 de febrero, a la que asistió nuestro medio.
“Los pasivos ambientales son aquellas infraestructuras o sitios contaminados que se encuentran en un estado de abandono y generan una afectación en la calidad ambiental y en la funcionalidad de los ecosistemas, pudiendo incluso afectar la salud de las personas”, destaca.
La quincena de febrero, La Encerrona solicitó una entrevista con un representante del OEFA para conocer el seguimiento que están realizando al pasivo ambiental para su remediación. Sin embargo, el organismo informó que no brindará entrevistas. Mientras que la Municipalidad Distrital de Chorrillos dijo a nuestro medio que el botadero se encuentra en propiedad privada, por lo que no pueden intervenir. A pesar de haber pactado una entrevista, Prohvilla tampoco brindó sus comentarios.
Para Percy Grandez, “es urgente que el OEFA determine al responsable de gestionar y remediar el pasivo pues, de lo contrario, nadie tendrá la obligación legal de hacerse cargo de la reparación del daño ambiental y los ecosistemas seguirán contaminados y las personas vivirán alrededor de pasivos que pueden poner en riesgo su salud”.
Según los datos oficiales de Registros Públicos, la propiedad del terreno es compartida por el empresario Eduardo Cáceres Guislain, dedicado al sector inmobiliario y la venta de acero y materiales de construcción, y Corporación Finainvest, compañía panameña representada en el Perú por Marcos Giunta Revoredo. Sin embargo, no han asumido responsabilidad por el botadero: el representante de Cáceres, el contador Juan Velasco Ríos, nos dijo que no pueden construir un muro perimétrico por la zonificación del lugar, y culpó a la alcaldía de Lima de abandonar la edificación de un cerco de acero.
El canal principal que abastece de agua a los Pantanos de Villa está al lado del terreno de Cáceres y Corporación Finainvest; aún así la basura del botadero afecta dicho canal de abastecimiento del humedal. Aunque la alcaldía de Chorrillos no puede acceder a la propiedad para retirar el desmonte, sí está a la espera de un permiso de la Autoridad Nacional del Agua para limpiar el canal adyacente, según explicó Rodríguez.
No es la primera vez que una propiedad privada amenaza a los pantanos. A inicios de siglo, un “vladivideo” impidió la operación de una fábrica de pastas ubicadas frente a Los Pantanos de Villa, de propiedad de la empresa Lucchetti: un representante de la compañía había sobornado al exasesor Vladimiro Montesinos para agilizar un proceso judicial que les permitiera operar a una cuadra de la reserva. De manera más reciente, en 2021, las alertas se encendieron por la posible construcción de un condominio.
Por construcciones que albergan botaderos de basura, la presencia de microplástico en sus aguas y la contaminación que genera la venta ilegal de cobre, los Pantanos de Villa están en peligro. Los expertos coinciden en que este refugio de vida silvestre, en el cuál miles de aves migratorias llegan cada año para anidar, desaparecerá con los años si no se trabaja para proteger el único humedal y área natural protegida con el que cuenta la ciudad de Lima Metropolitana.
Los microplásticos que invaden el pantano
Un reciente estudio del 2023 ha alertado sobre una nueva amenaza a los Pantanos de Villa: el microplástico. Son partículas que miden menos de 5 milímetros y no se ven a simple vista. Según Nathaly Vargas López, decana de Biología Marina de la Universidad Científica del Sur, estos tienen efectos tóxicos en humanos, animales y ecosistemas. En los últimos meses, el impacto del microplástico en la salud y el medio ambiente ha sido de interés en la comunidad científica.
El artículo fue publicado por el ingeniero ambiental Ángel Losno-Prado y el doctor en ciencias biológicas José Iannacone, en el Boletín de Investigaciones Marinas y Costeras de Colombia. La investigación científica detectó microplástico en el agua y sedimentos de los humedales de los Pantanos de Villa, además de su posible origen: botellas de plástico y sus chapas. El peligro es que los animales ingieran los microplásticos por la semejanza con sus presas, dijo Iannacone a La Encerrona.
Iannacone y Losno-Prado analizaron muestras recogidas el 2019 de la Laguna Mayor de los pantanos, que colinda con las áreas industriales, urbanas y pistas asfaltadas. En estas se identificó 0,94 partículas de microplástico por litro de agua y 64 partículas por kilo de sedimento. Además, se detectó microplástico por diferentes colores: los blancos y celeste en forma de fragmento y película fueron los dominantes. Es debido a estos colores que los autores sospechan que se tratan de botellas.
El estudio señala como posibles fuentes de contaminación el arrojo directo de basura; el transporte aéreo por viento de las basuras plásticas con menor masa, como bolsas o tecnopor; las heces de aves u otras especies que han ingerido basura plástica; el uso del plástico por las aves para construir sus nidos; y la descomposición de animales muertos como peces, roedores u otros que ingirieron plástico antes de morir.
La ingesta del microplástico puede tener doble repercusión. Por un lado, por ejemplo, puede causar problemas en las branquias de los peces o afectar el sistema digestivo y el torrente sanguíneo de las aves. Por el otro, el microplástico puede ser conductor de virus y bacterias. En los Pantanos de Villa se han registrado alrededor de 210 especies de aves, entre residentes y migratorias; 13 de peces, y cinco de anfibios y reptiles.
Vargas indica que no existe un cálculo de cuándo inició la degradación del plástico en los alrededores de la reserva; sin embargo, el problema de contaminación ambiental en Chorrillos está presente desde la creación del distrito. Para la experta, es necesario implementar actividades de concientización que involucren al Estado, a los vecinos, los pescadores y a las entidades privadas para proteger a los Pantanos de Villa.
Iannacone señala, por su parte, que los resultados del estudio deben ser un llamado de atención sobre el grado de contaminación de los Pantanos de Villa, pues la presencia de microplástico proviene de un proceso de degradación que demora años. “Cada vez hay más estudios que nos ayudan a entender las consecuencias del microplástico; y en el caso de Pantanos es fundamental entender que se necesita mejorar las políticas de disposición final de residuos sólidos”, anotó.
*Este reportaje es parte de una serie investigativa sobre medio ambiente y contaminación en Perú, realizada con el apoyo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA)