Mañana, Japón levantará el Estado de Emergencia en las tres prefecturas (de 47) en los que aún se aplicaba. Con una población de 126 millones –cuatro veces mayor a la del Perú– apiñados en un estrecho archipiélago que no ocuparía ni la tercera parte de Chile, sus resultados son notables: hasta hoy, menos de 17 mil casos registrados y solo 825 muertes confirmadas. Hoy domingo hubo un pico de contagios: 14 nuevos casos. Sí, ese ha sido el pico de las últimas semanas. Envidiable.
Ah, pero es que son primer mundo. Ah, pero es que su disciplina. Ah, pero es que.
Sí, claro. Hay muchas diferencias.
Pero el viernes, mientras veía a un agotado Vizcarra intentando explicar en qué consistiría la «nueva convivencia», no dejaba de venir a mi mente una de las principales diferencias que tuvieron Perú y Japón. Una desventaja de los japoneses.
En Japón era constitucionalmente inviable declarar una cuarentena general.
El orden legal posterior a la Segunda Guerra Mundial establece protecciones muy estrictas a las libertades civiles, y su historia autoritaria ha dejado un pueblo desconfiado de cualquier gobierno mínimamente intervencionista. Esto, dentro y fuera de Japón, se veía como un gran problema al inicio de la pandemia.
Y sí lo era. Se cerraron negocios y el gobierno tomó varias medidas restrictivas –amparadas por un Estado de Emergencia– pero resultaba imposible limitar la movilidad de las personas.
Todo quedaba, literalmente, en manos de la gente.
¿Cuál fue la respuesta del gobierno?
Comunicación.
Este es el afiche en inglés de la campaña 3つの密, lanzada por el Ministerio de Salud japonés a mediados de marzo. La campaña, simple y sencilla, resultó tan exitosa que incluso merece su propia entrada en Wikipedia. Entiendo que el término original en japonés es un juego de palabras entre «secretos» y «densidad», pero la traducción en inglés nos da una mejor idea de cómo sería en español:
EVITA LAS TRES C
- Espacios CERRADOS con poca ventilación
- Lugares CONCURRIDOS con mucha gente alrededor
- Encuentros CERCANOS como conversaciones a poca distancia
La campaña caló en uno de los países más densamente poblados del mundo. Y los resultados ya se ven.
Y sí, es un país rico. Y sí, la disciplina japonesa es legendaria. Y sí.
Pero no estoy hablando aquí ni de estructuras sociales ni de idiosincracia. Estoy hablando de respuestas claras. De cómo un gobierno vio que no podía hacer lo que se estaba haciendo en el resto del mundo, que tenía una desventaja notoria, y reaccionó ante eso. Y reaccionó hablándole a quienes tiene que hablarles: la gente.
Las famosas «fases de reactivación económica» que ha lanzado el gobierno giran en torno –se ve hasta en el nombre– a las empresas. Específicamente a las empresas que siguen las reglas del Estado: a las formales. O sea, los principales interlocutores del gobierno son el 30% de la PEA (y ellos también sufren tratando de descifrar los criterios gubernamentales).
Al resto sólo nos queda volvernos exégetas de cada conferencia presidencial.
Los hombros de Vizcarra cargan con todo el peso de la traducción del idioma de la «reactivación económica». Nadie más parece autorizado a hablar «en humano». El resto de mensajes del gobierno parecen tener como únicos receptores a burócratas y abogados.
Pero las fases sí tienen que ver con tu vida cotidiana: pasear con los niños, visitar al abuelo, cortarte el pelo, pedir delivery, trabajar como delivery. Todas esas disposiciones existen pero están sepultadas en decretos de El Peruano, tan indescifrables para la mayoría que tranquilamente podrían estar escritos en japonés.
En algún lado del camino de la reactivación económica se ha perdido de vista la comunicación humana. La cuarta C.
Solo un ejemplo, que me preocupa bastante:
En nuestro país se ha impuesto la fetichización de la mascarilla cuando la medida más importante es y siempre ha sido mantener la distancia. La mascarilla es importante, claro. Pero no es tan crucial como La Tercera C que evitó la desgracia en Japón. Y no un metro, como señaló mal el gobierno peruano. Dos, mínimo. La distancia de una vaca le dicen a los niños en varios países. Esa es una imagen muy gráfica para cualquiera. Pero en el Perú la gente parece creer que si tienes mascarilla puesta puedes estar a menos de un lomo saltado del prójimo. ¿Por qué? Porque se ha comunicado mal.
Esto ha ocurrido a nivel básico: el de la salud. Y con más razón, ocurre también en todos los demás. No hay nada que los burócratas peruanos detesten más que decir las cosas de manera simple y sencilla.
Si las normas antes del viernes ya eran confusas, si las señales ya eran contradictorias, si las disposiciones ya eran simples sugerencias, todo indica que desde mañana el Perú sufrirá las consecuencias de haberse perdido en la traducción.